En lo más profundo de las tierras heladas de la Antártida, un hallazgo inesperado ha desafiado todo lo que la ciencia creía conocer sobre la vida en condiciones extremas. Bajo el hielo perenne del llamado Lago Enigma, un equipo internacional de científicos ha encontrado un ecosistema microbiano activo que ha permanecido oculto durante milenios, sobreviviendo a temperaturas bajo cero, sin luz solar directa y en un entorno prácticamente aislado del resto del planeta.
Este descubrimiento, publicado en la revista científica Communications Earth & Environment, es fruto de una colaboración entre investigadores de Italia, Reino Unido, EE.UU. y otras instituciones internacionales. Se trata de uno de los hallazgos más fascinantes en décadas de exploración polar: un cuerpo de agua líquido y estratificado, oculto bajo hasta 11 metros de hielo, donde florecen microorganismos únicos, algunos de los cuales nunca antes se habían detectado en ecosistemas antárticos.
Un lago que no debía estar allí
Durante años, el Lago Enigma fue considerado un bloque de hielo sólido. Situado entre los glaciares Amorphous y Boulder Clay, en la región de Northern Foothills (Victoria Land), se pensaba que estaba completamente congelado, atrapado en un entorno con temperaturas que pueden descender hasta los -40 ºC y con una evaporación extrema por acción de los vientos catabáticos.
Pero los resultados de un estudio geofísico realizado con radar de penetración terrestre contaron otra historia. Los investigadores detectaron señales que sugerían la presencia de agua líquida a profundidad. En las campañas de perforación llevadas a cabo durante el verano austral de 2019-2020, se confirmó lo impensable: a pesar de las duras condiciones, una capa de agua líquida de hasta 12 metros se esconde bajo la superficie helada del lago.

La vida donde no debería haber vida
El hallazgo más extraordinario no fue el agua, sino lo que había en ella. En un entorno tan hostil, donde la luz no penetra y los nutrientes escasean, se encontraron comunidades microbianas diversas y activas, formadas por bacterias de géneros como Pseudomonadota, Actinobacteriota, Bacteroidota y especialmente por un grupo enigmático: las Patescibacteria.
Este último grupo, caracterizado por su tamaño diminuto y su genoma reducido, ha despertado gran interés en los últimos años por sus posibles relaciones simbióticas o parasitarias con otros microorganismos. Su presencia en el Lago Enigma, en una proporción sorprendentemente alta, sugiere una dinámica ecológica compleja, muy distinta a la que se observa en otros lagos antárticos como los del Valle Seco de McMurdo.
También se hallaron cianobacterias, pero curiosamente no en la columna de agua ni en el hielo superficial, sino exclusivamente en las alfombras microbianas del fondo del lago. Estas estructuras, similares a tapices gelatinosos, cubren el lecho del lago formando bioconstrucciones tridimensionales que recuerdan a los estromatolitos fósiles de la Tierra primitiva.
¿De dónde viene el agua?
La pregunta inmediata fue obvia: ¿cómo puede mantenerse líquido un cuerpo de agua en un ambiente tan frío? La clave podría estar en el glaciar Amorphous, que aparentemente alimenta el lago a través de un sistema de drenaje subterráneo aún no del todo comprendido. Las observaciones de flujos de agua superficial sobre el hielo en enero de 2020 refuerzan esta hipótesis. Pero si este flujo es constante o intermitente, sigue siendo un misterio.

Los análisis químicos del agua revelan una composición salina dominada por sodio y cloruros, con concentraciones inesperadamente altas de flúor y otros oligoelementos, lo que sugiere interacciones prolongadas con el lecho rocoso y una evolución geológica compleja.
El Lago Enigma no solo es un paraíso para microbiólogos. También se ha convertido en un punto de referencia clave para astrobiólogos que buscan comprender cómo podría desarrollarse la vida en otros mundos del sistema solar. Ambientes similares podrían existir en lunas heladas como Europa (Júpiter) o Encélado (Saturno), donde se sospecha que existen océanos subglaciales.
La estabilidad química del agua, la persistencia de comunidades microbianas aisladas y la capacidad de ciertos microorganismos para sobrevivir sin luz ni fuentes externas de energía convierten al Lago Enigma en un análogo terrestre perfecto para estas investigaciones.
La biodiversidad que desafía el hielo
Uno de los aspectos más fascinantes del estudio es la diferenciación ecológica dentro del lago. Los investigadores identificaron comunidades distintas en el hielo superficial, la columna de agua y las alfombras del fondo, cada una con su propia firma biológica. Esto indica que el lago funciona como un sistema meromíctico, es decir, con capas de agua que no se mezclan, lo que permite nichos ecológicos estables a largo plazo.

El hecho de que se trate de un ecosistema aislado, con escaso intercambio con el exterior, lo convierte también en una cápsula del tiempo. Es posible que las bacterias que habitan hoy el Lago Enigma sean descendientes directas de organismos que sobrevivieron al último gran enfriamiento, conservando rasgos genéticos ancestrales.
La exploración de este entorno está aún en sus primeras etapas. Los científicos ya planean nuevas campañas para estudiar más a fondo la dinámica hidrológica del lago, su geología subyacente y la funcionalidad metabólica de las comunidades microbianas.
Pero una cosa está clara: el Lago Enigma ha abierto una puerta inesperada a un mundo oculto bajo el hielo, donde la vida no solo sobrevive, sino que prospera. Y con ello, nos obliga a replantear los límites de lo posible tanto en la Tierra como más allá de ella.
Referencias
- Smedile, F., La Cono, V., Urbini, S. et al. The perennially ice-covered Lake Enigma, Antarctica supports unique microbial communities. Commun Earth Environ 5, 741 (2024). doi:10.1038/s43247-024-01842-5
Cortesía de Muy Interesante
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