En los últimos años, las biografías y documentales de famosos dejaron, de a poco, de ser homenajes complacientes. El público ya no busca simples repasos cronológicos ni retratos pulidos: quiere verdades incómodas y confesiones que saquen de la zona de confort tanto a los protagonistas como a quienes los rodearon. Por lo tanto, en la actualidad, la tendencia a desarmar el mito para mostrar la carne viva -como la de Charlie Sheen– se impone en plataformas de streaming.
Si bien esto se vio en varias producciones, como la biopic de Robbie Williams o la de Elton John, donde ambos artistas decidieron mostrar sus costados más oscuros y su relación con las adicciones, la acidez de las apuestas audiovisuales sobre las vidas de figuras públicas se eleva cada vez más. Y nada mejor para ejemplificarlo que el nuevo documental de Netflix Nombre artístico: Charlie Sheen, que se suma a esa corriente redoblando la apuesta y desnudando las verdades de un personaje como nunca antes se había visto.
La producción -que combina material de archivo, entrevistas inéditas y testimonios de su círculo más cercano- se niega a ser un homenaje. Por el contrario, presenta al actor como un hombre brillante y autodestructivo, un ícono que lo tuvo todo y lo perdió casi con la misma velocidad. Y apenas le das play, la primera hora del primer episodio ya deja en claro que este no es un recuento amable de anécdotas de Hollywood: hay adicciones, traiciones, abusos de poder, lazos familiares complicados y una lista de enemigos que, lejos de ser caricaturas, aparecen en cámara para dar su versión.
A lo largo de la docuserie, divida en dos episodios de una hora y media, Sheen contó anécdotas insólitas -y hasta ilegales- que van desde ataques violentos y vómitos desde un balcón hasta experiencias sexuales en lugares inesperados y manejar un avión comercial con 300 personas a bordo bajo los efectos del alcohol.
El relato de la vida de un niño nacido en el seno de Hollywood
Carlos Irwin Estévez, conocido mundialmente como Charlie Sheen, nació en 1965 en Nueva York, hijo del reconocido actor Martin Sheen. Durante los años ochenta y noventa, su carrera parecía destinada al éxito, sobre todo con un padre y un hermano que ya estaban en lo más alto de Hollywood.
Con películas icónicas como Platoon (1986) y Wall Street (1987), supo combinar carisma y talento en una fórmula perfecta para el estrellato. Pero mientras en la pantalla interpretaba a jóvenes ambiciosos o soldados en crisis, en la vida real Sheen se hundía en una espiral de fiestas, drogas y escándalos, que terminó desmoronando todo lo que logró construir. .

El documental, justamente, reconstruye con precisión quirúrgica esa doble vida. Con entrevistas con compañeros de rodaje y amigos de la infancia muestran a un joven tan encantador como impredecible. Sin embargo, todos estos personajes centrales de su vida son capaces de dejar de lado los buenos recuerdos y también asumen que, por la noche, era un ser que les costaba reconocer.
El éxito de “Two and a Half Men” y las desventajas de sentirse intocable
A pesar de que se carrera en el cine parecía estar en su peor momento a principios de los 2000, la televisión llegó para rescatar a Charlie de lo que fue su primera gran caída en la industria del entretenimiento. Con Two and a Half Men, Sheen alcanzó niveles de popularidad y fortuna inéditos: llegó a cobrar casi dos millones de dólares por episodio, convirtiéndose en el actor mejor pago de la TV.
Pero el documental muestra que el éxito televisivo fue también el combustible de su autodestrucción. Fue uno de los motores para que, en sus palabras, atraviese una etapa en la que se sentía intocable. Todo era posible por el simple hecho de ser quien era.
En el documental de Netflix, se muestra mucho material de archivo inédito de esta etapa de su vida, en la que se exhibe el ambiente tenso de las últimas temporadas. En primera persona, especialmente para la serie, productores, guionistas y técnicos hablan de ausencias injustificadas, arrebatos de furia y rodajes interrumpidos por su estilo de vida.
Incluso su gran compañero de la ficción, Jon Cryer, confiesa que, en esta época, a Sheen le empezaron a pagar el tiple que a él por el mismo trabajo, sólo para retenerlo en un momento en el que ya se anticipaba que su fin en la TV estaba más cerca que nunca. Y esto, obviamente, se tradujo en un ambiente laboral cada vez más hostil.
Más adelante, como muestra con claridad el documental, la disputa con el creador de la serie, Chuck Lorre, terminó con el despido de Charlie en 2011. La situación era insostenible, y todos los que participan de esta producción, incluido el creador del programa, admiten que fue lo correcto, incluso con el diario del lunes. Sheen, por su parte, reconoce, sin filtros ni justificaciones insostenibles, que en ese momento se sentía “intocable y enloquecido”, por lo que hoy entiende la decisión que se tomó.
Drogas, excesos y las voces que lo incriminan
Uno de los aspectos más impactantes de Nombre artístico: Charlie Sheen es la crudeza con la que se abordan sus adicciones. El documental no sólo habla de drogas: muestra a quienes estuvieron en la sombra facilitándolas. Entre ellos, un dealer que por primera vez cuenta en cámara cómo se convirtió en proveedor exclusivo del actor durante sus años más caóticos. Sus relatos, lejos de buscar sensacionalismo, aportan contexto: “Charlie no quería parar. No importaba la hora ni el lugar”, dice el hombre, cuyo rostro aparece totalmente descubierto y sin distorsiones en su voz.

Se trata de Marco Abeta, un hombre que recién salía de la cárcel por traficar y estaba en busca de un cambio radical en su vida. Sin embargo, las propuestas económicas de Sheen para proveerle crack las 24 horas del día le hicieron cambiar de opinión. Así, no sólo se convirtió en el dealer del actor, sino que de a poco empezó a forjar una amistad con el, y terminaron saliendo de fiesta y consumiendo juntos todas las semanas.
Después de forjar un vínculo, el consejero de rehabilitación de Charlie se contactó con Marco para idear un plan que ayude al actor a salir del momento oscuro de adicciones que estaba transitando. De a poco, y sin que Sheen lo notara, fueron bajando la potencia de la droga hasta que, en un año y medio, lograron alejarlo parcialmente del consumo. Esta estrategia fue clave para que después la estrella de la TV pudiera arrancar su largo camino hacia la sobriedad.
La otra voz que incomoda en la pieza audiovisual es la de la exesposa de Charlie, Brooke Mueller, madre de sus mellizos. Ella detalla episodios de violencia verbal, noches interminables de paranoia y un matrimonio marcado por el miedo y las denuncias.
Su testimonio, junto con documentos judiciales y grabaciones de audio, desarma cualquier intento de Sheen por minimizar su comportamiento. Por el contrario, blanquea un montón de situaciones que fueron consecuencia de las adicciones del actor y que, durante mucho tiempo, fueron un rumor que se pasaba por alto.

Y esa fue, en sus propias palabras, la intención que llevó a Brooke a declarar en el documental. Ese idea de que este repaso por la vida de Sheen no sea una pieza cuidada y mentirosa para lavar su imagen, si no un fiel retrato de absolutamente todo lo que pasó.
La confesión sobre su salud y el estigma
El documental también revisita el momento en que Sheen anunció, en 2015, que era portador del virus del VIH. Lo que en su momento fue una confesión en un talk show se convierte acá en un relato íntimo de miedo, vergüenza y extorsiones.
Amigos cercanos narran cómo el actor fue víctima de chantajes y cómo luchó por mantener el secreto mientras continuaba con una vida desordenada. “Pensé que mi carrera y mi vida se habían terminado en ese instante”, dice Sheen frente a cámara, en uno de los momentos de la producción en que se ve más vulnerable.
Al parecer, durante mucho tiempo luchó con gente que tenía información sobre su diagnóstico y dilató que se hiciera público respondiendo a amenazas constantes que no lo dejaban dormir y no ayudaban para nada a su proceso de salida de las adicciones y a la recuperación de su salud mental. Y, aunque sabía que la única forma de salir de ese espiral era confesar una verdad incómoda que podía costarle muy cara, lo cierto es que en un punto no encontró otra alternativa.
El fenómeno de las biografías incómodas
El estreno de Nombre artístico: Charlie Sheen llega en un momento en que el público parece demandar este tipo de relatos. La fascinación por las biografías incómodas no es casual: vivimos en una era de transparencia, en la que las redes sociales y los canales de streaming parecen más valiosos o atractivos si se develan intimidades, por más innecesarias que sean de saber.
Y con este documental, Netflix parece haber entendido la fórmula: dar espacio a las contradicciones y dejar que los protagonistas se enfrenten a su pasado sin filtros. En ese sentido, el caso de Charlie Sheen es paradigmático. Su figura, marcada por la comedia y el escándalo, necesitaba un relato que no lo exculpara, pero que tampoco lo redujera a un villano.

Más allá de la vida de Sheen, este nuevo documental funciona como un espejo para la industria del entretenimiento. La cultura de excesos, la presión por mantener el éxito y la permisividad de los estudios quedan expuestas. Productores y agentes confiesan cómo se cerraron los ojos durante años mientras el actor generaba millones dejan un poco en evidencia que las adicciones no siempre son culpa del adicto que decidió consumir cierta sustancia.
Cortesía de Clarín
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