Carta a Alejandro Zohn, 25 años después


Raíces en el exilio, frutos en Guadalajara

Querido Alejandro,

Han pasado ya veinticinco años desde tu partida, y sin embargo, tus ideas siguen resonando en nuestras calles, plazas y viviendas. Fuiste más que un arquitecto; fuiste un pensador urbano que entendió la ciudad como una extensión del ser humano, no como un resultado del mercado.

Naciste en Viena, Austria, en 1930. Apenas tenías ocho años cuando llegaste a México, escapando de la violencia del nazismo. La tragedia global que desató la Segunda Guerra Mundial trajo tu talento hasta estas tierras, donde pronto te convertirías en una de las figuras más importantes del patrimonio construido en Jalisco y del pensamiento arquitectónico en México. Puede que algunas personas no reconozcan tu nombre, pero casi todas han recorrido alguna vez tus obras: el Mercado San Juan de Dios, Plaza del Sol, la Concha Acústica del Parque Agua Azul, el Archivo del Estado, la Iglesia del Nazareno, o las unidades habitacionales CTM-Atemajac y Ricardo Flores Magón. También está ahí la Unidad Díaz Ordaz, base de modelos habitacionales que inspiraron al propio INFONAVIT, entre muchos otros.

Fuiste defensor de una vivienda digna, de alta densidad y baja altura, pensada desde lo humano. Un verdadero puente entre el Estado, la academia y la iniciativa privada. Decías que el arquitecto trabaja sobre dos ejes: utilidad y eficiencia, sí, pero también la capacidad de comunicar algo profundo al habitante. Una vivienda —creías— no debía ser solo un refugio, sino una herramienta para una vida más plena.

Advertencias ignoradas

Hoy, querido Alejandro, es difícil no escribirte con cierta tristeza. La ciudad que ayudaste a imaginar está siendo desfigurada por inercias que tú mismo advertiste. Guadalajara y su zona metropolitana crecen sin freno, y no necesariamente hacia arriba por densidad inteligente, sino por ambición desmedida. “Las alturas excesivas rompen con las proporciones de las ciudades”, dijiste alguna vez. Tenías razón. Hoy abundan las torres ajenas al entorno, desconectadas de la escala humana. Son símbolos de una ciudad pensada para unos cuantos intereses, sin vocación de servicio para las ciudadanas y ciudadanos. 

También advertiste sobre la monotonía de las viviendas sociales construidas sin escuchar a quienes las habitarían. Esa monotonía hoy se repite en los fraccionamientos cerrados, en los centros comerciales, en los espacios laborales: lugares sin identidad, sin comunidad, sin alma.

La brecha entre el salario y el costo de una vivienda digna es escandalosa. El mercado ha sido secuestrado por el sector financiero, políticos, valuadores y mercadólogos. ¿Dónde quedaron las ideas que florecieron en los años setenta, cuando se construyeron excelentes ejemplos de vivienda colectiva y espacio público? ¿Por qué no tuvimos la capacidad —o la voluntad— de darles continuidad? Hoy, nuestras estructuras de gobierno se ven sobrepasadas en la responsabilidad de planear, habitar y cuidar la ciudad. El resultado es una urbe segregada, horizontal hasta el agotamiento, desigual y congestionada, donde la inseguridad encuentra en la mala planificación su mejor aliada.

Una brújula para la ciudad futura

Alejandro, hoy más que nunca necesitamos que tu pensamiento vuelva a estar presente en la conversación pública. Que se escuche tu voz en medio del ruido de una ciudad que parece haber perdido el rumbo. Necesitamos volver a tus principios: verdad, justicia y amor. No como ideas románticas, sino como cimientos para la acción colectiva.

Pero tenemos que reconocerlo: ni siquiera algunas personas que llevan tu apellido han estado a la altura de tu legado. Y si tus propios descendientes no lo respetan ni lo protegen, ¿qué podemos esperar del resto de la sociedad? Nos toca predicar con el ejemplo, no con la nostalgia. No basta con nombrarte en homenajes si no somos capaces de defender las ideas que sembraste: una ciudad más justa, más humana, más digna.

Hoy vemos cómo se insiste en repetir los mismos errores: ciudades fragmentadas, proyectos sin identidad, decisiones que privilegian la rentabilidad por encima del bienestar común. Hablamos de planeación, pero sin visión a largo plazo; hablamos de vivienda, pero sin escuchar a quienes la habitan. Urge regresar a lo que tú ya sabías: que la mezcla social y de usos no es un lujo, sino una necesidad básica para la vida urbana. Que el espacio público debe ser articulador, no residuo. Que la vivienda debe evolucionar con las personas, no en su contra. Que el derecho a la ciudad no debe estar vinculado a los sectores socioeconómicos y que las malas decisiones afectan a todas y todos por igual.

El INFONAVIT necesita que tu ejemplo lo ilumine de nuevo: que recuerde que se puede construir comunidad desde lo colectivo, no desde la repetición infinita de modelos inertes. Pero tu ejemplo no puede quedar solo ahí; necesitamos que muchos más entes de gobierno y del sector privado se vean contagiados de tu legado.

Y tenemos que hacernos una pregunta con seriedad: ¿en manos de quién están nuestras ciudades? Hay funcionarios y funcionarias con capacidad, pero con las manos atadas por estructuras políticas frágiles, agendas cortoplacistas, proyectos reactivos, decisiones al vapor. Y una sociedad que, entre la indiferencia y la impotencia, ha dejado de exigir. Los gobiernos no pueden solos. Tampoco el mercado. Hace falta volver a construir confianza, generar alianzas reales, comprometer a todos los actores. Repartir con justicia la responsabilidad del derecho a la ciudad.

Tú supiste ser un orquestador de todo eso. Hoy nos toca preguntarnos: ¿quién tomará ahora la batuta?

Alejandro, no necesitamos otra guerra mundial para que aparezcan mentes lúcidas que nos ayuden a repensar lo que ya debería estar resuelto. Lo que sí necesitamos es valentía, memoria y compromiso. Y para eso, tu legado sigue siendo una brújula.

Con esperanza,
La ciudadanía tapatía.

Adolfo de la Torre González:

Arquitecto por la Benemérita Universidad de Guadalajara y Maestro en Vivienda Colectiva y Ciudad por la Universidad Politécnica de Madrid, ETSAM y la ETH Zurich. Co-coordinador del programa “Escalas de la Ciudad: Vivienda, Barrio, Territorio.” en el Tecnológico de Monterrey, así como, catedrático de proyectos en la Benemérita Universidad de Guadalajara.

Arturo Sicilia Orozco:

Arquitecto por el ITESO, con diplomado en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural Edificado. Fundador de Taller Binario, enfoca su práctica en el diseño sostenible y el desarrollo de proyectos con impacto ambiental y social. Participó en el Taller de Vivienda Colectiva Contemporánea con Zaida Muxí y Josep Maria Montaner, coordinado por Graziano Brau Pani. Con más de ocho años de experiencia, ha liderado equipos multidisciplinarios en proyectos de arquitectura, ciudad y territorio.

Cortesía de El Informador



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