Los Macocos tienen el encanto de ese teatro de grupo que supo dominar la escena under en los ochenta y noventas. Pensar en ellos es sacar del olvido a Los Melli (Damian Dreizik y Carlos Belloso) o a Las Gambas al Ajillo. De cuando irse por las ramas era gozar.
¡Chau, Macoco! es un espectáculo sumamente consagratorio para sus integrantes. Primero porque están celebrando 40 años y su título nos invita al equívoco tristón de pensar en una despedida –no lo es-. Segundo, porque actuar en el Teatro San Martín implica una validación muy fidedigna. Y tercero, porque la obra es exquisita desde todo punto de vista.
Escrita y dirigida por Mariana Chaud, y con los cuatro integrantes de Los Macocos, Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts, es inevitable no transportarse a los caminos parakulturales. Paréntesis: justo enfrente, Verónica Llinás (ex Gambas…), brilla en Una navidad de mierda, puesta híper comercial que, sin embargo, no logra estandarizar la envergadura artística de su protagonista.
La Sala Casacuberta estuvo llena en cada una de las funciones. No es fácil conseguir entradas para ver a Los Macocos. Además, el título es inmejorable porque uno imagina que es ahora o nunca y hacia allá marchamos con ánimo de procesión.
Ser un “macoco” es pertenecer a una suerte de cofradía que se apaga. Se trata de un biodrama apócrifo donde el cuarteto reconstruye la historia de una agrupación que estrenó su primer espectáculo en 1985. Ahora, las cuatro viudas de Los Macocos se juntan a esparcir las cenizas de sus maridos en un teatro oficial que da sobre calle Corrientes.
El hecho de que sigan juntos tiene más valor del que ellos creen. Al público que los sigue desde sus inicios en el Centro Cultural Rojas les permite comprender que la amistad es una hermosa posibilidad de salir adelante. Su estilo maneja dos tipos de humor: los chistes efectivos para el espectador y los que son divertidos para ellos.
Lo que vemos es un formato que acerca las partes -actores y público-. El “viudrama” (sic) tiene una pata documental y por eso conocemos los trapitos al sol por disputas de dinero y cartel, todas discordias que se exageran para que entendamos las cualidades de la comicidad.
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Tráiler de “¡Chau Macoco!
El recurso del humor -explican ellos- sirve para distorsionar y fantasear sobre un pasado conjunto. Después de todo, cuando se trata de un grupo que está cumpliendo 40 años de trayectoria, la memoria puede que se vuelva escurridiza y no quede otra que el camino de la ficción.
De los comienzos, en el siglo pasado, Martín Salazar cuenta que lo de ellos era un “teatro punk”. Epocas inconcebibles para que un actor del off pasara al “mercado comercial”. El under debía ser un estado puro y no un pasaje hacia otra parte. Los Macocos conocieron todos los circuitos laborales.
La pregunta que se mantiene en el tiempo es: ¿cómo hacen para armar una obra entre todos? Chaud, la directora, opina: “Me metí en este proyecto para darle una respuesta a ese interrogante. Trabajar con Los Macocos es entrar en un caos creativo muy divertido. Llegar juntos donde nadie llega solo“.
Hay que reconocer que les habíamos perdido un poco el rastro. Cada uno haciendo lo suyo y Daniel Casablanca, –algo así como Daniel Rabinovich de Los Macocos-, dedicado al fenómeno de Toc Toc: se subió al escenario más de 2.600 veces con ese hit teatral.
Es linda la sensación de verlos en una obra donde cada uno tendrá su momento solista, y sin disfraz. Van a burlarse de los conservatorios. Darán a entender que actor se nace. Saldrán con ropa femenina en elíptico homenaje a Urdapilleta, Batato y Tortonese. Salazar mirará al público y dirá que Los Macocos se formaron en el pupitre del colegio Nicolás Avellaneda, secundario de Palermo Viejo donde compartía banco con Casablanca. Gabriel Wolf provocará una mezcla de ternura y emoción y Xicarts -desopilante en su aparente desgano- contará los inconvenientes de memoria para recordar la letra de sus personajes.
Más que una formación teatral, Los Macocos es el rescate de una estética donde lo grupal huele a espíritu adolescente y sueño cumplido.
La obra empieza -como corresponde a la usanza de romper la cuarta pared– reconociendo la existencia plena del espectador. Estamos en la fila y de pronto se acerca Salazar, versión viuda, con su pollera, los tacos y una boquilla muy Pantera Rosa. “Una alegría verte Martín”.
(A partir del sábado 6 de septiembre Los Macocos vuelven y estarán en el Cine Teatro Del Plata, Av. Juan Bautista Alberdi 5765. Funciones: sábados y domingos a las 18. Entradas desde $10.000).
Cortesía de Clarín
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