CELAC-China: una oportunidad para consolidar el futuro  

El pasado 13 de mayo, Beijing fue sede de la IV Reunión Ministerial del Foro China-CELAC, un espacio que cumple ya una década como ámbito privilegiado para el diálogo y la cooperación entre América Latina y la República Popular China. En su discurso de apertura, el presidente Xi Jinping anunció cinco programas de cooperación con América Latina y el Caribe – enfocados en fortalecer la solidaridad política y el multilateralismo, el desarrollo económico, el intercambio cultural, la seguridad y la relación entre pueblos – para construir juntos la comunidad de futuro compartido regida por principios de igualdad, inclusión y beneficio mutuo. Como resultado del encuentro se adoptaron dos documentos fundamentales: la Declaración de Beijing y el Plan de Acción Conjunto CELAC-CHINA para la Cooperación en Áreas Clave (2025-2027). La República Argentina estuvo ausente del Plenario Ministerial y fue el único país que no participó en la adopción de estos documentos.

La consolidación e importancia de este espacio no puede entenderse sin mirar el telón de fondo. Desde finales del siglo XX y con mayor intensidad en las primeras décadas del siglo XXI, el mundo ha transitado desde una estructura unipolar, centrada en la hegemonía estadounidense derivada del fin de la Guerra Fría, hacia un orden multipolar no hegemónico. La emergencia de nuevos centros de poder – como China, India, los BRICS o la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) – que disputan, cada vez con mayor legitimidad, las reglas del juego, configura un escenario más fragmentado, pero también más plural, donde la posibilidad de trazar y llevar adelante un proyecto estratégico de política exterior se vuelve una necesidad urgente. Para los países de América Latina y el Caribe, esta reconfiguración ofrece una ventana histórica: la posibilidad de diversificar relaciones, reducir dependencias estructurales y ejercer una política exterior en función de sus necesidades y su visión de futuro. En este escenario, cerrarse al diálogo no es una señal de coherencia ideológica, sino de miopía estratégica.

Lamentablemente, la política exterior tendenciosa del gobierno de Javier Milei se orienta más por dogmas ideológicos que por atender las necesidades y los problemas de los argentinos y las argentinas. Con una visión maniquea y anacrónica del mundo, Milei viene apostando por un alineamiento incondicional con Estados Unidos que no produce beneficios tangibles para el país que justifiquen semejante nivel de subordinación diplomática. Más bien, su apoyo a la potencia en declive es la condición implícita para sostener un gobierno que depende del oxígeno financiero que administra el Fondo Monetario Internacional. De la misma manera, sus (in)acciones respecto al Foro China-CELAC y otras instancias regionales, no responden a una evaluación coherente de sus términos, sino a una estrategia de diferenciación de política interna. Esa posición asumida con fervor religioso persigue la agenda foránea de una potencia que históricamente nos ha exigido subordinación, ajuste y entrega. No obstante, su incoherencia es tal que su postura frente a China se desdibuja cuando entran en juego los imperativos económicos como el acuerdo SWAP. La ambigüedad de Milei no es pragmatismo, es oportunismo es oportunismo con un proyecto de neocoloniaje.

En los números, el comercio bilateral entre China y los países de América Latina y el Caribe superó los 500.000 millones de dólares, consolidando una meta que había sido proyectada por el propio Xi Jinping en 2015. La cifra representa un salto significativo respecto a los 450.000 millones registrados en 2023 y una transformación radical si se la compara con los apenas 12.000 millones que se comerciaban en el año 2000. China no solo compra materias primas, sino que propone financiar infraestructura, instalar capacidades tecnológicas y participar del debate sobre un nuevo orden financiero internacional. El presidente de Brasil, Lula da Silva, que ha sabido tender puentes tanto con Washington como con Beijing, volvió de la cumbre con compromisos de inversión por 5 mil millones de dólares. El gobierno de Javier Milei, en un país urgido de oportunidades, las sigue despilfarrando por su reticencia y/o incapacidad para establecer vínculos estratégicos y construir una presencia internacional que sirva al bienestar del pueblo.

Hoy más que nunca necesitamos tener una visión estratégica, prioridades claras, planificación. No sirven los tweets, las puestas en escena. Una política exterior que no busca el bienestar del pueblo, que no abre mercados, que no atrae inversiones, que no protege los recursos ni mejora la posición internacional del país, es una política que fracasa. Mientras el Presidente se la pasa viajando y recibiendo premios de incierta procedencia, los países de la región se mueven, dialogan, negocian. Argentina debe decidir si quiere ser un protagonista más de este nuevo tiempo o si prefiere quedar a un costado de los principales espacios de articulación del Sur Global, rompiendo puentes con sus vecinos y reduciendo su voz a un eco lejano de las exigencias de otros. Tenemos el derecho y la obligación de pensar el mundo desde nosotros mismos. La multipolaridad no es una consigna ni una garantía, pero abre un margen de acción que no debemos despreciar. El desafío no es alinearse, sino posicionarnos junto a los países de nuestra región para que nuestros pueblos vivan mejor, en paz, con trabajo, justicia y dignidad.

Carlos López López y Braulio Silva Echevarría son Presidente y Vicepresidente, respectivamente, del OPEIR (Observatorio del Pensamiento Estratégico para la Integración Regional)

Cortesía de Página 12



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