
En diversos momentos de la historia reciente hemos visto cómo la subida del precio del petróleo, muchas veces provocada por conflictos bélicos o de geopolítica -como sucedió con el embargo petrolero de 1973 que provocó el fracaso comercial del Concord- ponen en aprietos al transporte aéreo a nivel global. El combustible puede llegar a representar desde un 23% y hasta el 30% de la estructura de costos de una empresa de aviación (de acuerdo con la empresa y el precio del crudo), de modo que la volatilidad en ese mercado siempre pone a temblar a las aerolíneas.
Por otro lado, desde hace mucho que la industria ha adoptado políticas de cero emisiones de CO2 a través del desarrollo de combustibles alternativos y de nuevos propulsores para los aviones del futuro. Esto se ha hecho como una respuesta a los problemas de la contaminación a nivel global, pero sin duda va a ser un enorme alivio tener diversas opciones que le permitan al transporte aéreo no ser tan dependientes de una sola fuente de suministro de combustible.
La iniciativa CORSIA (Carbon Offsetting and Reduction Scheme for International Aviation) impulsada por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y más de 120 países que pertenecen a ese organismo, fue además respaldada por la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), las armadoras de aviones como Airbus, Boeing, Bombardier, Embraer, etc., así como proveedores de la industria y muchos agentes interesados. La meta es que en 2050 se llegue a Cero emisiones de CO2 (NetZero) y para ello se había planteado que en el 2030 la producción de Combustible Sostenible de Aviación (SAF) llegara al 5% de los requerimientos, lo cual se ve difícil, ya que el año pasado apenas se produjeron un millón de toneladas (el 0.3% del consumo mundial) y para este año se proyecta llegar a 2 millones, (un 0.7%), de acuerdo con datos de IATA.
Parte del problema es que el SAF es más caro que la turbosina, debido entre otras cosas a la baja producción, de ahí que se requiera un apoyo mucho más consistente de parte de los gobiernos, los pasajeros, las aerolíneas y los productores. Y más que exigir o sancionar (como están haciendo la Unión Europea y Reino Unido) se busca que el apoyo sea para incentivar la producción con créditos fiscales, por ejemplo.
Por eso ha sido una muy buena noticia tanto el concurso de desarrollo de SAF realizado en México durante la Feria Aeroespacial Mexicana (FAMEX) en sus ediciones 2023 y 2025, auspiciada por Airbus, Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) y la Canaero, entre otros. Pero lo es también el anuncio de Santander, a través de su directora ejecutiva de Sostenibilidad, Mariuz Calvet, para colaborar con instituciones académicas que presenten proyectos enfocados en el desarrollo de SAF, debido a que el banco desea apoyar este tipo de iniciativas para frenar el cambio climático.
Aún mejor noticia es que otros actores, como FIRA (los fideicomisos integrados en relación con la agricultura de Banxico) se unirán a la iniciativa, y no se descarta que los proyectos que ASA ha cobijado puedan tener estos apoyos. Es un aliciente saber que hay actores en México que apoyan este noble objetivo de reducir la contaminación.
Cortesía de El Economista
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