Chespirito, sin querer queriendo: la serie que muestra al ídolo infantil con aciertos, errores y actores con nombres cambiados

Finalmente, se estrenó en Max Chespirito: sin querer queriendo, la esperada serie que cuenta la historia de vida de Roberto Gómez Bolaños. Como era de esperarse, desde su estreno, generó muchas reacciones entre la audiencia, que se mantuvo expectante hasta el último momento sobre cómo iba a ser esta ficción basada en hechos reales, teniendo en cuenta que algunas polémicas obligaron a la producción a hacer modificaciones y tomarse ciertas licencias.

La serie tendrá ocho episodios, que irán estrenándose semanalmente cada jueves. De todas formas, con el primer capítulo basta y sobra para entender de qué va el estilo narrativo que eligieron para contar algunas perlitas de la vida del creador de El chavo del ocho.

El primer episodio, como seguramente lo harán los demás, va yendo y viniendo constantemente en el tiempo, mostrando diferentes etapas de la vida de Chespirito, que van desde su infancia hasta su exitosa adultez, pasando por su adolescencia y su juventud.

Si bien se encargan de aclarar siempre a qué año están yendo y usan otros recursos visuales para orientar al espectador (como la imagen en blanco y negro durante las escenas de la infancia), después de 45 minutos resulta cansador y hasta un poco confuso que haya tantos saltos temporales. Sin embargo, eso no quita que el primer episodio tiene varios puntos fuertes.

La etapa de la vida de Chespirito que ocupa el mayor porcentaje de los 47 minutos que dura el primer episodio es la de la joven adultez, en la que muestran a Bolaños abandonar su trabajo con un ingeniero para convertirse en escritor en una agencia publicitaria. Para lograrlo, dejan en claro que fue clave el apoyo de su entonces novia (y posteriormente su primera mujer) Graciela Fernández.

Con su ayuda, Bolaños logra enfrentar a su madre y vencer sus miedos para dar su gran salto hacia el éxito. “El zapatero a sus zapatos”, la frase que usa Fernández en la ficción para convencerlo, y que también sirve de título para el episodio, es el puntapié inicial para esa metamorfosis que hace el protagonista.

De repente, de manera abrupta, los saltos temporales muestran como ese sueño que tenía empieza a deformarse, cuando, en medio de las presentaciones de El chavo del ocho, Chespirito se ve abrumado por las presiones que ejerce la producción sobre él y sobre su flujo creativo. En medio de toda esta etapa, que se presenta en la serie como una de las más oscuras de su vida, adelantan algo que seguramente desarrollan después: su amorío con Florinda Meza.

Si bien Florinda Meza y Roberto Gómez Bolaños dieron a conocer su romance después de 1989, cuando el actor se divorció de Graciela Fernández, es sabido que el affaire empezó mucho tiempo antes. Y esto queda en evidencia en el primer capitulo de la serie.

Allí, muestran cómo mientras todos se preparaban para un show de El chavo del ocho, Meza entra al camarín del protagonista y empieza un juego de seducción, para luego ser interrumpida por uno de los productores, que le recuerda a Bolaños que él estaba casado y que la actriz estaba comprometida con Enrique Segovian, el director del programa humorístico.

Y aunque el tema se trata con libertad y no se oculta nada, hay un aspecto que tuvo que cambiarse: el nombre de la protagonista del escándalo. Según ella misma contó en un comunicado, Florinda Meza no le dio a Max autorización para usar su nombre. Por este motivo, los ejecutivos de la plataforma optaron por rebautizarla como Margarita Ruiz, aunque su disfraz de Doña Florinda deja bien en claro de quién se trata.

Otro integrante del elenco de El chavo del ocho que se manifestó en desacuerdo con el uso de su nombre en la serie fue Carlos Villagrán, más conocido como Quico, a quien renombraron desde la producción como Marcos Barragán.

Estas molestias de los actores, y el anticipo de que los temas no serán esquivados ni tratados con guantes, dejan con ganas de ver qué se revelará respecto de las polémicas en el elenco de El chavo del ocho en los próximos episodios de la serie. Aunque, lo ideal, sería que disminuyan los saltos temporales y aceleren el ritmo para no volverla pesada, con tintes de documental, que es la sensación que terminó dejando esta introducción.

Cortesía de Clarín



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