La Primera Guerra Mundial transformó no solo el curso de la historia, sino también la vida cotidiana de millones de personas. Más allá de las batallas y las cifras, este artículo recoge imágenes y testimonios que revelan el impacto humano del conflicto: cartas escritas desde el frente, momentos de descanso, escenas cotidianas en las trincheras o gestos de cercanía en medio del caos.
A través de estas estampas, se ofrece una mirada al lado más íntimo y menos conocido de la guerra, donde, pese a la crudeza, también hubo espacio para la emoción, la rutina y los vínculos personales.
Emociones intensas
Pienso en vosotras constantemente, pienso en vosotras cuando me tumbo por la noche, cuando me despierto por la mañana, cuando hacemos marchas, en realidad pienso en vosotras siempre que estoy despierto (…)”. Este es un extracto de una de las muchas cartas que el sargento Arthur Harrington escribió a su esposa, Florence, durante la contienda. Se marchó al frente francés cuando ella estaba embarazada de su segunda hija. Murió sin conocerla. Toda su correspondencia forma parte del recopilatorio Mujeres y amadas: cartas de amor enviadas en tiempos de guerra.

Sus autores, los investigadores Alastair Massie y Frances Parton, sostienen que las misivas desvelan cómo en tiempo de guerra “todas las emociones habituales que experimentan los hombres y las mujeres se hacen sentir de una forma mucho más intensa”.

Estampas de guerra y amor
Entre esas ‘otras imágenes’ del conflicto se encuentran una postal que plasma el reencuentro entre un soldado francés y su amada, un grupo de reclutas escribiendo a sus seres queridos desde las trincheras o un soldado británico protegido con una máscara de gas.

La guerra se llevó a más de 9 millones de combatientes. Solo en Alemania murieron 1.600.000 soldados. En Francia, las víctimas ascendieron a 1.300.000. Todo ello sin contar a los millones de civiles que desaparecieron, a los heridos y mutilados…

El día a día en el campo de batalla
Los soldados cavaron cientos de kilómetros para conseguir las trincheras, esos largos tajos en el terreno que se convirtieron durante aquellos cuatro años en su hogar y refugio.
Además de sufrir las atrocidades propias de la guerra, debieron soportar el frío, la humedad de los interminables inviernos, el fango, la mala alimentación, la proliferación de ratas y de piojos o chinches, la falta de higiene, la incomodidad…

Todo ello fue minando su resistencia física y psíquica durante el conflicto. No obstante, estas imágenes nos revelan que en esos inhóspitos lugares prevaleció también el intento de conseguir una relativa paz mientras acechaban las bombas. Es la cotidianidad de quienes estaban en el frente; imágenes que captan momentos singulares en tanto que no se empuña un fusil.

Cortesía de Muy Interesante
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