Cómo la tradición soviética de los informantes ha resurgido en Rusia desde la invasión de Ucrania

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  • Autor, Juan Francisco Alonso
  • Título del autor, BBC News Mundo

“Sí, yo le escribí a las autoridades para que se encargaran de ella”.

Con estas palabras, el soldado ruso retirado Valentin Botsvin reconoció haber denunciado a una compatriota por “actos desleales” en contra del ejército.

Lejos de algún tipo de remordimiento, el exmilitar defendió sus actos en una entrevista con la BBC.

“Yo he escrito muchas cartas (denuncias), no todas se han hecho públicas, y lo he hecho porque ahora estamos en una batalla por los valores humanos (…) Por eso estamos peleando esta guerra (en Ucrania)”, dijo.

La acusación del exmilitar estuvo dirigida en contra de la artista Alisa Gorshenina, quien participó en la producción de un video del controvertido grupo de música ruso Pussy Riot, en el cual se cuestionaba la invasión rusa a su vecino del oeste y el tratamiento que el Kremlin está dando a aquellos que critican el conflicto.

En abril, Gorshenina fue detenida y permaneció diez días en un calabozo, del que salió tras pagar una multa.

El caso de la artista no es único y revela que las delaciones, unas prácticas muy comunes en la era soviética, están resurgiendo en la Rusia de Vladimir Putin.

Retrato de Stalin

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El gran hermano

“El partido tiene un gran ejército de informadores voluntarios. Tenemos una imagen completa: de todos, todos”, llegó a decir Konstantín Chernenko, quien gobernó a la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) entre 1984 y 1985.

Las denuncias ciudadanas fueron uno de los rasgos característicos del desaparecido Estado comunista desde sus inicios, que heredó del anterior régimen zarista, escribió el historiador ruso Vladímir Kozlov, en su artículo “El fenómeno de la denuncia“.

“La denuncia, junto con las quejas a las ‘autoridades superiores’ sobre funcionarios y burócratas, agresores y opresores del pueblo, a menudo sustituía a los tribunales y constituía la última esperanza para el restablecimiento de la justicia”, explicó el experto.

Sin embargo, fue con la llegada al poder de José Stalin (1878-1953) en 1922 que las delaciones se institucionalizaron y expandieron más allá del combate contra “los abusos por parte las autoridades y funcionarios locales”, para degenerar en un poderoso mecanismo de control social.

El Código Penal de 1926 amenazaba con cárcel los ciudadanos soviéticos que “no denunciaran un delito contrarrevolucionario conocido, preparado o cometido”.

Unas personas pasan por la sede de la antigua KGB en Moscú.

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Durante el llamado “Gran Terror”, como se conoce a las purgas que Stalin ordenó en la década de 1930 y en las que según algunos historiadores murio hasta un millón de personas, casos como el del pionero Pavlik Morozov fueron exaltados por las autoridades y utilizados para convencer a los ciudadanos de que debían vigilarse mutuamente y denunciar cualquier anomalía, sin importar quien la cometiera.

Según la versión soviética, Morozov, un niño de 13 años, acudió en 1932 a la policía para acusar a su padre, un alto cargo en la región de los Urales, de “vender documentos a enemigos del pueblo”. El padre fue arrestado, pero el resto de la familia mató al denunciante.

Luego del colapso de la URSS, ha surgido evidencia que indica que el caso fue fabricado por el aparato propagandístico.

Sin embargo, casos como el de Morozov sirvieron para que amigos, vecinos e incluso familiares se acusaran ante las autoridades, muchas veces sin ningún tipo de evidencia, con fines ocultos y aprovechando el anonimato.

En 1937, el entonces joven burócrata Iván Benediktov fue señalado de “sabotaje” ante el temido NKVD (predecesor de la KGB), pero milagrosamente Stalin no lo envió a un temido gulag, sino que lo nombró Comisario del Pueblo (Ministerio) de Agricultura.

Desde su nueva posición, el funcionario pudo ver el expediente en su contra y se sorprendió con lo que encontró.

“Me acusaron personas a quienes consideraba mis amigos más cercanos, en quienes confiaba total y completamente”, recordó Benedicktov décadas después, según se lee en el artículo “La denuncia como fenómeno sociopsicológico: la experiencia doméstica de la década de 1930” del filósofo ruso Nekhamkin V. Arkadyevich.

Retrato de Pavlik Morozov

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En los archivos de lo que fue la KGB algunos estudiosos han encontrado evidencias de que una misma persona envió más de 300 denuncias a todo tipo de autoridades, la mayoría sin sustento.

Tras los pasos de Stalin

Desde el inicio de la invasión a Ucrania en febrero de 2022, las delaciones en Rusia han resurgido, gracias a que han sido fomentadas nuevamente desde el Kremlin.

“El pueblo ruso siempre podrá distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria y de los traidores”, declaró Vladimir Putin un mes después del inicio de su llamada “operación militar especial”.

“Estoy convencido de que una auto desintoxicación natural de la sociedad fortalecerá a nuestro país”, agregó.

Y acto seguido, Putin instó a sus compatriotas a escupir “como un mosquito que accidentalmente les entró en la boca” a los disidentes.

Para acallar cualquier crítica, el gobierno ruso reformó su Código Penal para castigar con hasta 15 años de cárcel a quienes difundan “informaciones falsas” y “desacrediten” al ejército ruso.

Desde entonces, unas 1.695 personas han sido encarceladas por motivos políticos en toda Rusia, mientras que otras 3.316 enfrentan cargos penales por manifestarse o expresar críticas en contra del conflicto bélico, aseguró OVD-Info, una organización no gubernamental de Derechos Humanos a la que Moscú califica como “agente extranjero”.

Putin dando un discurso

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Desde el inicio de la invasión a Ucrania y hasta noviembre pasado, la agrupación había contabilizado 21 juicios cuyo origen han sido las denuncias presentadas por ciudadanos, mientras que 175 personas más enfrentaban procesos administrativos y otras 79 habían sido multadas porque alguien los acusó de deslealtad o cargos similares.

Un caso que trascendió las fronteras rusas fue el de la doctora Nadezhda Buyanova, de 68 años, a quien un tribunal la condenó a cinco años y medio de prisión en noviembre pasado por “esparcir deliberadamente información falsa” sobre el ejército ruso.

La pediatra fue denunciada por la madre de uno de sus pacientes de haber dicho que la muerte del padre de su hijo en Ucraina estaba justificada porque “era objetivo militar”.

La doctora negó los señalamientos. Sin embargo, la acusación de su delatora, junto al hecho de haber nacido en Ucrania, cuando este país era parte de la URSS, fueron evidencia suficiente para el juzgado, reportó la agencia Reuters.

“Había leído que esto le había pasado a otros, pero jamás creí que me pasaría a mí”, se lamentó al inicio de su juicio Buyanova.

La policía arresta a un manifestante en Moscú.

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Silenciado a la disidencia

Pero si millones de personas fueron víctimas de las delaciones en el pasado, ¿por qué están reapareciendo con tanta fuerza?

“Es una práctica soviética, pero también tiene algo que ver con el código genético ruso: el miedo y el intento de protegerse a toda costa de los demás”, explicó hace unos meses a la BBC Nina Khrushcheva, profesora ruso-estadounidense de Asuntos Internacionales en The New School de Nueva York.

“Lo que encuentro fascinante es cuán rápido la memoria genética rusa ha regresado y personas que no vivieron un determinado periodo histórico (el estalinismo) repentinamente actúan como si lo hubieran hecho”, remató.

Las encuestas dan la razón a la experta. Un sondeo de la Fundación de Opinión Pública, una organización alineada al Kremlin, arrojó que el 24% de los entrevistados estaba dispuesto a informar a las autoridades sobre alguien que expresara opiniones negativas respecto a las operaciones militares de Rusia en Ucrania.

Por su parte, un 14% afirmó que denunciaría a quienes criticaran al presidente Putin.

Un afiche de propaganda soviético de 1929.

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Volviendo al caso de la artista, Gorshenina admitió que durante mucho tiempo sintió miedo.

“No sabía si recibiría una visita (de las autoridades) y era inquietante ver los autos pasar o a un hombre con ropa oscura en el pasillo. Yo temía que me estuvieran siguiendo”, relató a la BBC.

La artista reveló que el primer abogado al que contactó le recomendó dejar Rusia cuanto antes, pero ella rechazó hacerlo.

“Tantos derechos nos han sido arrebatados, por eso consideré importante quedarme”, explicó, aunque hoy ninguna galería o museo quiere exhibir su trabajo.

Por su parte, su denunciante, el exsoldado Botsvin, dijo que el proceso se habría evitado si Gorshenina se hubiera disculpado.

Según OVD-Info, otros 41 artistas hoy están presos en Rusia y 176 están bajo vigilancia o sometidos a presiones, más allá de que el artículo 29 de la Constitución rusa garantiza la libertad de pensamiento y expresión a todos los ciudadanos del país.

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Cortesía de BBC Noticias



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