
NUEVA YORK – No se pudieron confundir las fotos del presidente chino Xi Jinping con su par ruso Vladímir Putin y el líder norcoreano Kim Jong‑un en el desfile celebrado en Pekín por el Día de la Victoria con un nuevo orden mundial. Xi no está en posición para liderar nada de eso. Pero vio un vacío internacional de liderazgo, y no dejó pasar la ocasión para aprovecharlo.
Lo realmente importante de ese momento no fue el desfile militar en la plaza Tiananmen, sino la lista de invitados a la cumbre precedente de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), la mayor desde su fundación en 2001. Frente a una Casa Blanca unilateralista cuyas políticas cambian según el humor del presidente estadounidense Donald Trump, numerosos líderes mundiales (en su inmensa mayoría venidos de Asia y el sur global) acudieron a Tianjin con una cosa en común: el deseo compartido de diversificar sus relaciones, en detrimento de Estados Unidos.
En lo que yo llamo “mundo G cero” (donde ningún país tiene capacidad y voluntad para fijar reglas globales, y donde Estados Unidos no solo parece cada vez más impredecible, sino también cada vez menos fiable) tener opciones se ha convertido en un tesoro. Y aquí, la distinción entre ser impredecible y no ser fiable es importante. Lo primero puede ser útil como herramienta táctica para desestabilizar a los adversarios y alentar a los aliados a hacer más. Hoy la OTAN es más fuerte que antes de la primera presidencia de Trump, lo que se debe en parte a que su carácter imprevisible (junto con la decisión de Putin de invadir Ucrania) obligó a los europeos a aumentar el gasto en defensa y sumar dos nuevos miembros a la alianza. Pero no ser fiable tiene el efecto contrario, ya que alienta a todos los actores (amigos incluidos) a cubrir sus apuestas.
En las áreas del comercio, la tecnología y la seguridad, Trump impuso aranceles generales, retiró a Estados Unidos de acuerdos formales y obligó incluso a aliados cercanos a aceptar negociaciones puramente transaccionales. En lo inmediato, los países han adoptado una actitud defensiva, y entregan a la Casa Blanca “victorias” (una concesión no recíproca por aquí, una bajada de aranceles por allá) para evitar una mayor escalada. Pero también están buscando alternativas (en lo referido a lazos comerciales, infraestructuras financieras y cadenas de suministro) para reducir la exposición futura a cambios en las políticas estadounidenses.
China ha tomado nota, y se presenta como un actor estable, comprometido con el multilateralismo, el cumplimiento de acuerdos a largo plazo y la “no injerencia”. El mensaje fue explícito en Tianjin: nosotros, a diferencia de Estados Unidos, vamos a mantener nuestros acuerdos. Y está llegando a sus receptores, no porque crean que de un día para el otro China se ha convertido en un hegemón benévolo, sino porque es el único actor que tiene las dos cosas necesarias para anclar una estrategia de cobertura a largo plazo ahora que ya no se puede confiar en Estados Unidos: escala y tiene una formulación de políticas coherentes.
Xi aprovechó la cumbre de la OCS para presentar una alternativa multipolar soberanista al orden liderado por Occidente, criticar las “medidas coercitivas unilaterales” de Trump y añadir una nueva “iniciativa de gobernanza global” a las plataformas propias que promueve. La declaración conjunta de la cumbre fue un reflejo de las palabras de Xi, y los miembros acordaron crear otro banco de desarrollo para facilitar las transacciones con monedas nacionales como sustituto del dólar. Fueron resultados (como era de prever) modestos, pero la imagen que transmitieron fue potente: incluso gobiernos que no compartían necesariamente la cosmovisión de China y que preferían colaborar con Estados Unidos estaban buscando opciones para generar resiliencia.
El ejemplo más trascendente fue la India. El primer ministro Narendra Modi visitó China por primera vez en siete años, y se reunió con Xi (y con Putin) en Tianjin en un momento en que la relación de su país con Estados Unidos se está volviendo más conflictiva y volátil. Si bien entre China y la India ya se estaba gestando un deshielo desde el año pasado, fueron las diferencias personales con Trump (que impuso un arancel del 50% a las exportaciones indias a los Estados Unidos) las que llevaron a Modi a buscar más cobertura. La India está enviando una señal de que tiene opciones para resistir la presión estadounidense.
Por supuesto, China no sustituirá a Estados Unidos como principal socio estratégico, económico y tecnológico de la India. Este país y China todavía son adversarios estratégicos, con disputas fronterizas e intereses contrapuestos en todo el sur de Asia (desde Bangladesh y el Tíbet hasta las Maldivas), y el sentimiento de la población india hacia China sigue siendo desfavorable.
Además, la estrecha relación de China con Pakistán en temas de seguridad, igual que la creciente vinculación de la India con Japón y Filipinas, sigue siendo una fuente de desconfianza mutua. Modi viajó a Japón antes de su llegada a Pekín, y no estuvo presente durante el desfile militar de Xi. La India fue el único miembro de la OCS que no quiso respaldar la Iniciativa de la Franja y la Ruta en el comunicado de la cumbre, señal de que todavía prioriza la relación con Occidente. Por muy positivo que sea para la estabilidad mundial, el deshielo sinoindio seguirá siendo acotado y oportunista. Habrá cierta flexibilización económica selectiva y cierta desescalada prudente en las tensiones fronterizas, pero no un giro estratégico.
Asimismo, la imposibilidad de confiar en los Estados Unidos mejora en forma marginal la posición de la OCS, pero no la convierte en un equivalente bajo liderazgo chino de la OTAN o del G7. Aunque lo que hizo China fue una demostración formidable de poder de convocatoria, su capacidad para organizar acciones colectivas sigue siendo limitada. Sus iniciativas globales en materia de seguridad, desarrollo e inteligencia artificial hacen pensar que es mejor publicitando que mostrando resultados concretos. La OCS ya trascendió sus objetivos originales de lucha contra el terrorismo y contra el cambio climático, pero no ha encontrado un propósito unificador. Es un club con cada vez más socios cuyos intereses divergentes (desde el antagonismo entre la India y Pakistán hasta la desconfianza de Asia Central hacia Moscú) impedirán una coordinación profunda.
La influencia diplomática de China todavía es muy inferior a su importancia económica. En los conflictos fuera del vecindario, su retórica todavía tiende a ir por detrás de las acciones. La OCS se hará oír más, pero no será más relevante en las grandes cuestiones de seguridad. No tendrá ningún efecto sobre Ucrania o Gaza en un futuro cercano.
Aun así, la creación progresiva de una nueva infraestructura mundial (incluido un nuevo banco de la OCS, en la medida en que esté bien financiado, que opere junto al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, y más acuerdos sobre el uso de divisas nacionales, más mecanismos antisanciones y más coordinación sur‑sur) puede generar resultados importantes más adelante. Son pasos pequeños, pero con el tiempo facilitarán la diversificación en detrimento de Estados Unidos y harán más difícil retrotraerla en el futuro. El unilateralismo estadounidense puso de relieve los costos de la dependencia excesiva y le dio a China una oportunidad evidente. Le basta con presentar un contraste simple: al menos somos coherentes. En un mundo “G cero”, eso importa más que la perfección.
Para Estados Unidos, la solución es obvia: volver a ser un socio fiable. No imponer aranceles sorpresivos a países aliados, no retirarse de acuerdos que mucho costó negociar, mostrar más coherencia en el cumplimiento de compromisos que duren más que un ciclo de noticias. Mientras eso no ocurra, los otros países seguirán buscando opciones, y el centro de gravedad del mundo irá corriéndose poco a poco en dirección al este.
El autor
Ian Bremmer, fundador y presidente de Eurasia Group y GZERO Media, integra el comité ejecutivo del Panel Asesor de Alto Nivel de la ONU sobre la Inteligencia Artificial.
Traducción: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2025
Cortesía de El Economista
Dejanos un comentario: