Durante mucho tiempo, la neurociencia describió el cerebro humano como una estructura bastante simétrica, donde el hemisferio izquierdo y el derecho compartían tareas de manera equilibrada. Sin embargo, los descubrimientos más recientes revelan que esta visión era solo una aproximación. Hoy sabemos que los cerebros humanos son, en general, profundamente asimétricos, y que esas diferencias en forma, tamaño y conexiones entre hemisferios no son un simple capricho evolutivo, sino un factor esencial que determina cómo pensamos, sentimos y actuamos.
Este fascinante campo de investigación desafía las antiguas etiquetas del “cerebro izquierdo lógico” frente al “cerebro derecho creativo”. Las últimas evidencias indican que lo que realmente importa no es cuál hemisferio está al mando, sino cuán diferente es un lado del otro. Esa asimetría influye en todo: desde nuestra manera de procesar emociones hasta nuestra habilidad para visualizar espacios, resolver problemas o interpretar el lenguaje.
Comprender cómo y por qué nuestros cerebros se especializan de forma desigual nos ayuda también a entender mejor nuestras fortalezas y vulnerabilidades. De hecho, los cerebros más asimétricos pueden sobresalir en tareas específicas, pero a la vez ser más sensibles ante lesiones o trastornos. Por el contrario, los cerebros más equilibrados, aunque tal vez no brillen en un área concreta, tienden a ser más resilientes ante desafíos cognitivos.
La especialización cerebral, que empieza en la evolución y se refuerza con la experiencia individual, tiene un precio: en su búsqueda de eficiencia, el cerebro tiende a delegar funciones, lo que puede hacerlo menos flexible ante ciertos cambios. Pero también es precisamente esta especialización la que ha permitido el desarrollo de habilidades humanas extraordinarias como el lenguaje, la música o las matemáticas.
Hoy te invitamos a adentrarte en este intrigante universo de la asimetría cerebral de la mano de una de las divulgadoras científicas más brillantes de la actualidad. Te dejamos en exclusiva con un fragmento de uno de los capítulos de La neurociencia de tu cerebro, el aclamado libro de Chantel Prat, publicado por la editorial Pinolia. Una obra que cambiará para siempre tu forma de entender tu propia mente.
Desiguales: las dos caras de la historia de tu cerebro
Si te enseñara una foto de tu cerebro, lo primero que pensarías es (sin ánimo de ofender) que parece una gran nuez con dos mitades, o hemisferios, en gran medida independientes, conectados por un núcleo de alta velocidad. Por extraño que pueda parecer, no se trata de un diseño cerebral único: todos los animales vertebrados tienen el cerebro dividido por la mitad (y probablemente han sido diseñados así durante cientos de millones de años).
Lo que hace que los cerebros humanos destaquen en este ámbito de diseño es lo asimétricos que somos, por lo general. Las diferencias en el tamaño, la forma y los patrones de conectividad de nuestros hemisferios izquierdo y derecho nos alejan de la simetría. Y como aprenderás en este capítulo, estas diferencias estructurales determinan la forma en que cada lado procesa la información que recibe.
Sin embargo, contrariamente a la noción popular del «cerebro izquierdo» analítico y el «cerebro derecho» creativo, la diferencia más notable entre los cerebros humanos no es qué hemisferio está «a cargo» de las cosas, sino que las diferencias en nuestras formas concretas de pensar, sentir y comportarnos dependen de nuestro grado de asimetría, o de lo grandes que sean las diferencias entre nuestros dos hemisferios.
Por eso, este libro sobre las diferencias entre distintos cerebros empezará con un análisis de la división fundamental dentro de ellos. Pero antes de entrar en detalles sobre cómo es tu cerebro, hablemos de por qué, en primer lugar, la evolución podría haber llegado a esas diferentes alternativas. En esencia, la idea se basa en la especialización.
Cortes y beneficios de la especialización del cerebro
Para entender mejor los pros y los contras de tener un diseño cerebral más asimétrico o más equilibrado, imaginemos que nuestro cerebro es un equipo formado por dos personas. Si los dos miembros del equipo están equilibrados y tienen habilidades comparables, lo más fácil y equitativo sería distribuir las tareas entre ellos de forma aleatoria. Por otro lado, si uno de los miembros de tu equipo es un orador nato, mientras que el otro es un excelente diseñador gráfico, tu equipo rendirá mejor si las tareas se asignan sistemáticamente a la persona mejor cualificada para el trabajo.
La asignación de funciones en el cerebro funciona un poco así. Si los dos hemisferios fueran realmente idénticos entre sí, no habría motivo ni razón para decidir las funciones que desempeña cada uno. Sin embargo, en cuanto empiezan a diferir —aunque sea un poco— se crea la oportunidad de que un hemisferio sea más adecuado para determinados tipos de trabajo que para otros. Cuando esto ocurre, la asignación de tareas entre hemisferios se vuelve más sistemática y, a medida que las tareas que se le piden a una determinada región del cerebro se vuelven más similares entre sí, esa región puede adaptarse, desarrolla una estructura más especializada que le permite realizar el tipo concreto de tareas de las que se encarga todavía mejor.
Supongo que las ventajas de la especialización se explican por sí solas. Si todo lo demás fuera igual, mucha gente preferiría tener en su equipo a un diseñador gráfico con mucho talento que a uno con aptitudes medias. Pero ¿y si ese diseñador gráfico fuera malo en todo lo demás? Si todo el equipo estuviera formado por personas con habilidades que no se solapan, ¿qué pasaría si alguien necesitara ayuda o se pusiera enfermo? Uno de los costes medibles de la especialización en el cerebro es que el proceso de refinamiento por el que un área se especializa la hace cada vez más propensa a hacer menos cosas.
Stefan Knecht y sus colegas demostraron esta mayor vulnerabilidad asociada a la asimetría en un estudio que analizaba la lateralidad del lenguaje, término que los neurocientíficos utilizan para describir hasta qué punto alguna de las funciones cerebrales depende más de un hemisferio que del otro. Para ello, en el laboratorio, primero midieron los cambios en el flujo sanguíneo de los dos hemisferios cuando 324 voluntarios nombraban imágenes.
A continuación, seleccionaron a 20 participantes que tenían diferentes patrones de lateralidad para el habla, con un número aproximadamente igual de personas que dependían de sus hemisferios izquierdo o derecho de forma exclusiva, o de ambos, para la producción del habla. A continuación, para estudiar su vulnerabilidad a las lesiones cerebrales, el equipo de investigación utilizó una herramienta llamada estimulación magnética transcraneal, o EMT para abreviar. La EMT utiliza campos magnéticos para estimular de forma segura y temporal diferentes regiones del cerebro de forma no invasiva. Así, si se estimula una zona una y otra vez durante un tiempo suficiente, se queda sin gas y se crea un efecto llamado «lesión virtual ». Si alguna vez se te ha quedado momentáneamente un punto ciego después de ver una luz brillante, habrás experimentado un fenómeno similar.
Como era de esperar, cuando Knecht y sus colegas crearon lesiones virtuales en el hemisferio del que dependía el habla de una persona, sus participantes se volvieron significativamente más lentos en la tarea lingüística que se les había pedido realizar. Sin embargo, cuanto más equilibrado era el perfil de habla de una persona —es decir, cuanto más implicados estaban ambos hemisferios en el acto de hablar—, menos afectado se veía su comportamiento cuando se fatigaba solo un lado del cerebro mediante EMT. El efecto es similar al de poner en el banquillo a distintos miembros de un equipo y medir la disminución de la productividad resultante. Los diseños cerebrales más equilibrados, como los equipos completos, eran más resistentes a la lesión de un solo jugador.
Pero incluso para la mayoría de los que tenemos la suerte de pasar por la vida sin dañar demasiadas neuronas, la especialización del cerebro tiene un precio. Uno de ellos tiene que ver con cómo se diferencian nuestros hemisferios. Aunque en la introducción dediqué bastante tiempo a explicar cómo la evolución se ha esforzado por introducir en nuestras cabezas la mayor cantidad posible de capacidad cerebral, los mecanismos que hacen que nuestros hemisferios se especialicen pueden ser una excepción a esta regla.
Según la teoría del «desplazamiento a la derecha » propuesta por Marian Annett, la propensión humana a ser asimétricos puede deberse a una variación genética que reduce partes del hemisferio derecho. Según Annett, nuestros cerebros desarrollaron este tipo de sistema de desventaja como una forma de refinar la asignación de tareas en el cerebro. En consonancia con su teoría, los resultados de Annett sugieren que las personas que tienen cerebros más «equilibrados» podrían no ser tan hábiles en las funciones humanas más recientemente evolucionadas (como el lenguaje), pero, en cambio, estarían utilizando más territorio cerebral en la mitades derechas de sus cráneos (que ya verás que es importante para muchas otras cosas, como las habilidades visoespaciales). Por otro lado, sostiene que las personas muy asimétricas tienen menos probabilidades de sufrir déficits en las habilidades relacionadas con el lenguaje, pero más probabilidades de tener problemas con los tipos de tareas que normalmente se asignan al hemisferio derecho, como las tareas visoespaciales.
Y hay otra cosa que me gustaría que tuvieras en cuenta al considerar los costes y beneficios de la especialización de nuestros dos hemisferios. Una de las formas en que tu cerebro se especializa es utilizando centros de procesamiento altamente experimentados llamados módulos. Estos módulos se centran exclusivamente en la tarea que se les ha encomendado y no tienen en cuenta las aportaciones de otras áreas cerebrales mientras realizan su trabajo. El resultado es que un cerebro más especializado tiende a procesar el mundo juntando detalles específicos en lugar de tener en cuenta la imagen completa. En otras palabras, a medida que un cerebro pasa de estar más equilibrado a estar más desequilibrado, su procesamiento pasa de centrarse en las características más globales (a nivel de bosque), a centrarse en detalles más específicos (a nivel de árbol). Hablaremos más sobre ello en la segunda parte del capítulo. Pero lo primero es lo primero, vamos averiguar cuán asimétrico eres.
Evaluación de la lateralidad
Una de las mejores formas de determinar lo asimétrico que es tu cerebro es medir un montón de funciones diferentes en cada hemisferio por separado. Si los hemisferios izquierdo y derecho las realizan igual de bien, es probable que tu cerebro sea más simétrico, pero si un hemisferio tiende a tomar la delantera en estas funciones, es probable que tu cerebro sea más asimétrico.
Empezaremos por una de las asimetrías más obvias de observar en la mayoría de las personas: la preferencia por las manos. Quienes se ganan la vida con las manos, o han sufrido alguna lesión que les impide hacerlo con facilidad, probablemente ya son conscientes de la habilidad que requieren los movimientos precisos con las manos. El resto puede que no sea consciente de una de las ventajas más importantes que han creado nuestras diferencias genéticas con los chimpancés: los pulgares largos. El hecho de que podamos presionar con nuestros pulgares las puntas de cada dedo con niveles precisos de fuerza nos permite ejecutar movimientos que van desde quitar una pestaña de la mejilla de alguien hasta golpear un clavo con un martillo. Y estas tareas cotidianas requieren mucha más capacidad cerebral de la que crees.
De hecho, los circuitos neuronales que controlan el movimiento de las manos son tan vastos que crean una protuberancia en forma de U en el cerebro, llamada nódulo de la mano. Con un poco de entrenamiento, serías capaz de identificar el nódulo de la mano al mirar una foto de tu cerebro en forma de nuez. Se encuentra cerca de la parte superior del córtex motor, una franja del cerebro que va de sien a sien (más o menos donde se aguantarían unas gafas si las apoyaras sobre la cabeza) y controla el movimiento de todas las partes del cuerpo. En la mayoría de las personas, incluso se puede saber si son diestras o zurdas al comparar el tamaño de los dos nódulos de cada hemisferio. Y así es como vamos a empezar el proceso de ingeniería inversa de tu cerebro.
Aunque la mayoría de las personas se identifican como diestras o zurdas, la lateralidad no es una categoría binaria. Cada uno de nosotros se sitúa en un espectro continuo que va de extremadamente diestro a extremadamente zurdo. Averiguar cuál es tu posición en este eje es el primer paso para entender hasta qué punto tu cerebro es asimétrico. Para empezar, te daré un cuestionario que he adaptado basándome en el cuestionario de dominancia de Edimburgo. Esta sencilla lista de comprobación, en la que se pregunta cómo se utilizan las dos manos para las tareas cotidianas, es, con diferencia, la herramienta más utilizada por los neurocientíficos para medir la lateralidad.
Para hacerte una idea de tu posición en el eje de la lateralidad, responde a cada una de las diez preguntas siguientes sobre actividades cotidianas que puedes realizar con la mano derecha o con la izquierda. Para cada acción, responde en una escala que vaya de +2 a -2: Si tu preferencia para esta actividad es tan marcadamente diestra que nunca utilizarías la mano izquierda, responde con +2; si prefieres utilizar la mano derecha para esta actividad, pero ocasionalmente puedes utilizar también la izquierda, responde con +1; si es realmente indiferente, y utilizas ambas manos igual de bien y con la misma frecuencia para realizar esta tarea, responde con 0; si prefieres utilizar la mano izquierda para esta actividad, pero también puedes utilizar ocasionalmente la derecha, responde con un -1, y, por último, si tu preferencia para esta actividad es tan marcadamente zurda que nunca utilizarías la mano derecha, responde con un -2. Solo debes dejar una pregunta en blanco si no tienes experiencia con la actividad en cuestión (y si nunca has cogido una escoba o un cepillo de dientes, haré todo lo posible por no juzgarte, ya que es antitético con mis objetivos al escribir este libro…).
Ahora vamos a calcular tu índice de lateralidad. Para calcular tu respuesta «media», suma las respuestas a cada una de las diez preguntas y divide su suma por diez. Para comprobar tus cálculos, el resultado debe situarse entre -2 (fuerte y sistemáticamente zurdo) y +2 (fuerte y sistemáticamente diestro). Cuanto más cerca estés de los extremos de esta distribución, más asimétrico será tu cerebro. Si obtuviste puntuaciones más cercanas al medio (entre -1 y +1), los diestros mixtos, probablemente tengas un mayor equilibrio en las capacidades de tus dos hemisferios. Aun así, es probable que te identifique como diestro o zurdo en función de tus respuestas a las primeras preguntas. A medida que te desplazas de la parte superior a la inferior de la escala, la precisión necesaria para ejecutar los movimientos suele disminuir, lo que abre la posibilidad de que un hemisferio menos habilidoso haga un trabajo adecuado.
Entonces, ¿qué me dice tu grado de lateralidad sobre lo asimétrico que es tu cerebro? Lo primero que hay que tener en cuenta es que la corteza motora del hemisferio izquierdo del cerebro controla la mitad derecha del cuerpo y viceversa.6 Si eres muy diestro, es probable que la corteza motora de tu hemisferio izquierdo, sobre todo alrededor del nódulo de la mano, sea mayor. Lo contrario ocurre con el porcentaje mucho menor de la población que es extremadamente zurda. Dentro de un rato hablaremos de las implicaciones más amplias de lo que esto influye en tu forma de funcionar. De momento, veamos otras funciones, para ver si tu cerebro está más equilibrado o más desequilibrado en sus tareas.
Para empezar, vamos a fijarnos en los pies. Aunque nuestros pies son mucho menos hábiles que nuestras manos, la mayoría de las personas asimétricas también mostrarán preferencia por utilizar un pie sobre el otro al ejecutar movimientos hábiles. ¿Con qué pie sueles chutar una pelota? Al subir las escaleras, ¿con qué pie te apoyas? ¿Y si te pidiera que pusieras la punta del pie sobre una moneda de 25 céntimos? ¿Elegirías instintivamente un pie en lugar del otro? La mayoría de las personas encontrarán estas habilidades más intercambiables con los pies que con las manos, pero si respondieras sistemáticamente con un solo pie a cada una de estas preguntas, esto proporcionaría una prueba más de que las habilidades están distribuidas de forma desigual en tus dos hemisferios.
Pasemos ahora a una función todavía más sutil, la diferencia entre cómo se utilizan los dos ojos. Aunque ambos ojos transmiten información al cerebro sobre el mundo exterior, algunos dependemos más de la información que nos llega por un ojo que por el otro. Y un dato curioso: ¡la mayoría de las personas prefieren que la información les llegue por el ojo derecho!7 Podríamos evaluar la dominancia ocular de la misma forma que lo hacíamos con la lateralidad, haciéndote preguntas como con qué ojo mirarías en un microscopio o en el visor de una cámara. Pero también podemos medirlo de forma un poco más objetiva con el siguiente experimento de «avistamiento»: busca un objeto situado a una distancia de entre 2,5 y 3 metros y coloca uno de tus dedos índices frente a él. Con los dos ojos abiertos, puede que tengas la sensación de «ver a través» de tu dedo o puede que tengas la sensación de ver dos dedos (dependiendo de donde estés enfocando), pero haz todo lo posible por enfocar el objeto y colocar tu dedo de forma que esté en línea recta entre tú y el objeto. Ahora, cierra el ojo izquierdo. ¿Qué ha ocurrido? Si parece que el dedo está bloqueando el objeto, es que tienes el ojo derecho dominante. Si ahora parece que el dedo está apartado del objeto, prueba a cerrar el ojo derecho. ¿Está alineado? Si es así, tienes el ojo izquierdo dominante. Siempre que hayas elegido algo que esté lo suficientemente lejos, si tu dedo no se alinea al cerrar cualquiera de los dos ojos, tienes dominancia mixta.
A estas alturas deberías estar empezando a ver un patrón. Los que sois muy asimétricos tenéis más probabilidades de preferir un lado del cuerpo que el otro. Otros, con cerebros más equilibrados, sois más propensos a tener preferencias mixtas dentro de cualquier parte del cuerpo y más propensos a fluctuar con respecto a los lados que preferís en diferentes partes del cuerpo. Pero ahora vamos a probar un tipo de prueba totalmente diferente, que evalúa cómo los dos hemisferios pueden entender el mundo de forma similar o diferente.
Echa un vistazo a las dos caras a continuación. ¿Cuál te parece que está más feliz?

Si estás pensando que se trata de una pregunta trampa —porque es la misma cara presentada en espejo invertido— estás en lo cierto… Pero inténtalo de nuevo con menos racionalidad y más sentimiento. Si enfocas tus ojos en el centro de cada cara, ¿te parece una más feliz que la otra?
Estos rostros quiméricos se utilizan a menudo en la investigación para averiguar cómo responden los dos hemisferios a las expresiones faciales de emoción. Se basan en la forma en que están cableados los ojos, que mencioné en la introducción. La información a la izquierda de la nariz va primero al hemisferio derecho y viceversa. Así que si eliges la cara de abajo, tu cerebro utiliza más información procesada por el hemisferio derecho para tomar su decisión. Pero si eliges la cara de arriba, tu cerebro confía más en el hemisferio izquierdo. Por supuesto, para aquellos con cerebros más asimétricos, las caras pueden haber sido realmente similares y simplemente se ha hecho una conjetura al azar sobre cuál de las dos parecía más feliz. Las pruebas de laboratorio que utilizan este tipo de caras para evaluar la lateralidad suelen mostrar a los participantes muchas caras diferentes para poder saber hasta qué punto una persona depende de un hemisferio frente al otro. De momento, tendrás que confiar en tu intuición, por imperfecta que sea.
En conjunto, la información de estas evaluaciones puede proporcionar una idea bastante aproximada de las diferencias entre los dos hemisferios cerebrales. En las siguientes secciones, analizaremos algunas de las investigaciones que han examinado cómo se relacionan las diferencias de asimetría con la forma en que el cerebro comprende el mundo que le rodea. Pero antes, hablemos un poco de la frecuencia con la que se producen los distintos patrones de resultados. Entre otras cosas, esta información te permitirá comprender hasta qué punto es probable que cualquier estudio que leas sobre «cerebros estándares» sea representativo de cómo funciona tu cerebro.

Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: