No es algo que vaya a ocurrir ni hoy ni mañana ni siquiera en los próximos cien años. Pero según afirman los astrónomos, en un universo como el nuestro, en el que todo está en constante movimiento, es habitual que se den procesos violentos y destructivos como, por ejemplo, la explosión de estrellas o el choque entre galaxias. Durante años se dijo que este también iba a ser nuestro destino. Que nuestra galaxia, la Vía Láctea, acabaría chocando contra la vecina Andrómeda, en un choque cósmico que cambiaría el destino de ambos ecosistemas. ¿Pero cuándo podría ocurrir este fenómeno y, sobre todo, qué probabilidades hay de que así sea? Según apunta un estudio publicado este lunes en la revista ‘Nature Astronomy’, la probabilidad de que ambas galaxias colisionen en los próximos cinco mil millones de años existe pero es de apenas un 2%.
El trabajo, liderado por un equipo internacional de científicos de las universidades de Helsinki, Durham y Toulouse, se basa en un modelo computacional en el que se han analizado más de 100.000 simulaciones sobre el futuro de las dos galaxias. Según explican los expertos que han realizado este trabajo, se trata de las simulaciones más exhaustivas realizadas hasta la fecha en las que, además, se incorporan datos recientes recopilados por los telescopios espaciales Hubble (NASA) y del proyecto Gaia (ESA). En los cálculos también se incorporaron factores que hasta ahora se habían pasado por alto como, por ejemplo, la influencia gravitacional de la Gran Nube de Magallanes (LMC), el satélite más masivo de la Vía Láctea.
Distintos escenarios
En más de la mitad de los escenarios modelados por los investigadores, la Vía Láctea y Andrómeda sí llegarían a experimentar un encuentro cercano pero no chocarían entre sí, tal y como se había estimado hasta ahora. Según los cálculos realizados por el astrofísico Hasta Sawala, estas aproximaciones no derivarían en colisión inmediata sino que lo más probable es que acaben en una especie de fusión en la que, lejos de choques violentos, ambos cuerpos acaben fundiéndose y abrazándose. También existe la posibilidad de que las galaxias simplemente pasen de largo y sigan evolucionando de forma casi independiente. El escenario de la colisión violenta tan solo representa un 2% de las probabilidades. Al menos, según los datos que tenemos ahora mismo.
“Parecía que el destino de nuestra galaxia era fusionarse con Andrómeda, formando una gigantesca ‘Milkomeda’. Ahora todo apunta a que vamos a poder evitar este destino por completo”, comenta Alis Deason, investigador del Instituto de Cosmología Computacional de la Universidad de Durham y coautor de este trabajo, quien recuerda que, pese al “alivio” que proporciona este estudio, se necesitarán más trabajos para ahondar en cuestiones inciertas como la influencia gravitatoria de la gran nube de Magallanes y su impacto en la trayectoria de nuestra galaxia. “El universo es un lugar en constante cambio, por lo que hay que seguir estudiando todas las variables posibles”, reflexiona el cosmólogo Carlos Frenk, quien también participa en este trabajo.
“Parecía que el destino de nuestra galaxia era fusionarse con Andrómeda, formando una gigantesca ‘Milkomeda’. Ahora todo apunta a que vamos a poder evitar este destino por completo”
Sea como sea, incluso en el peor de los escenarios, los modelos indican que el eventual choque de nuestra galaxia con la de Andrómeda ocurriría en un margen de unos cinco mil millones de años. Para entonces se estima que nuestro Sol estaría en las últimas, convertido ya en una gigante roja, habiendo devorado posiblemente a Mercurio y Venus, y dejando la Tierra inhóspita, abrasada o errante. Es decir, mucho antes de que las galaxias colisionen, la vida tal como la conocemos habrá desaparecido. Así que de ocurrir, la danza cósmica que reconfigurará el cielo será un espectáculo sin testigos. Quizás es por eso que el estudio de estos futuros lejanos, que probablemente nuestra especie nunca verá, resulta tan fascinante y trascendental para entender nuestro lugar en el cosmos.
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Cortesía de El Periodico
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