Ciudad maravillosa y violenta

Desde Río de Janeiro

Río de Janeiro, ciudad maravillosa, ¡la ciudad más linda del mundo! La ciudad del carnaval, la fiesta más encantadora que existe. Todo ello con playa, arena, sol, garotas y música. Y, al mismo tiempo, de forma esquizofrénica, es la ciudad más violenta de Brasil. Una ciudad donde, mientras las playas estaban llenas de gente, ocurría una masacre que dejaba más de cien muertos.

¿Cómo conviven los dos Río de Janeiro? ¿Cómo pueden existir dos ciudades tan antagónicas? Es la ciudad que revela, de forma escandalosa, el fracaso de la “guerra contra las drogas”.

Un operativo desastroso del gobernador derechista de Río de Janeiro reveló con claridad la dimensión del problema. Se calcula que la mitad del territorio de la provincia está controlado por grupos de narcotraficantes.

Existe el narcotráfico porque existe el consumo de drogas, cuyo mercado se encuentra precisamente en los sectores de clase media y alta que viven, sobre todo, en la zona sur de la ciudad. Es la articulación entre el tráfico y el consumo de drogas lo que une a las dos ciudades, que en verdad son una sola.

Hay una porque existe la otra; una depende de la otra. Una de sus expresiones son los niños —llamados avioncitos— que sirven de mensajeros para hacer llegar las drogas desde quienes las trafican hasta quienes las consumen. El tráfico se vale de esos niños también porque, por su edad, no son pasibles de procesos judiciales.

Todo eso ocurre en la ciudad maravillosa, lo cual no le quita su maravilla, pero convive con ella.

Río de Janeiro fue, durante mucho tiempo, la capital de Brasil. Cuando se construyó Brasilia, en el centro del país, para ser la nueva capital, Río de Janeiro sufrió y entró en un proceso de decadencia. El motor económico del país está en São Paulo; el centro político, en Brasilia.

Sin embargo, Río de Janeiro nunca ha dejado de ser la mayor atracción turística de Brasil, tanto nacional como internacional. Su fama de violencia convive con la tranquilidad de la zona sur, la parte más frecuentada por el turismo, donde se concentran los hoteles y restaurantes más visitados.

Quienes viven en la ciudad o suelen venir a ella saben todo esto, conviven con ello y disfrutan, al mismo tiempo, de las bellezas de la ciudad.

Lo ocurrido esta semana fue un intento frustrado del gobernador de la provincia por combatir al principal grupo de narcotráfico de Río de Janeiro: el Comando Vermelho. La cifra de cientos de muertos revela el fracaso del operativo -sólo cuatro eran policías-. Nadie sabe cuántos de los muertos, e incluso de los presos, son verdaderamente inocentes.

El pueblo, que en general vive entre los fuegos cruzados de los narcotraficantes y de la policía, paga siempre un precio muy alto. La legalización de las drogas leves —realizada con éxito en Uruguay— no es defendida por nadie, no se sabe por qué. Tal vez la policía esté en contra, porque tiene intereses en que no se legalicen.

Es esa trama compleja de fenómenos la que articula, de forma contradictoria y paradójica, la existencia de esa ciudad maravillosa y violenta que es Río de Janeiro.

Cortesía de Página 12



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