Camboya y Laos: los daños colaterales de la Guerra de Vietnam en los que se expandió el comunismo a pesar de la intervención de EE. UU.

La ‘vietnamización’ de la guerra impulsada por el presidente Richard Nixon y su secretario de Estado Henry Kissinger incluyó el intento de procurar un entorno geoestratégico de seguridad a Vietnam del Sur en sus fronteras con Camboya y Laos, donde anidaban las guerrillas comunistas de ambos países y sus aliados del Vietcong.

Para ello, era imprescindible neutralizar la denominada Ruta Ho Chi Minh, la vía por la que los norvietnamitas enviaban hombres, armas, municiones y todo tipo de suministros a sus fuerzas diseminadas por distintas zonas del sur: un conjunto de caminos y senderos construidos a través de zonas selváticas y abruptas que, con un total de 16.000 kilómetros, bajaba por los territorios laosiano y camboyano, de norte a sur y en paralelo a la frontera con Vietnam.

La fuerza naval estadounidense mantenía un férreo control sobre la costa vietnamita, lo que convertía a la Ruta Ho Chi Minh en una artería vital para mantener viva la lucha del Norte contra el Sur.

La ‘Operación Menú’

Nixon, recién llegado a la Casa Blanca en marzo de 1969, decidió emprender una campaña de bombardeos secretos contra Laos y Camboya, en teoría neutrales; un capítulo más de una presidencia que propiciaría una larga cadena de acciones ilegales y campañas encubiertas hasta hundirse en el Watergate.

Nixon anunciando en televisión la invasión de Camboya y Laos
En marzo de 1969, Nixon ordenó una serie de bombardeos secretos contra Camboya y Laos. Fue el preludio a la invasión terrestre de ambos países en 1970, que Nixon anunció en una aparición televisiva a nivel nacional (arriba) justificándola como una respuesta a ataques norvietnamitas. Foto: ASC.

El presidente quería así evitar fricciones con el Congreso, al tiempo que minimizar las críticas de los medios y las protestas en los campus. Con el nombre en clave de ‘Operación Menú’, la Administración estadounidense montó un sofisticado sistema para encubrir los bombardeos. Los aviones B-52 volaban a una posición dentro de Vietnam del Sur, pero una vez allí recibían las coordenadas de los objetivos en Laos y Camboya.

Aparte de los pilotos y navegadores, solo un reducido número de personas estaba al tanto de las operaciones. Una vez de regreso, toda la información era destruida y borrada de los ordenadores. Después se elaboraba una nueva documentación, reemplazando los objetivos camboyanos y laosianos por otros nuevos en el sur de Vietnam.

Pese a todas las precauciones que se adoptaron, las irregularidades eran tantas y de tal calibre que, solo un mes después de comenzar, la prensa, a través del New York Times, reveló la existencia de los bombardeos secretos. El escándalo tardó en llegar cuatro años al Congreso y, aunque el cúmulo de engaños e ilegalidades era mucho mayor que el del Watergate, diversas circunstancias judiciales y partidarias –cinco congresistas habían sido informados, pero mantuvieron silencio– evitaron que los cargos contra Nixon tuvieran mayor recorrido.

Tras las bombas, la invasión

Los ataques aéreos hicieron de Laos el país más bombardeado de la historia –más de dos millones de toneladas de explosivos–, y hoy día aún lo sigue siendo. Los aviones estadounidenses llevaron a cabo más de 584.000 misiones y lanzaron al menos 260 millones de explosivos de diferentes tipos. Además de napalm, la mayoría de los proyectiles fueron mortíferas bombas de racimo antipersona, que causaron 50.000 víctimas, 29.000 de ellas mortales.

En Camboya, a su vez, cayeron 500.000 toneladas de explosivos, que provocaron al menos 600.000 muertos. Sin embargo, los magros resultados estratégicos de los bombardeos fueron incapaces de cambiar el rumbo del conflicto y la guerrilla norvietnamita no tardó demasiado en reparar los daños ocasionados en sus bases y rutas de aprovisionamiento.

Invasión de Camboya
El Ejército de la República de Vietnam (ERVN) realizó un total de 13 incursiones en Camboya entre el 29 de abril y el 22 de julio de 1970, y las fuerzas estadounidenses actuaron entre el 1 de mayo y el 30 de junio. En la imagen, soldados norteamericanos durante esa acción. Foto: Getty.

El duro castigo aéreo fue preludio de la invasión, a partir del 29 de abril de 1970, de zonas fronterizas de Camboya por una fuerza combinada de tropas survietnamitas y estadounidenses. Los objetivos fueron las zonas de Pico del Loro y El Anzuelo, donde se creía que estaban las principales bases norvietnamitas y su famoso cuartel general para Vietnam del Sur, aunque al final nunca se dio con él.

Nixon cantó victoria cuando sus mandos militares le informaron de las graves pérdidas sufridas por el Ejército de Vietnam del Norte y el Vietcong. Sin embargo, la propia CIA puso en duda las cifras oficiales y, en cualquier caso, el éxito fue realmente efímero.

La lógica de guerra del Pentágono impuso que la misma táctica que se había aplicado para apuntalar las fronteras camboyanas se repitiera con las de Laos. Los objetivos seguían siendo la Ruta Ho Chi Minh y las bases de la guerrilla y del Ejército norvietnamita. En esta ocasión, y para dar sentido a la política de ‘vietnamización’, solo participaron fuerzas vietnamitas (con apoyo aéreo estadounidense).

La ofensiva denominada Operación Lam Son 719, lanzada el 1 de enero de 1971, consiguió abrir sobre territorio laosiano un pasillo de 35 km de largo y 25 de ancho. Sin embargo, apenas una docena de días después las unidades norvietnamitas contraatacaron y comenzaron los problemas.

Operación Lam Son 719
En el mapa vemos el pasillo de 35 km de largo y 25 de ancho que abrió el ejército de Vietnam del Sur sobre territorio laosiano con la Operación Lam Son 719, lanzada el 1 de enero de 1971. Foto: ASC.

Frente a la cuestionable victoria en Camboya del año anterior, la acción sobre Laos acabó en un auténtico desastre, con pérdidas humanas y de equipo abrumadoras. La derrota sirvió para que las tropas de Hanói tomaran prácticamente el control de Laos y lo convirtieran en una pieza más a su favor en la guerra.

El príncipe, el general y la guerrilla

Para lanzar la invasión de Camboya, Estados Unidos había aprovechado la caída del príncipe Norodom Sihanouk, derrocado por el general anticomunista Lon Nol el 18 de marzo de 1970. Hasta entonces, el monarca había preservado a su país de la guerra con una aparente neutralidad que, en realidad y a través de un pacto secreto, había servido para que las fuerzas norvietnamitas utilizaran el territorio camboyano como refugio para descanso de sus tropas, así como para la logística de sus suministros a través de la Ruta Ho Chin Minh y el puerto de Sihanoukville.

General anticomunista Lon Nol
El general anticomunista Lon Nol, que derrocó al príncipe Sihanouk en marzo de 1970 y apoyaría a EE UU en el conflicto. Foto: Getty.

Como el propio príncipe confesó, nunca creyó en una victoria final de Estados Unidos en Vietnam y, como sucedió con los franceses, estaba convencido de que el derroche militar y humano no serviría para frenar a los comunistas del Norte. Lon Nol, por el contrario, se decantó por el apoyo a Estados Unidos e implicó de forma directa a Camboya en la guerra.

El bombardeo masivo y la invasión de Camboya tuvieron unas consecuencias desastrosas para los intereses estadounidenses y terribles para el futuro de los propios camboyanos. La destrucción y muerte provocadas por los aviones de EE. UU. pusieron en contra del gobierno a la mayoritaria población campesina y dieron un aliento crucial a los Jemeres Rojos, una guerrilla en principio no demasiado activa con raíces en el Partido Comunista de Camboya (más tarde rebautizado como Partido Democrático de Kampuchea).

Dos jóvenes guerrilleras camboyanas
Jemeres Rojos el nombre con el que fueron conocidos los miembros del Partido Comunista de Kampuchea, que tomó el poder en Camboya el 17 de abril de 1975. En la imagen, dos jóvenes guerrilleras recorren en moto las calles de la capital, Phnom Penh, en esas fechas. Foto: Getty.

Aunque en un primer momento el propio príncipe Sihanouk los había menospreciado, el golpe de Lon Nol hizo que se incrementaran sus filas de forma notable y que redoblaran la lucha armada. La consecuencia inmediata fue que un conato de guerra civil que se mantenía a fuego medio desde 1967 se reavivara en 1970 con inusitada fuerza, contagiado por el conflicto vietnamita.

Victoria de los Jemeres Rojos

Forzado a exiliarse, el derrocado príncipe Sihanouk protagonizó una de sus múltiples piruetas políticas y, de combatirlos sin desmayo, pasó a aliarse con los Jemeres Rojos para apoyar a Vietnam del Norte y luchar contra Estados Unidos y el gobierno de Lon Nol.

Príncipe camboyano Sihanouk
El príncipe Sihanouk, jefe de Estado de Camboya. Foto: Getty.

China apadrinó a las nuevas fuerzas rebeldes y acogió en Pekín al llamado Real Gobierno de la Unidad Nacional de Kampuchea, presidido por Sihanouk. La figura del monarca fue usada por los Jemeres Rojos como un emblema de unidad en un momento en que sus hombres dominaban ya al Ejército de Liberación de Camboya que luchaba contra el gobierno de Lon Nol, respaldado por Washington y la CIA.

La decisión de Nixon de intensificar los bombardeos aéreos y la aprobación de una ayuda presupuestaria estadounidense de 85 millones de dólares no frenaron los avances de los Jemeres Rojos y del Vietcong. El derrumbe era inevitable y, tras la apresurada salida del país de Lon Nol y sus protectores, los Jemeres tomaron la capital camboyana, Phnom Penh, el 17 de abril de 1975.

Los Jemeres Rojos celebran la caída de Phnom Penh
Eufóricos, los Jemeres Rojos celebran su entrada en la capital de Camboya. El gobierno de Lon Nol se acababa de rendir a las tropas comunistas de Pol Pot tras 117 días de dura lucha. Foto: Getty.

Pronto se vio que el recurso a Sihanouk había sido una mera excusa táctica de los Jemeres Rojos para conseguir la unidad y el favor del campesinado. Eran conscientes de que la monarquía y el budismo eran los componentes básicos de una tradición con fuertes raíces en el país, sobre todo en el campo.

A pesar de que le habían prometido restituirle el poder, una vez alcanzada la victoria, el monarca pasó a ser un elemento decorativo y a punto estuvo de ser ejecutado. Solo la presión de China le permitió salvar la vida y salir del país para exiliarse primero en Corea del Norte y luego en la misma China.

Algunos responsables del antiguo régimen que no estaban en una supuesta lista negra elaborada por los Jemeres, entre los que figuraban el primer ministro Long Boret y el príncipe Sisowath Sirik Matak, confiaron en la influencia de Sihanouk en el nuevo gobierno y optaron por permanecer en Camboya y no huir, como había hecho Lon Nol. Todos fueron ejecutados. Los Jemeres Rojos pronto confirmaron los peores presagios e instauraron –a partir de lo que su líder, Pol Pot, denominó Año Cero– un régimen de terror que supuso la desaparición de casi la cuarta parte de la población camboyana.

Todos contra todos

Además de la hambruna y las prácticas genocidas de los Jemeres Rojos, Camboya tampoco pudo evitar otra guerra. El nuevo poder de Pol Pot pronto se desmarcó de sus antiguos protectores y, el mismo año de su victoria, decidió expulsar del país a los militares y asesores norvietnamitas. El temor al expansionismo del régimen de Hanói, tras su triunfo y la anexión del Sur, alimentaron la rivalidad vecinal.

Pol Pot
Pol Pot (en la imagen), el llamado ‘hermano número uno’, y sus secuaces quisieron imponer una sociedad basada exclusivamente en la agricultura y el campesinado y que acabase con todo vestigio burgués o capitalista. Foto: Getty.

Los ataques y matanzas del ejército jemer en territorio vietnamita no cesaron, pese a los varios acuerdos de alto el fuego suscritos entre Hanói y Phnom Penh. Pol Pot y sus socios confiaron en el respaldo de China y no cejaron en su desafío con nuevas ofensivas. Este respaldo les hacía subestimar la abismal diferencia de tamaño de la población de sus países –Camboya, siete millones, y Vietnam, más de 50– y de sus ejércitos (más de medio millón de soldados vietnamitas frente a unos 70.000 camboyanos).

Pese a la advertencia expresa lanzada por Pekín de intervenir si Vietnam se excedía en sus ataques, Hanói emprendió en diciembre de 1978 una amplia ofensiva sobre Camboya que expulsó del poder a los Jemeres Rojos para sustituirlos por sus protegidos, los opositores del Frente Unido Camboyano para la Salvación Nacional (KUNFS, por sus siglas en inglés). China cumpliría sus amenazas con un ambicioso ataque sobre territorio de Vietnam, aunque resultaría fallido y pronto habría de retirarse ante el empuje de sus antiguos aliados, que le ocasionaron fuertes pérdidas.

La invasión vietnamita prolongó el martirio de Camboya con más destrucción y sufrimiento. A los 100.000 civiles y 50.000 militares camboyanos muertos, se añadieron las secuelas de la guerra. La negativa de los vietnamitas a permitir que llegara la ayuda humanitaria a las zonas que controlaban los Jemeres Rojos hizo que, a lo largo del año siguiente a la derrota de estos, murieran por hambre miles de camboyanos. Algunas fuentes apuntan a más de 600.000.

Otro fracaso de EE. UU.

En Laos, los efectos colaterales de la Guerra de Vietnam fueron también catastróficos. No solo fue el país más bombardeado del mundo, sino también el más minado. Un tercio de las bombas no explotaron y permanecieron dispersas por el territorio como una amenaza permanente para toda la población. La llamada artillería sin explotar (UXO) ha causado al menos 50.000 víctimas (muertes, graves mutilaciones y discapacidades). Especialmente dañinas son las bombas de racimo, con sus 200 esferas de acero que, al esparcirse, provocan amputaciones espantosas.

Jóvenes laosianos llevan bombas desactivadas a un mercado
Un tercio de las bombas utilizadas en Laos no explotaron, causando posteriormente al menos 50.000 víctimas entre muertos, heridos y mutilados. En la imagen, unos jóvenes laosianos llevan bombas desactivadas a un mercado de chatarra en 2005 (el metal, de alta calidad, es bastante valioso).

Como en Camboya, el ingente sacrificio humano fue, además, inútil para el intento de Washington de erigir un muro de contención al comunismo. La guerrilla comunista del Pathet Lao, apoyada por los norvietnamitas, no tardó en hacerse con el poder tras la estampida de los estadounidenses. EE. UU., pues, fracasó y Vietnam del Sur, Camboya y Laos quedaron en la órbita comunista, aunque los rumbos geoestratégicos en el sureste asiático siguieron una trayectoria posterior que nunca se habrían imaginado las mentes guerreras del Pentágono.

El final de la Guerra Fría –con el derrumbe de la URSS y el pragmatismo de China– han hecho que los sistemas comunistas en Asia se batan en retirada ante el empuje del capitalismo globalizador, y prácticamente todos, excepto Corea del Norte, han recurrido a profundas reformas de libre mercado para sobrevivir.

Cortesía de Muy Interesante



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