Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, muy lejana… “Episodio IV: Una nueva esperanza”, título soso y facilón donde los haya, se llamaba “La guerra de las galaxias”, y parecía ser una película con principio y fin. Si bien su monumental éxito en taquilla garantizaba que habría continuaciones, no eran necesarias para entender y disfrutar las aventuras del joven Luke Skywalker.
A pesar del debate sobre si se trata de una gran obra de ciencia ficción o de fantasía, la saga de Lucas es referente cultural para generaciones.
Una película que cambió el rumbo de la ciencia ficción
No se trata solo de que aquella producción inicial haya crecido sin parar, hasta convertirse en una de las marcas registradas más rentables de la historia del cine, con un valor que podría superar los 50.000 millones de dólares entre películas, series y productos derivados, ni de que su expansión tras aquel big bang no tenga trazas de detenerse; es que fue una película que, como “2001: Odisea del espacio” en su día, cambió la ciencia ficción para siempre, aunque de modo distinto: si la cinta de Kubrick reivindicaba la capacidad del género para entrar en temáticas adultas, la de George Lucas apostaba por la fantasía y la diversión.
De hecho, hay serias dudas sobre si “Star Wars” podría considerarse ciencia ficción. Sí, salen razas alienígenas, naves espaciales, armas futuristas y mundos desconocidos, pero le falta el elemento obligatorio del anclaje con nuestro mundo real.
La famosa frase del principio de cada película ya nos deja claro que lo que vamos a ver es un cuento de hadas, tan cercano a la verdadera ciencia ficción como el mundo de Tolkien a la historia antigua. La categoría más exacta con la que se le ha definido es la de space opera (aventura, épica o epopeya espacial), subgénero al que desde entonces se han apuntado centenares de títulos.

De un proyecto incomprendido al mayor fenómeno del cine
Pero hay que volver a 1975, cuando George Lucas, tras el éxito de su segunda película, “American Graffiti”, planteó a los ejecutivos de la 20th Century Fox su proyecto (Universal, productora de “American Graffiti” no quiso saber nada). El problema fue que la idea inicial no se entendía mucho: “Mace Windu, reverenciado Jedi-Benda de los Opuchi, emparentado con Usby CJ Thorpe, aprendiz padawaan de los famosos Jedi…”.
Con todo, el ejecutivo de Fox Alan Ladd Jr. creyó lo bastante en Lucas como para asegurarle un presupuesto de 3,5 millones de dólares, y subirlo después a 8,5 (incluidas 20 000 libras adicionales para rodar la famosa escena de la cantina). Por su parte, Lucas fue puliendo aquella idea inicial, en la que llevaba trabajando desde 1972, hasta dejarla en una historia sencilla y cerrada: el rescate de una princesa y la destrucción de la base principal del malvado Imperio galáctico.
Por muy innovadora que pudiera parecer, La guerra de las galaxias repesca muchas influencias anteriores, de las aventuras de Flash Gordon a la saga de “Los nuevos dioses” creada por Jack Kirby para DC Cómics, sin olvidar el ensayo “El héroe de las mil caras”, del antropólogo Joseph Campbell, en el que analizaba cómo la esencia de las narraciones heroicas no ha cambiado a lo largo de los siglos.
Pero supo amalgamar estas influencias sin plagiar ninguna y ofrecer algo completamente nuevo: los efectos especiales creados por John Dykstra permitían ver cosas que jamás habían aparecido en una pantalla, como el famoso plano cenital del interminable destructor imperial con el que se abre la película, las batallas de cazas espaciales o las espadas láser.
Un reparto lleno de caras desconocidas que dio la vuelta a los arquetipos clásicos
Los actores principales eran desconocidos (es famosa la anécdota que cuenta cómo aquellos años Harrison Ford se ganaba la vida como carpintero), con la excepción de dos nombres de peso en los personajes secundarios: Peter Cushing y Alec Guinness. Este último aceptó solo por el dinero y siempre consideró que sus diálogos eran recargados y banales…
Pero cuando se enteró durante el rodaje de que Obi-Wan Kenobi moría a mitad de la película en su duelo con Darth Vader, estuvo a punto de dimitir.
Pero ¿son los diálogos en efecto tan banales? Todo lo referente a la Fuerza puede tener una pomposidad un poco vacía, desde luego, pero la película introduce, entre una escena prodigiosa y otra, abundantes golpes de humor, la mayoría a cargo de los androides C-3PO y R2D2, del cinismo fanfarrón de Han Solo y del sarcasmo de Leia, un personaje que sorprendió a muchos críticos por su dureza y sus arrestos, y que daba completamente la vuelta al tópico de la princesa en apuros.

Un rodaje caótico para una leyenda mundial
Toda la Fuerza del universo no fue suficiente para librar al director de un rodaje infernal. Tormentas de arena y lluvias torrenciales en Túnez; discusiones constantes con los técnicos en Londres; y la constatación de que, cuando concluyó el trabajo con actores, el equipo de efectos especiales se había gastado un millón de dólares para conseguir solo tres escenas pasables (aunque la inversión sentó las bases de todo el proceso técnico que no tardaría en obtener resultados brillantes).
Lucas enfermó varias veces y a su regreso en Estados Unidos tuvo que pasar una noche en el hospital. Los pases previos para la crítica y los ejecutivos de la Fox no ayudaron mucho y prevalecía el sentimiento general de que la película, como mucho, lograría unos beneficios modestos.
Cuesta describir lo que supuso aquel estreno en un tiempo en que las películas solo podían verse en los cines y la única manera de acceder a ellas era pasando por taquilla. Colas de varias manzanas de longitud, programas de noticias dedicados únicamente a “La guerra de las galaxias”, una fiebre verdaderamente planetaria… y Lucas convertido de repente en el hombre más poderoso de Hollywood, preparando una continuación donde comenzaría a revelar el secreto que se había guardado durante todo este tiempo: que el verdadero protagonista de la saga era Darth Vader.
Un universo expandido antes de que fuera tendencia
Lo que comenzó como una historia cerrada sobre un rescate y una rebelión terminó por convertirse en el esqueleto de una mitología moderna. Aunque George Lucas no tenía del todo claro si habría más entregas, el universo de “Star Wars” creció rápidamente con novelas, cómics y juguetes que, más allá del puro comercio, fueron claves para mantener vivo el relato entre película y película.
Así, la saga empezó a funcionar como una gran narración fragmentada, donde cada nuevo contenido aportaba matices a los personajes y profundizaba en la política, la religión y la historia de esa galaxia tan lejana.
Mucho antes de que la noción de universo cinematográfico fuera explotada por Marvel o DC, Lucas ya jugaba con líneas temporales cruzadas, precuelas y narraciones paralelas. Cuando en 1999 se estrenó “La amenaza fantasma”, el público descubrió no solo los orígenes de Anakin Skywalker, sino también cómo “Star Wars” podía reescribirse a sí misma desde nuevos ángulos.
Las críticas fueron duras, en parte porque la nostalgia pesa más que cualquier efecto digital, pero la maquinaria ya estaba en marcha. La historia dejaba de ser lineal y pasaba a ser coral, interconectada, expansiva.
Los nuevos fanátícos entraban por donde podían: por una serie animada, por un videojuego, por una figura de acción. No hacía falta haber visto las películas originales para disfrutar de un rincón del canon. Lo que para algunos puristas fue una traición, para Lucas y sus sucesores fue una oportunidad narrativa.

Entre todos los elementos que definieron “La guerra de las galaxias”, la Fuerza es quizá el más ambiguo y, a la vez, el más poderoso. Concebida inicialmente como una energía mística que lo impregna todo y une a los seres vivos, la Fuerza ha sido interpretada de mil maneras: como filosofía oriental, como metáfora espiritual, como recurso narrativo. Su indefinición ha sido, en realidad, una de sus grandes virtudes, permitiendo que cada espectador la adapte a su propio sistema de creencias.
La popularización de expresiones como “que la Fuerza te acompañe” o la conversión del Día de Star Wars (4 de mayo) en una celebración mundial han convertido ese concepto en parte del lenguaje común. Algunos incluso han intentado transformarlo en religión registrada —el jedismo— con resultados más anecdóticos que serios.
Pero lo que subyace en esa apropiación es el poder simbólico que Lucas supo dar a un relato simple: en un mundo donde las certezas escasean, la idea de una energía invisible que guía el destino resuena con fuerza.
El éxito de “La guerra de las galaxias” no se explica solo por sus batallas, sus planetas exóticos o sus criaturas curiosas, sino por haber tocado algo profundo en el imaginario colectivo. Entre sus luces de neón y su sonido, la saga insertó preguntas clásicas sobre el bien, el mal, el destino y la redención. En otras palabras: del lado luminoso y oscuro que todos llevamos dentro.
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: