Un equipo de científicos españoles, liderado por Xabier Pérez Couto del Centro de Investigación en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (CITIC) de la Universidad de A Coruña, ha logrado un hito en la astronomía moderna. Han conseguido reconstruir la asombrosa odisea cósmica del cometa 3I/ATLAS, un enigmático objeto interestelar que, a diferencia de sus predecesores, nunca ha sido detectado físicamente dentro de nuestro sistema solar. Este trabajo de “arqueología galáctica” no solo traza su camino a través de la Vía Láctea, sino que lo confirma como un mensajero de otro mundo: una cápsula del tiempo primordial que contiene los secretos de la formación de un sistema planetario ajeno al nuestro.
El descubrimiento de 3I/ATLAS, realizado el pasado 1 de julio por el sistema de sondeo ATLAS en Chile, representa un salto cualitativo en el estudio de estos visitantes cósmicos. A diferencia de los ya famosos ‘Oumuamua y 2I/Borisov, que fueron detectados mientras atravesaban nuestro vecindario cósmico, 3I/ATLAS ha sido estudiado de forma remota, sin que se acerque a nuestro planeta a menos de 270 millones de kilómetros. Este hecho convierte la investigación española en una proeza de astronomía computacional, demostrando que es posible identificar y analizar estos objetos incluso cuando se mantienen a una distancia segura.
La misión Gaia: El GPS galáctico que desveló el pasado del cometa
Para desentrañar el misterio de 3I/ATLAS, el equipo de Pérez Couto recurrió a una de las herramientas más poderosas de la astronomía actual: la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA). El objetivo de Gaia es crear el mapa tridimensional más preciso y detallado de la Vía Láctea jamás concebido, midiendo con una exactitud sin precedentes la posición, el movimiento y la distancia de miles de millones de estrellas. Utilizando este vasto catálogo de datos, los investigadores actuaron como auténticos detectives cósmicos, realizando una reconstrucción inversa de la trayectoria del cometa.
Este análisis les permitió “rebobinar” el viaje de 3I/ATLAS a lo largo de los últimos 10 millones de años. Al trazar su camino a través del denso tráfico estelar de nuestra galaxia, pudieron confirmar con un alto grado de certeza que su órbita no se originó en los confines de nuestro sistema solar, como la Nube de Oort, sino que inequívocamente proviene del espacio interestelar. Nació en la nebulosa que rodeaba a otra estrella, en otro rincón de la galaxia, y ha estado vagando por el cosmos desde entonces. El trabajo del CITIC demuestra cómo la ciencia de datos y la astrometría de precisión se han convertido en herramientas indispensables para descubrir los secretos de estos viajeros fantasmales.
Una ventana directa a la formación de otros mundos
La verdadera importancia de este hallazgo reside en lo que 3I/ATLAS representa. Tal y como señala Xabier Pérez Couto, “lo que hace único a 3I/ATLAS es que nos permite estudiar la evolución de objetos originados en otros sistemas estelares”. Hasta ahora, la formación de planetas y cometas en torno a otras estrellas era un campo dominado por teorías y modelos informáticos. Estos objetos, sin embargo, nos ofrecen una muestra física y directa. Son materiales primigenios, restos helados de la construcción de planetas que fueron expulsados de su sistema natal y que han permanecido prácticamente inalterados durante eones.
Cada observación de un cometa interestelar es, en palabras de Couto, “como abrir una ventana al pasado del Universo”. Al analizar su composición (aunque sea a distancia, a través de la luz que refleja), los científicos pueden inferir la composición química de la nebulosa en la que se formó. Esto permite comparar los “ingredientes” que dieron lugar a nuestro sistema solar con los de otros, ayudando a responder preguntas fundamentales: ¿Son comunes los componentes básicos para la vida en otras partes de la galaxia? ¿Qué tan parecidos o diferentes son otros sistemas planetarios al nuestro? 3I/ATLAS no es solo una roca helada, es un laboratorio cósmico ambulante.
El tercer visitante
3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar confirmado, siguiendo los pasos de ‘Oumuamua (1I/2017 U1) y 2I/Borisov (2I/2019 Q4). El primero, ‘Oumuamua, desconcertó a los científicos por su extraña forma alargada y su comportamiento anómalo. El segundo, Borisov, se parecía mucho más a los cometas de nuestro propio sistema solar. Ahora, 3I/ATLAS inaugura una nueva forma de estudio: la detección y análisis de estos cuerpos sin necesidad de que nos visiten de cerca. Esto sugiere que el espacio interestelar está mucho más poblado de estos “exocometas” de lo que se pensaba.
Este descubrimiento consolida el nacimiento de un campo apasionante: la arqueología interestelar. Gracias a sistemas de sondeo cada vez más potentes como ATLAS y futuros observatorios como el Vera C. Rubin, se espera que el número de detecciones se dispare en los próximos años. El trabajo pionero del equipo español no solo nos ha dado una nueva perspectiva sobre un cometa lejano, sino que ha perfeccionado las técnicas que nos permitirán catalogar y estudiar a decenas de estos mensajeros cósmicos, cada uno con una historia única que contar sobre su lugar de origen.
Cortesía de El Periodico
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