Científicos descubren por qué las canciones de la adolescencia se quedan grabadas en nuestra memoria para siempre

Todos tenemos esa canción que escuchamos cientos de veces y que, años después, todavía puede hacernos revivir un momento exacto de nuestra vida. La ciencia acaba de confirmar que ese poder de la música no es casualidad: la mayoría de las canciones que más nos marcan aparecen cuando tenemos unos 17 años. Así lo demuestra un estudio internacional realizado por investigadores de la Universidad de Jyväskylä (Finlandia), que analizó a casi dos mil personas de 84 países.

Los participantes, de entre 16 y 65 años, debían nombrar una sola canción que consideraran personalmente significativa. Luego, los investigadores calcularon la edad que tenían cuando esa canción fue lanzada. Los resultados fueron claros: la mayoría de los recuerdos musicales más profundos se originan durante la adolescencia y los primeros años de adultez. Esa etapa, explican los autores, coincide con un momento en que el cerebro es más sensible a las emociones, al aprendizaje y a las experiencias sociales, lo que deja una huella más intensa y duradera.

La investigación confirma así lo que muchos sospechaban: las canciones de la adolescencia no solo nos gustaban, sino que moldearon quiénes somos. Los científicos llaman a este fenómeno “bache de reminiscencia”, una tendencia humana a recordar con especial claridad las experiencias de entre los 10 y los 30 años, cuando se forman la identidad y los vínculos más significativos.

La música que más nos marca llega cuando tenemos alrededor de 17 años.
La música que más nos marca llega cuando tenemos alrededor de 17 años. Fuente: Unsplash.

Diferencias entre hombres y mujeres

El estudio también mostró que la música no nos marca a todos de la misma forma. Los hombres tienden a formar sus recuerdos musicales más intensos un poco antes, alrededor de los 16 años, mientras que las mujeres los alcanzan más tarde, cerca de los 19 o 20. Aunque la diferencia puede parecer pequeña, refleja dos formas distintas de relacionarse emocionalmente con la música.

Los investigadores creen que esto se debe a que los hombres suelen construir su identidad musical durante la adolescencia, cuando buscan independencia y afinidad con sus pares, mientras que las mujeres suelen desarrollar ese vínculo más lentamente, a través de relaciones afectivas y experiencias sociales que se consolidan en la juventud.

Con el paso del tiempo, esas diferencias se amplían: los hombres tienden a conservar sus canciones favoritas de siempre, mientras que las mujeres actualizan sus referencias emocionales con música más reciente.

Esto no significa que unos sean más nostálgicos que otros, sino que la música cumple funciones distintas. En los hombres, las canciones se asocian más a etapas de afirmación personal; en las mujeres, a vínculos emocionales y momentos de cambio. Por eso, en edades mayores, muchas mujeres reportan que la música actual puede tener tanto valor emocional como las canciones de su juventud.

La memoria musical no se detiene con la edad

Una de las sorpresas del estudio fue descubrir que el vínculo con la música no se congela en la juventud. Las personas mayores también crean lazos fuertes con canciones nuevas, incluso más intensos que los de su adolescencia. Esto contradice la idea común de que nuestras preferencias musicales quedan fijas en los primeros años de vida.

Los investigadores observaron que, a medida que las personas envejecen, aparecen nuevos “picos” de memoria asociados a etapas recientes de su vida. En otras palabras, la música sigue construyendo recuerdos y significado a lo largo del tiempo.

En los adultos mayores, la llamada “recencia musical” se impone: canciones descubiertas en los últimos diez o quince años pueden evocar emociones tan poderosas como las de los primeros amores o los veranos de juventud.

Este hallazgo tiene implicaciones importantes, sobre todo en salud mental y musicoterapia. La música puede seguir siendo un recurso emocional activo toda la vida, no solo una cápsula de nostalgia. Los terapeutas que trabajan con memoria y envejecimiento podrían usar estas etapas musicales —la adolescencia y la recencia— para diseñar tratamientos personalizados que reactiven recuerdos o generen bienestar emocional.

Cada persona tiene una biografía sonora escrita con las canciones que la acompañaron en sus momentos clave.
Cada persona tiene una biografía sonora escrita con las canciones que la acompañaron en sus momentos clave. Fuente: Unsplash.

La música que heredamos de otras generaciones

Otro fenómeno interesante es lo que los investigadores llaman “bache en cascada”. Los jóvenes de hoy también forman vínculos profundos con canciones que salieron décadas antes de su nacimiento. En el estudio, muchos participantes menores de 30 años eligieron temas publicados unos 25 años antes de nacer.

La explicación parece sencilla: la música que escuchaban los padres o que sigue sonando en el entorno familiar deja una huella. Además, las plataformas de streaming facilitan el acceso a cualquier época, lo que mantiene viva la conexión con los clásicos. Así, una persona nacida en 2005 puede sentir la misma emoción con una canción de 1980 que con un éxito actual.

Esta “herencia musical” demuestra que los recuerdos musicales no solo se transmiten dentro de una generación, sino también entre generaciones. Las canciones viajan con las familias y con las culturas, convirtiéndose en un puente emocional entre padres e hijos.

La música actúa como un espejo emocional: refleja quiénes fuimos, quiénes somos y cómo hemos cambiado.
La música actúa como un espejo emocional: refleja quiénes fuimos, quiénes somos y cómo hemos cambiado. Fuente: Unsplash.

La música como espejo de quiénes somos

Más allá de las cifras, el estudio deja un mensaje claro: la música no es solo entretenimiento, es una forma de recordar quiénes somos. Los investigadores encontraron que las canciones que consideramos “nuestras” suelen estar asociadas a momentos decisivos de la vida: la primera independencia, los primeros amigos, los cambios importantes o las experiencias que marcaron nuestra identidad.

Esa conexión es tan poderosa porque la música activa regiones del cerebro relacionadas con la emoción y la memoria, como el hipocampo y la amígdala.

Escuchar una canción del pasado no solo despierta recuerdos, sino que reanima las sensaciones originales de ese momento. Por eso una simple melodía puede hacernos sentir, por unos segundos, exactamente como nos sentíamos años atrás.

En definitiva, el estudio confirma que cada persona lleva una historia sonora única. Las canciones que más amamos son como capítulos de una biografía emocional que se escribe con acordes y letras. Y aunque los sonidos cambien con el tiempo, la necesidad de acompañar nuestra vida con música sigue siendo una constante humana: un recordatorio de que, a través de las canciones, seguimos contando nuestra historia.

Referencias

  • Burunat, I., Mavrolampados, A., Duman, D., Koehler, F., Saarikallio, S. H., Luck, G., & Toiviainen, P. (2025). Memory bumps across the lifespan in personally meaningful music. Memory, 1-21. doi: 10.1080/09658211.2025.2557960

Cortesía de Muy Interesante



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