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Estados Unidos compra más bienes y servicios al resto del mundo de los que les vende y esta brecha, llamada déficit comercial, no ha parado de crecer en los últimos años.
En 2024 las importaciones estadounidenses de bienes y servicios superaron a las exportaciones en US$918.000 millones, un 17% más que el año anterior.
Pese a esto, en las últimas décadas la primera economía mundial ha crecido a un ritmo superior al de Europa, ha atraído ingentes capitales extranjeros y el dólar no ha encontrado rival como moneda de referencia en el mundo.
El presidente Donald Trump intensificó la semana pasada su particular cruzada contra el déficit comercial en forma de aranceles generalizados a las importaciones, lo que desató temores a una recesión y disparó la volatilidad en los mercados de todo el mundo.
Trump atribuyó el déficit a prácticas desleales de otros países, a quienes acusó de “saquear” al suyo, y aseguró que corregir ese desequilibrio reactivará la producción y el empleo en Estados Unidos.
Aunque a primera vista el déficit comercial se puede interpretar como una señal de debilidad, economistas consultados por BBC Mundo sostienen que responde a la posición dominante de EE.UU. en el sistema financiero internacional.
Analizamos por qué, pese a importar mucho más de lo que exporta, el país norteamericano se ha beneficiado hasta ahora del comercio global.
El dólar como moneda de reserva mundial
El papel del dólar en la economía global explica en parte por qué Estados Unidos puede mantener un déficit comercial tan elevado sin poner en riesgo su estabilidad económica.
La moneda estadounidense copaba el 59 % de las reservas internacionales de divisas en 2024, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y es desde hace décadas la más utilizada en transacciones comerciales y la preferida por bancos centrales, gobiernos y grandes inversores para proteger sus activos.
Gracias a esta elevada demanda del billete verde, Washington puede endeudarse a tasas relativamente bajas y financiar su déficit.

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“Que el dólar ejerza como moneda de reserva internacional hace que Estados Unidos tenga estructuralmente una posición de déficit exterior, porque la única forma en la que el resto del mundo puede acceder a dólares y, por tanto, incrementar su saldo de reserva monetaria internacional, es con déficits exteriores de Estados Unidos”, explica a BBC Mundo el economista español Juan Ramón Rallo.
Esto implica que países y agentes económicos de todo el mundo necesitan vender mercancías a EE.UU. para obtener dólares, lo que genera un flujo constante de productos hacia el mercado estadounidense y un déficit comercial continuo.
“Dicho de otra manera: el resto del mundo está deseoso de vender sus mercancías a Estados Unidos para conseguir dólares. Esto no va a cambiar mientras siga siendo moneda de reserva internacional”, puntualiza Rallo
Mientras el dólar conserve su hegemonía, apunta, EE.UU. podría seguir asumiendo su déficit exterior sin mayores complicaciones.
De hecho, el economista remarca que la balanza comercial negativa “no es algo necesariamente malo; significa que el resto del mundo está financiando al país que tiene el déficit exterior, en este caso, Estados Unidos”.
La clave, según Rallo, está en cómo se usa esa financiación: “Si la utiliza el sector privado para aumentar su productividad o generar inversiones de alto valor añadido, el resto del mundo te está financiando a tipos muy bajos y tú aprovechas para invertir en activos de alto rendimiento”.
“Ahí la ganancia (para Estados Unidos) es muy clara”, sentencia.
EE.UU. importa bienes pero exporta activos
El déficit comercial de Estados Unidos no se atribuye únicamente al intercambio de bienes y servicios, sino al atractivo que ofrece su economía como destino de inversión.

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“Los inversores extranjeros no solo compran bienes y servicios, sino también activos financieros, y eso es clave para entender por qué el país mantiene un déficit comercial: exporta menos bienes, pero más activos financieros”, indica a BBC Mundo la profesora de economía Emily Blanchard, de la Escuela de Negocios Tuck en New Hampshire.
Al tiempo que Estados Unidos importa productos exporta esos activos, desde bonos del Tesoro hasta acciones o bienes raíces que gozan de una alta demanda de gobiernos, bancos centrales e inversores privados de todo el mundo.
Pese a no formar parte de la balanza comercial, este flujo constante de capital hacia Estados Unidos tiene un efecto directo sobre ella: permite mantener un déficit sostenido.
“Si el resto del mundo compra más activos estadounidenses que Estados Unidos activos extranjeros, eso significa que EE.UU. es un prestatario neto del resto del mundo”, explica Blanchard.
En otras palabras, el país financia sus importaciones vendiendo activos financieros a inversores extranjeros.
Este mecanismo, aunque muchas veces se presenta como si fuera una debilidad, es en realidad una consecuencia natural de la posición de Estados Unidos en el sistema financiero internacional, según Blanchard.
“Las importaciones y exportaciones -la deficitaria balanza comercial- suelen ser el carro, no el caballo. El caballo son los mercados globales de activos”, ilustra.
El déficit comercial, explica la economista, no solo refleja una diferencia entre lo que se compra y se vende en términos de bienes; también refleja la confianza global en los activos estadounidenses y la voluntad del resto del mundo de financiar el consumo, la inversión y el crecimiento económico en Estados Unidos.
La inversión extranjera directa en Estados Unidos alcanzó US$5,39 billones en 2023, un 4% más que el año anterior, según los últimos datos de la Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés) del gobierno federal.
Gran parte de esa inversión se canaliza hacia sectores clave como la tecnología, las finanzas y el sector inmobiliario, al tiempo que países extranjeros han seguido acumulando deuda pública estadounidense, con Japón, China y Reino Unido a la cabeza.
Además, la entrada de capitales foráneos impulsada por el déficit comercial financia desde el gasto público hasta la expansión empresarial y el consumo.
“La inversión extranjera permite que las empresas y los ciudadanos pidan préstamos a un coste menor, lo cual respalda las inversiones de capital que construyen la economía del futuro y alivia la carga financiera sobre los hogares”, apunta Blanchard
Beneficios para el consumidor y la industria
Uno de los efectos más visibles, según expertos, del déficit comercial de Estados Unidos es el acceso a productos más baratos y variados para los consumidores.
Al importar masivamente bienes fabricados en países con menores costes de producción, los hogares estadounidenses pueden adquirir alimentos, ropa, electrodomésticos o tecnología a precios que serían mucho más altos de producirse localmente.

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La profesora Blanchard lo ilustra con un ejemplo: “Puedes comprar una camiseta hecha en EE.UU. o una hecha fuera del país como Vietnam, Líbano u Honduras”.
Blanchard también destaca la variedad de opciones: “No solo conseguimos versiones más baratas de los mismos productos sino que también tenemos más variedad. Si solo pudiera comprar vegetales cultivados aquí en New Hampshire en esta época del año, comería papas y repollo todos los días. Afortunadamente puedo comprar aguacates y mangos de México”.
Además de abaratar y diversificar los productos finales, las importaciones también permiten a las empresas acceder a insumos intermedios, como partes, componentes y materias primas esenciales para la producción del país.
“La mayoría de nuestras importaciones no son bienes finales: gran parte corresponde a insumos intermedios. Al adquirir componentes más baratos del extranjero, nuestras empresas -especialmente las manufactureras- pueden ser más competitivas no solo para vender dentro de Estados Unidos sino también al resto del mundo”, desgrana la académica.
Así, la posibilidad de elegir productos más baratos fabricados en el extranjero no solo beneficia directamente al consumidor, sino que también tiene un efecto positivo sobre la economía en general.
Blanchard resume que las importaciones, lejos de ser un signo de dependencia, han ayudado a contener la inflación, ampliar las opciones del consumidor y reducir los costes de producción para miles de empresas estadounidenses.
“El comercio es el ejemplo perfecto de un juego en el que todos ganan, pero ahora algunos lo están presentando como si fuera de suma cero”, sentencia.
Especialización en sectores de alto valor añadido
Al importar productos de bajo costo -desde camisetas y frutas hasta productos electrónicos- Estados Unidos no solo reduce los precios de consumo; también libera recursos internos -mano de obra, capital, tiempo o tecnología- que puede reorientar a sectores más rentables y estratégicos.
La especialización es uno de los fundamentos del comercio internacional: cada país se concentra en producir aquello en lo que tiene ventajas comparativas.
“Esto significa que los trabajadores, el capital, la tierra y la maquinaria que se habrían dedicado a confeccionar camisetas pueden utilizarse para fabricar otra cosa en Estados Unidos”, explica Emily Blanchard.
Así, el sector manufacturero estadounidense “se dedica a crear productos más avanzados, de mayor valor, y prácticamente ninguna camiseta”.

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La especialización estadounidense se ha dirigido a sectores intensivos en conocimiento y tecnología: aeroespacial, servicios financieros, salud, investigación y desarrollo, y, sobre todo, tecnologías de la información.
Muchas de las empresas más valiosas del mundo -Apple, Microsoft, Google, Amazon, NVIDIA- tienen su sede en EE.UU. y se han beneficiado hasta ahora del acceso a una economía flexible, abierta y altamente conectada a los mercados globales.
“Podemos centrarnos en fabricar cosas realmente geniales, muchas veces con beneficios realmente altos. Silicon Valley está aquí mismo, en Estados Unidos”, señala Blanchard.
De hecho, es el sector tecnológico el que ha sufrido con mayor intensidad el desplome de los valores de Wall Street en las dos jornadas bursátiles que siguieron al anuncio de aranceles de Trump la tarde del miércoles.
El resultado de la especialización en productos de alto valor añadido no es solo económico, sino también laboral: aunque se han perdido empleos en sectores tradicionales, se han creado otros, por lo general mejor remunerados y con mayor proyección.
Este cambio, sin embargo, no ha sido homogéneo en todo el país y ha generado desigualdades territoriales y sociales, lo que ha contribuido, según expertos, a popularizar las ideas proteccionistas en áreas y sectores más golpeados por la competencia exterior y la pérdida de empleos industriales.

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Cortesía de BBC Noticias
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