CDMX: El pasto que paga la guerra morenista

Dice un dicho africano que si los elefantes pelean, el que sufre es el pasto.

Si los grupos del régimen pelean por el dominio político de la Ciudad de México, las consecuencias serán para la propia capital y sus habitantes, como ya lo estamos viendo.

La combinación que enciende los focos de alerta se compone de un gobierno local altamente ineficiente y la ausencia del liderazgo caciquil que era el único pegamento que aglutinaba a todas las corrientes políticas afines.

A nivel federal y a un año de la salida del poder formal de López Obrador, se generaliza la idea de que la presidenta Claudia Sheinbaum pretendería buscar sus propios espacios de poder.

El destape del peor escándalo de corrupción en la historia contemporánea de México, con el caso del huachicol fiscal, que ocurrió en el sexenio de López Obrador y tan cerca de él, fue de la autoría de esta administración. Y ahora Sheinbaum tendrá que decidir si ese caso salpica a su propio gobierno con la impunidad o al inmediato anterior con el castigo.

El otro evidente rompimiento con el hermano político de López Obrador, Adán Augusto López, quien hoy contraataca porque tiene el agua hasta el cuello y también eso es de manufactura del Segundo Piso de la Transformación.

Así, a nivel federal, la Presidenta tiene márgenes de popularidad que le permiten resistir el fuego amigo, incluso si desde Palenque se pretendiera activar el botón de emergencia de la revocación de mandato.

Pero el punto débil de la autollamada Cuarta Transformación es donde todo empezó. La Ciudad de México está mal gobernada por Clara Brugada y eso hace que grupos políticos del mismo movimiento, que hoy sienten los efectos de la orfandad, vean en ello una oportunidad de tomar el poder.

Falta visión, proyecto e inversión adecuada en una ciudad que en 30 años de gobiernos de la llamada izquierda se ha deteriorado hasta el punto actual en el que la actual administración local ya no invierte ni en lo básico, como tapar los baches.

La encuesta es de quien la paga, pero incluso en esos sondeos cómodos se puede ver que el crimen, la corrupción y la falta de agua superan 75% de opiniones negativas de los capitalinos.

Ese es el terreno fértil para que los grupos internos vean la oportunidad de hacerse del poder. La oposición formal está borrada, la oposición de facto pertenece a las mismas siglas partidistas y muchos suelen ser violentos.

Lo que ocurrió el pasado 2 de octubre corre por ese carril. Esos grupos delincuenciales que destruyeron, hirieron y robaron son controlados, financiados y enviados por liderazgos políticos de la llamada izquierda.

Confundir contención con represión, tener miedo de ser gobierno, permitir que 94 de sus policías terminen heridos, en medio de saqueos, explosiones e incendios, es justo lo que quieren los opositores internos del propio régimen.

¿Cuánto resiste ante la opinión pública la honorabilidad de un jefe de la policía antes de reclamar a nombre de su gente?

La debilidad en la gobernanza de la Ciudad de México puede agregar el peligroso escenario de ser un campo de batalla interno por el poder entre esos grupos que sabemos que son radicales y violentos.

Falta visión, proyecto e inversión adecuada en una ciudad que en 30 años de gobierno de la izquierda se ha deteriorado.

Cortesía de El Economista



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