Cómo pasamos de cazar brujas a propagar teorías pseudocientíficas: ¿puede la biología desmantelar los peligros de los falsos mitos?

La historia de la humanidad está llena de episodios dolorosos donde el miedo y las falsas creencias dieron origen a acusaciones feroces, juicios públicos y episodios de violencia. Entre estos, la caza de brujas representa uno de los episodios más estremecedores del pasado. Hoy, sin embargo, en una era donde la biología, la genética y la ciencia experimental se expanden, surge un nuevo frente de batalla: el combate contra las pseudociencias. Un reciente artículo firmado por la bióloga Alessandra Ria recorre ese camino que une los juicios de Salem con las discusiones contemporáneas sobre las vacunas, y muestra cómo una lectura desde la biología puede ofrecer herramientas para desenmascarar los mitos persistentes.

La tragedia de Salem: un laboratorio de superstición

En enero de 1692, en Salem Village (actualmente Danvers, Massachusetts), las niñas Betty Parris (9 años) y Abigail Williams (11 años) comenzaron a desarrollar una serie de síntomas inesperados. Sufrían convulsiones, emitían extraños gemidos y afirmaban ser atacadas por entidades invisibles. En pocas semanas, decenas de niñas y vecinos del pueblo ya presentaban signos similares.

Los médicos de la época no lograban encontrar una causa que lo explicara, así que la religión acudió en su ayuda. El reverendo Samuel Parris, padre de Betty, sugirió que las niñas habían sido víctimas de brujería, lo que desencadenó una ola de acusaciones cruzadas. En febrero de 1692, comenzó formalmente el proceso a brujas en Salem, que concluyó a principios de 1693 con la ejecución de 25 personas. Se ahorcó a 19 de ellas, un hombre murió bajo tortura y cinco fallecieron mientras estaban en prisión.

Este juicio se considera el más letal en Norteamérica en materia de brujería y el último de esa magnitud en las colonias británicas. Para explicar qué motivó ese episodio, los historiadores han planteado múltiples causas, desde la crisis religiosa hasta las disputas territoriales, pasando por las epidemias de ergotismo, la histeria colectiva o las tensiones sociales. Sin embargo, ninguna explicación, por sí sola, basta: es esencial adoptar un enfoque multidimensional.

Claviceps purpurea. Fuente: Dominique Jacquin/Wikimedia

Las causas que motivaron los juicios de Salem

Una hipótesis particularmente fascinante se formuló en 1976, cuando la investigadora Linnda Caporael publicó en la revista Science una teoría atrevida. La estudiosa propuso que el brote había sido causado por una intoxicación alimentaria debida al hongo Claviceps purpurea o cornezuelo, que habría infectado el centeno con el que se elaboraba el pan. Este hongo produce alcaloides alucinógenos que pueden causar tanto ergotismo convulsivo (con convulsiones, alucinaciones y delirios) como ergotismo gangrenoso.

La hipótesis de Caporael captó rápidamente la atención pública y mediática por dar una explicación científica a lo que, hasta entonces, parecía un episodio sin una causa clara. Poco tiempo después, el psicólogo Nicholas P. Spanos y Jack Gottlieb publicaron también en Science un artículo que refutaba la teoría de Caporael. Alegaron que las descripciones presentes en los documentos históricos no coincidían con los síntomas del ergotismo. Añadieron, además, que había elementos más compatibles con la manipulación psicológica. Según Spanos y Gottlieb, las niñas parecían mostrar los síntomas en momentos específicos, cuando el acusado negaba su culpa, mientras que esos mismos síntomas remitían tras las confesiones.

Aunque la hipótesis del cornezuelo del centeno no se descartó por completo, hasta el punto de que, en el discurso popular, aún sobrevive la idea del “centeno maldito” como motor de los juicios de Salem, el análisis se enriqueció. La controversia entre las distintas hipótesis, de hecho, ilustra un fenómeno clave: una explicación científica sencilla y sugestiva puede arraigar incluso cuando los datos no la respalden plenamente. En ese sentido, la ciencia moderna debe estar alerta: las pseudociencias prosperan cuando las explicaciones emocionales superan a los argumentos racionales.

Juicios de Salem y vacunas
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Del centeno al mito moderno: vacunas y autismo

En el mundo contemporáneo, no faltan ejemplos de cómo se conforman ciertos mitos dudosos que adoptan una apariencia científica. El caso más emblemático que cita Alessandra Ria concierne al médico Andrew Wakefield. En 1998, Wakefield publicó un estudio en The Lancet donde afirmaba que la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) podría predisponer a padecer trastornos del espectro autista.

Su estudio, además de carecer de un proceso de control, se basó en la selección sesgada de casos. Además, tampoco había evidencia de causalidad y los estudios posteriores refutaron rotundamente esa correlación. The Lancet retiró el artículo en 2010 y Wakefield y sus coautores fueron acusados de manipulación ética y científica.

Con todo, una vez que la semilla de la duda se planta en la opinión pública, es muy difícil erradicarla. Así, las explicaciones emocionales ganan terreno frente a los datos racionales. Ria sostiene que, al igual que sucedió con Salem, la pseudociencia actual prospera aprovechando los vacíos de conocimiento, las incertidumbres y los miedos.

Cornezuelo
Cornezuelo. Fuente: Odile Jacquin/Wikimedia

Estrategias de la biología y las ciencias para desbancar los falsos mitos

Para que la biología y la ciencia en general puedan acabar con los falsos mitos, es necesaria una estrategia comunicativa y estratégica eficiente. Según Alessandra Ria, uno de los puntos clave es la pluralidad explicativa, es decir, el reconocimiento de que los fenómenos complejos casi nunca tienen una única causa. En este sentido, la biología debe dialogar con las humanidades. La contextualización histórica y cultural también resulta esencial. No conviene reducir un mito a un error científico, ya que muchos relatos míticos tienen raíces simbólicas, religiosas y psicológicas que son significativas para quienes los narran.

También es imprescindible la transparencia metodológica, que permite reconocer los límites de los estudios científicos, qué hipótesis existen y qué datos faltan. No basta con desenmascarar las falsas creencias: hay que divulgar las refutaciones con tanto peso comunicativo como tuvo la teoría inicial. Por ejemplo, el desmantelamiento del estudio de Wakefield tardó años en calar en la opinión pública.

Por último, la educación temprana también es esencial. Formar a la población en el pensamiento crítico, la comprensión de la biología básica y la ciencia como método y no como dogma proporciona las herramientas necesarias para analizar con criterio las falsas creencias.

Brujería y falsos mitos
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una lucha con sentido

Según Alessandra Ria, la transición de la caza de brujas a las pseudociencias contemporáneas muestra que el gran enemigo es tanto la ignorancia como la sed de respuestas inmediatas nacidas de la emotividad. El mito de Salem forma parte de un continuo que cruza los siglos: la búsqueda de un chivo expiatorio, el temor al otro, el deseo de explicaciones categóricas. Hoy, la biología puede ser un faro que ilumine la oscuridad del mito. Para ello, sin embargo, debe aprender de la historia: respetar el contexto cultural, no humillar al mito, sino ofrecer una alternativa bien fundamentada.

Referencias

Cortesía de Muy Interesante



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