Científicos descubren cómo un virus escondido en la saliva activa una enfermedad autoinmunitaria

El síndrome de Sjögren es una enfermedad autoinmunitaria que ataca al propio organismo y provoca sequedad crónica en ojos y boca. Hasta ahora, sus causas eran un enigma: se hablaba de factores genéticos, hormonales o ambientales, pero ninguna explicación resultaba concluyente. Ahora, un hallazgo sorprendente apunta a un culpable inesperado que se esconde en la saliva: un virus llamado Vientovirus podría estar detrás del inicio de la enfermedad.

Un equipo de científicos liderado por investigadores de China y Estados Unidos ha desvelado cómo este virus, prácticamente desconocido, podría engañar al sistema inmunitario. Para entenderlo recurrieron a herramientas de secuenciación genética avanzada y al análisis del viroma salival —el conjunto de virus que habita en la boca— de pacientes con Sjögren. Lo que encontraron abre un nuevo capítulo en la historia de la autoinmunidad.

El trabajo, publicado en Nature Microbiology, no solo aporta pruebas de un vínculo directo entre infección viral y desarrollo de la enfermedad, sino que además ofrece una explicación molecular de cómo ocurre ese engaño. El virus imita proteínas humanas, provocando que el sistema inmunitario ataque por error al propio cuerpo.

La enfermedad detrás de la sequedad

El síndrome de Sjögren afecta principalmente a las glándulas salivarias y lagrimales, impidiendo que produzcan suficiente saliva o lágrimas. El resultado son ojos secos, boca reseca y, en casos graves, complicaciones sistémicas que afectan a órganos internos. Es una de las enfermedades autoinmunitarias más comunes y, sin embargo, sigue siendo poco comprendida.

Los médicos suelen detectar en estos pacientes un marcador inmunológico muy particular: los anticuerpos anti-SSA/Ro52. Estas proteínas producidas por el sistema inmunitario se dirigen contra un componente normal de las células humanas, pero hasta ahora no estaba claro qué desencadenaba su aparición.

Ese vacío explicativo ha llevado durante décadas a investigar factores ambientales que podrían estar implicados. En esa búsqueda, los virus siempre estuvieron bajo sospecha.

Sabemos que infecciones pasadas pueden alterar la respuesta inmunitaria, y que algunos virus son capaces de “disfrazarse” de moléculas humanas. El desafío era demostrar de manera contundente que este fenómeno podía ser la chispa que enciende el fuego de una enfermedad autoinmunitaria.

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El síndrome de Sjögren provoca sequedad crónica en ojos y boca y afecta a millones de personas en todo el mundo. Fuente: iStock (composición).

El viroma salival bajo la lupa

Para resolver el misterio, los investigadores analizaron la saliva de 35 pacientes con Sjögren y de 25 personas sanas. Usaron una técnica llamada secuenciación metagenómica, capaz de rastrear y clasificar todos los virus presentes en una muestra. Esto permitió ir mucho más allá de los análisis convencionales que se limitan a buscar patógenos conocidos.

Los resultados revelaron un panorama sorprendente. En los pacientes con Sjögren, especialmente en aquellos con mayor actividad de la enfermedad, se detectó una expansión anormal de ciertos bacteriófagos, en particular de la familia Siphoviridae, y también un aumento en virus que infectan células humanas. Entre ellos destacó uno poco conocido: el Vientovirus.

La presencia del Vientovirus no era anecdótica. Su detección se asoció directamente con disfunción lagrimal y con niveles elevados de anticuerpos anti-SSA/Ro52. Era una pista clara de que este agente viral podría estar jugando un papel clave en el desarrollo de la enfermedad.

El Vientovirus es un virus de ADN circular que forma parte de la familia Redondoviridae, un grupo recientemente descubierto que incluye otros virus similares como el Brisavirus. Su genoma es pequeño (alrededor de 3 kilobases), bastante compacto, y se infiere que su ADN es de una sola hebra, como ocurre con otros virus del tipo CRESS-DNA. Hasta ahora, se lo ha identificado principalmente en muestras humanas de saliva, boca y vías respiratorias superiores, y su presencia parece estar muy extendida, aunque no se había demostrado hasta recientemente que pueda contribuir directamente a una enfermedad autoinmune.

El truco del mimetismo molecular

El siguiente paso fue comprobar si existía algún vínculo entre el virus y los autoanticuerpos. El análisis de secuencias reveló algo extraordinario: la proteína de la cápside del Vientovirus mostraba una similitud llamativa con el autoantígeno SSA/Ro52.

En otras palabras, el virus y la proteína humana compartían rasgos estructurales que podían confundir al sistema inmunitario.

Este fenómeno se conoce como mimetismo molecular. Cuando ocurre, el organismo fabrica defensas contra el virus que, por error, también atacan a las propias células. Es como si el sistema inmunitario no supiera distinguir entre enemigo y aliado, desencadenando una reacción autoinmune.

Los investigadores fueron más allá y realizaron ensayos de laboratorio llamados cross-blocking assays, que confirmaron la hipótesis: los anticuerpos que reconocían la proteína viral también reaccionaban contra la proteína humana. Era la evidencia directa de que el mimetismo estaba ocurriendo.

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Este virus imita proteínas humanas, confundiendo al sistema inmune y provocando autoanticuerpos dañinos. Fuente: iStock (composición).

Del laboratorio a los animales

Para demostrar que este mecanismo podía provocar la enfermedad, los científicos llevaron a cabo un experimento con ratones. Los inmunizaron con un fragmento de la proteína de la cápside del Vientovirus y observaron lo que sucedía con su sistema inmunitario.

El resultado fue sorprendente: los ratones comenzaron a producir autoanticuerpos contra SSA/Ro52 y mostraron alteraciones inmunológicas parecidas a las del síndrome de Sjögren en humanos. Era la primera prueba experimental de que el virus podía, por sí solo, inducir una reacción autoinmune.

Este hallazgo convierte al Vientovirus en un sospechoso con peso propio dentro de la investigación sobre el origen del Sjögren. No se trata de una simple correlación, sino de un posible mecanismo causal que conecta infección viral, autoanticuerpos y enfermedad.

Implicaciones y futuro

El descubrimiento tiene múltiples implicaciones. En primer lugar, apunta al viroma salival como un nuevo biomarcador para diagnosticar o predecir el síndrome de Sjögren. La detección del Vientovirus o de anticuerpos específicos contra él podría ayudar a identificar a pacientes en riesgo antes de que aparezcan los síntomas más graves.

En segundo lugar, abre nuevas posibilidades terapéuticas. Si se confirma que el mimetismo viral es un disparador clave, se podrían diseñar estrategias para bloquear esas proteínas, modular las poblaciones virales en la boca o incluso desarrollar vacunas. Actualmente, los tratamientos solo alivian los síntomas, pero no frenan la progresión de la enfermedad.

Finalmente, este trabajo se inserta en una línea más amplia de investigación que explora el papel de los virus en la autoinmunidad

Lo que ocurre en la saliva podría ser un ejemplo de cómo el ecosistema viral del cuerpo influye en enfermedades crónicas, aportando una nueva dimensión a la medicina personalizada.

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El hallazgo abre la puerta a nuevos métodos de diagnóstico y posibles tratamientos para la enfermedad. Fuente: iStock (composición).

El papel oculto de los virus en las enfermedades autoinmunes

Durante años, el síndrome de Sjögren fue un rompecabezas sin solución clara. Ahora, un virus discreto y poco conocido, escondido en la saliva, podría ser la pieza que faltaba. El Vientovirus, gracias a su capacidad de imitar proteínas humanas, muestra cómo una simple infección puede alterar el equilibrio del sistema inmunitario y desencadenar una enfermedad que afecta a millones de personas.

El hallazgo no solo supone un avance en la comprensión del Sjögren, sino también un recordatorio de que los virus son parte activa de nuestra biología. En su interacción con el sistema inmunitario pueden estar las claves para entender —y quizás frenar— muchas enfermedades autoinmunitarias.

La investigación continúa, pero este estudio marca un hito al ofrecer una explicación tangible a un misterio médico. Y lo hace con una lección profunda: a veces, el enemigo más silencioso es el que se esconde en los lugares más cotidianos, como nuestra propia saliva.

Referencias

  • Zhang, X., Li, Y., Qin, Y. et al. Vientovirus capsid protein mimics autoantigens and contributes to autoimmunity in Sjögren’s disease. Nat Microbiol (2025). doi: 10.1038/s41564-025-02115-3

Cortesía de Muy Interesante



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