En las últimas décadas, la arqueología experimental ha demostrado que no basta con estudiar objetos antiguos en un museo para reconstruir el pasado: también es necesario revivir las prácticas cotidianas que dieron sentido a esos objetos. Pocas áreas de investigación lo ilustran mejor que el estudio de la navegación vikinga. Las sagas, los restos de embarcaciones halladas en las tumbas y los antiguos puertos ofrecen datos, pero ninguno logra transmitir de manera directa cómo se sentía, se organizaba y se planificaba un viaje en barco en la Edad del Hierro escandinavo. Consciente de ello, el arqueólogo Greer Jarrett puso en marcha un proyecto que lo llevó a pasar tres años navegando en una embarcación vikinga reconstruida. Con ella, recorrió la accidentada costa noruega y reprodujo, así, los itinerarios marítimos del mundo medieval.
Su investigación, presentada en Journal of Archaeological Method and Theory en 2025, combina trabajo de campo a bordo de barcos de tradición vikinga con reconstrucciones digitales de paisajes costeros medievales. Con ello, proporciona una visión renovada de cómo los marineros escandinavos escogían las rutas, los fondeaderos y los refugios en sus largos viajes.
El marco de la investigación: el Norðvegr
El área seleccionada para realizar el estudio se centró en Norðvegr, el corredor marítimo que discurre a lo largo de la costa occidental de la actual Noruega. Esta ruta, que ya se menciona en fuentes del siglo IX, como el relato del comerciante Ohthere a Alfredo el Grande, era una especie de “autopista marítima” que conectaba Escandinavia con el Ártico y Europa continental.
Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la arqueología es que carecemos de relatos detallados sobre cómo se navegaba esta vía en época vikinga. Los datos resultan fragmentarios y proceden de restos de barcos como los de Kvalsund, huellas de astilleros, topónimos y referencias literarias de épocas posteriores. Por todo ello, Jarrett partió de una premisa clara: solo reproduciendo las condiciones reales de navegación se podían identificar los puntos estratégicos —los fondeaderos naturales— que habían dado forma a esas rutas.

Tres años en el mar: la práctica experimental
Entre 2021 y 2023, Jarrett y un grupo de estudiantes y voluntarios realizaron 15 pruebas de navegación y dos grandes viajes experimentales. Para ello, utilizaron embarcaciones construidas en la tradición noruega de Åfjord, descendientes directas de los barcos vikingos. Estas naves, de casco trincado y vela cuadrada, eran comparables a las que usaron los campesinos y comerciantes del siglo IX.
El primer gran viaje se realizó en mayo de 2022. Consistió en una travesía de ida y vuelta entre Rissa (Trøndelag) y las islas Lofoten, a bordo de un fembøring de casi 13 metros. La expedición, que cubrió cerca de 800 millas náuticas bajo condiciones de lluvia, nieve y vientos variables, demostró la viabilidad de las largas travesías incluso en condiciones adversas.
El segundo viaje, en junio del mismo año, recorrió 374 millas desde Rissa hasta Bergen en un fyring más pequeño, de 9 metros de eslora. La tripulación, necesariamente más reducida, tuvo que hacer frente a una navegación más exigente. Se comprobó, sin embargo, que incluso los barcos de menor tamaño, propios de las granjas modestas, podían recorrer grandes distancias.
En total, Jarrett acumuló 1494 millas náuticas navegadas sin motor, valiéndose solo de las vela y los remos, en una aventura que le permitió documentar a fondo las prestaciones, limitaciones y capacidades reales de estas embarcaciones medievales.

Los diarios de a bordo: registrar lo efímero
Una de las aportaciones metodológicas más destacadas del proyecto fue la elaboración de bitácoras detalladas. Cada pocas horas, se anotaban datos relativas al viento, el estado del mar, la velocidad, las maniobrasrealizadas y el estado físico y anímico de la tripulación. Además, también se registraron entrevistas con marineros locales, fotografías y grabaciones en vídeo.
Este material no solo aportó información cuantitativa, como la velocidad media de los barcos (5 nudos con viento favorable, apenas 2 a remo), sino también cualitativa: la percepción del paisaje marino, los riesgos imprevistos y la forma en que las tripulaciones negociaban las decisiones colectivas. Con todo esto, se buscaba crear un nexo de experiencias entre el investigador moderno y el navegante del siglo IX.

La reconstrucción digital de los paisajes marinos
La experiencia en el mar se complementó con un exhaustivo trabajo digital. Usando modelos topográficos y bases de datos sobre el cambio del nivel del mar desde el año 800, Jarrett recreó la situación de las costas noruegas en la Edad Vikinga.
Gracias a estas simulaciones, se pudo comprobar que algunos fondeaderos, hoy secundarios, fueron en el pasado mucho más accesibles, mientras que ciertos puertos actuales aparecían demasiado expuestos. La arqueología digital permitió visualizar la geografía costera tal como la veían los vikingos, integrando así los datos experimentales con un marco ambiental preciso.
El descubrimiento de los fondeaderos
La combinación de la experiencia empírica con la reconstrucción digital llevó al equipo a identificar cuatro fondeaderos clave que, según Jarrett, operaron como nodos de primer orden en las redes marítimas vikingas: Smørhamn, Sørøyane, Kalvåg y Herøya. Estos enclaves cumplían con los criterios observados en la navegación experimental. Presentaban una accesibilidad con baja visibilidad, la posibilidad de maniobrar contra el viento, la disponibilidad de agua dulce y la presencia de refugios en caso de temporal.
El caso de Smørhamn resulta ilustrativo. Situado al sur de la costa de Stad, ofrecía un refugio seguro frente a los gélidos vientos del suroeste y se convirtió, siglos más tarde, en parada habitual de los mercantes. Según los experimentos, fue un puerto natural perfecto para embarcaciones de tamaño medio en el siglo IX.
Estos hallazgos sugieren que la red marítima vikinga era más descentralizada y dispersa de lo que se pensaba. Según el estudio, los vikingos usaron regularmente puertos menores en islas y cabos, que les sirvieron como estaciones intermedias.

Navegar como un vikingo: riesgos y aprendizajes
Los experimentos también permitieron constatar los peligros reales de la navegación medieval. Lejos de romantizar la vida en mar abierto, los fiordos interiores resultaron a menudo más traicioneros que las costas expuestas. Vientos catabáticos imprevisibles y corrientes violentas complicaron la travesía y explican por qué muchos marinos preferían seguir rutas por las islas y los cabos exteriores.
Asimismo, la vida a bordo mostró las limitaciones a las que se enfrentaban los navegantes: las guardias nocturnas, la humedad constante y la necesidad de coordinarse cuando la tripulación es reducida. El propio Jarrett destaca que la navegación vikinga no dependía tanto de instrumentos como de la observación atenta de los signos naturales y la memoria compartida de las rutas.
Una nueva mirada a las redes medievales
Al demostrar la utilidad de la arqueología experimental y digital combinadas, el estudio de Greer Jarrett plantea un método aplicable a otras culturas marítimas. Reproducir la experiencia práctica de la navegación permite entender mejor las decisiones, los riesgos y las técnicas de las sociedades del pasado. En el caso vikingo, las redes eran flexibles, diseñadas para utilizar puertos modestos que garantizaban la continuidad de la travesía. Esto refuerza la imagen de un mundo vikingo dinámico, descentralizado y basado en la pericia práctica de sus navegantes.
Referencias
- Jarrett, G. 2025. “From the Masthead to the Map: an Experimental and Digital Approach to Viking Age Seafaring Itineraries”. Journal of Archaeological Method and Theory, 32. 42. DOI: https://doi.org/10.1007/s10816-025-09708-6
Cortesía de Muy Interesante
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