
A veces, las grandes historias comienzan con un simple gesto de todos los días. En el caso del artista mexicano Ricardo Garduño, conocido como Rygard, todo empezó con una historia de Instagram. Una noche, durante un evento de la marca Levi’s, Rygard pintó en vivo el retrato de su pareja sobre una chamarra de mezclilla. Alguien grabó el momento y lo subió a redes sociales. Ese video, aparentemente efímero, se convirtió en el punto de partida de una cadena de coincidencias que lo llevaría hasta el Vaticano, con una obra suya presente durante la canonización del joven beato Carlo Acutis, conocido como el “ciberapóstol de la Eucaristía”.
“Al descubrir su historia sentí una conexión muy profunda con su manera de vivir la fe en lo cotidiano. Me conmovió cómo, siendo tan joven, encontraba en la Eucaristía y en su vida diaria un espacio de trascendencia. Mi motivación fue rendirle homenaje a través del arte, intentando traducir esa luz interior que él transmitía.”, recordó Rygard
La obra de Rygard dedicada a Carlo Acutis combina la tradición del arte sacro con un lenguaje visual contemporáneo. En ella, el artista creó una “aureola digital”, un círculo dorado que, en lugar de ser un halo clásico, se transforma en un circuito electrónico.
“Es un símbolo perfecto de cómo Carlo integró el mundo digital como herramienta para la fe. Para mí fue como si él me hubiera elegido a mí para pintarlo.”, explica.
Carlo Acutis según Rygard.
La psicología del color ocupa un lugar central en la pieza. El rojo de la camisa representa energía, vitalidad y amor; el azul profundo del fondo alude a la espiritualidad y al misterio del cielo; y el dorado de la aureola y los circuitos evoca lo divino y lo eterno.
“El contraste cromático entre rojo, azul y dorado equilibra la tierra, el cielo y la divinidad. Así, el espectador percibe simultáneamente lo humano, lo espiritual y lo trascendente en una misma composición”, señala Rygard.
La pintura no es solo un retrato, sino un puente simbólico entre lo humano y lo divino, una metáfora visual del propio Carlo Acutis, quien logró hacer de la tecnología una extensión de su fe.
“La aureola digital es una metáfora poderosa de su misión: santificar lo contemporáneo, incluso la tecnología, y ponerla al servicio de la fe”, afirma el artista.
Ver su obra en el Vaticano fue, para Rygard, un momento profundamente espiritual.
“No lo viví como un triunfo personal, sino como una experiencia compartida, donde mi arte se convirtió en un puente silencioso entre la fe de Carlo y quienes lo celebraban como santo.”
Esa conexión entre el arte y la trascendencia continúa ahora con la colocación de la pintura en la Basílica de Zapopan, un gesto que el artista describe con humildad y gratitud:
“La Basílica es un santuario de fe y esperanza. Espero que al contemplarla, los fieles sientan paz y se reconozcan en la mirada luminosa de Carlo.”
Carlo Acutis, según Rygard.
Rygard es ampliamente reconocido por sus pianos intervenidos, obras donde fusiona música, pintura y surrealismo. Aunque los lenguajes cambien, él encuentra un hilo conductor entre ambos mundos.
“En mis pianos juego con lo surreal, con lo onírico; en esta pintura busqué lo trascendente. En ambos casos intento que el espectador entre en un territorio donde lo cotidiano se transforma en experiencia espiritual o poética.”
La precisión del retrato fue clave para transmitir tanto la humanidad como la dimensión espiritual de Carlo.
“Me enfoqué en su mirada y en su gesto. Quise que se sintiera cercano, con la frescura propia de un joven de su edad, pero también que irradiara algo más profundo, una paz que no viene solo de él sino de su fe.”
Quizá la reflexión más contundente del artista sea sobre el papel del arte en los espacios sagrados: “El arte en espacios sagrados debe ser más que decoración; debe convertirse en un canal de encuentro con lo divino. El artista tiene la responsabilidad de trabajar con verdad, con respeto y con una intención que sea oración antes que exhibición.”
Esa frase resume la esencia de su obra y, al mismo tiempo, el espíritu de Carlo Acutis: un joven que hizo de la fe algo cotidiano, y de la tecnología, un camino hacia lo eterno. Con su pincel, Rygard nos recuerda que la santidad también puede habitar en el siglo XXI, entre circuitos dorados, miradas luminosas y colores que respiran trascendencia.
Cortesía de El Economista
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