Cómo un misterio galáctico ha derivado en un ‘fake’ sobre una nave alienígena que atacará la Tierra en noviembre

Sobre el papel, esta podría haber sido la historia perfecta. La noticia del siglo o, por qué no, de los últimos cuatro milenios. Hace días que circula una inquietante advertencia sobre la detección de una nave alienígena que se dirige hacia la Tierra y que, según un investigador de Harvard, podría atacarnos en noviembre. Un relato que lo tiene todo. El entusiasmo de confirmar por fin la existencia de vida extraterrestre y el drama de saber que, por motivos aún desconocidos, hay seres intergalácticos que vienen a por nosotros. La historia tiene objetivamente todos los ingredientes para triunfar. Excepto uno: no es cierta. Ni se ha detectado una nave alienígena con rumbo a nuestro planeta, ni existe una fecha marcada en rojo para el inicio de una guerra intergaláctica. Lo que hay detrás es un objeto interestelar en estudio, una teoría con tintes especulativos y una cadena de malentendidos que han convertido un misterio astronómico en un bulo viral que ha dado la vuelta al mundo. Una historia que, aunque tiene su gracia, nada tiene que ver con un ataque alienígena pero que, aun así, vale la pena conocer.

La historia arranca el 1 de julio de 2025. Ese día, los telescopios del sistema ATLAS de Chile detectaron por primera vez un objeto celeste desconocido que, según las primeras observaciones, parecía venir de más allá del Sistema Solar. Siguiendo los protocolos, los científicos dieron aviso al resto de centros de observación y rápidamente todos los grandes telescopios del globo enfocaron su mirada hacia este misterioso objeto. Los análisis confirmaron que se trata de un gigantesco cuerpo rocoso de más de 20 kilómetros de largo que viene de más allá nuestro vecindario galáctico y que se avecina hacia nuestros lares a más de 200.000 kilómetros por hora. Los astrofísicos lo bautizaron como 3I/ATLAS y lo presentaron ante el mundo como el tercer objeto interestelar jamás observado por nuestra especie, tan solo precedido por el famoso ʻOumuamua (2017) y el cometa Borisov (2019).

El 1 de julio, telescopios de todo el mundo detectaron la presencia de una gigantesca roca espacial que venía de más allá de nuestro Sistema Solar

Desde el primer momento, la detección de este objeto interestelar despertó un sinfín de interrogantes entre la comunidad científica. Sobre todo porque, tras confirmar que no supone un peligro para la Tierra, su paso por nuestro vecindario estelar nos brinda una oportunidad para admirarlo desde una distancia prudente y estudiar con detenimiento todo tipo de cuestiones. Como entender de dónde viene esta gigantesca roca espacial. ¿Por qué se dirige hacia nosotros a tal velocidad? ¿Qué la hace tan distinta a lo que hemos visto antes en nuestro vecindario galáctico? ¿De qué está hecha? ¿Y qué secretos del universo podría ayudarnos a desvelar? Su aparición fue recibida como una oportunidad única para estudiar un visitante del espacio profundo y, con él, algunas de las grandes incógnitas del cosmos. Pero casi al mismo tiempo que surgían las preguntas, también lo hacía la controversia.

Hipótesis de película

Tan solo unas semanas después del descubrimiento de este objeto interestelar, el astrofísico Avi Loeb, catedrático de la Universidad de Harvard y conocido por sus teorías sobre vida inteligente en el universo, publicó un artículo en el repositorio científico arXiv con una pregunta provocadora: “¿Y si 3I/ATLAS es en realidad una tecnología alienígena?”. El texto, firmado junto a los investigadores Adam Hibberd y Adam Crowl, proponía un “ejercicio pedagógico”; es decir, una hipótesis puramente teórica en la que se planteaban qué sucedería si este objeto no fuera natural, sino una sonda artificial enviada por una civilización extraterrestre. En ese escenario hipotético, los autores especulaban con la posibilidad de que el objeto usara su paso cerca del Sol para cambiar de trayectoria y dirigirse hacia la Tierra sin ser detectado. Pero lejos de afirmar que dar por cierta esta hipótesis, Loeb insistía en que la explicación más probable es que se trate de un cometa común y corriente. “Lo más probable es que sea un objeto natural. Pero no podemos descartar otras posibilidades sin antes investigarlas”, explicó el académico en entrevistas con medios como Live Science y CBS News.

En 16 de julio, un catedrático de Harvard famoso por promover teorías alienígenas publicó un artículo especulando sobre la posibilidad de que este objeto fuera tecnología extraterrestre

Sin embargo, las advertencias y matices planteados por Loeb se perdieron rápidamente en el ruido mediático. En redes sociales y en algunos medios sensacionalistas, el enfoque cambió por completo. Primero se omitió un detalle crucial: que todo partía de una hipótesis teórica, no de una afirmación categórica. Luego comenzaron a aparecer titulares que aseguraban, sin rodeos, que se trataba de una nave alienígena que llegaría a la Tierra en noviembre con intenciones hostiles y que, seguramente, alrededor del 22 de noviembre se acercaría al Sol con la intención de ocultarse, preparar las armas y después atacar a los terrícolas. En la versión distorsionada, ese matiz se transformó en una supuesta fecha clave para una invasión. A partir de ahí, la historia se disparó. Se añadieron elementos propios de la ciencia ficción y la conspiración como que el objeto es más grande que Manhattan, que viene a vengar a ʻOumuamua, o que su llegada ya fue predicha por la vidente Baba Vanga hace décadas.

La hipótesis acabó derivando en teorías de la conspiración de todo tipo, incluidas las que afirman que la trayectoria de esta roca es en realidad una maniobra para atacarnos

Pero nada de todo esto tiene respaldo científico. Ni siquiera por parte de quien planteó la hipótesis original. Lo que sí sabemos con certeza es que 3I/ATLAS existe. Es un objeto interestelar real, detectado por telescopios terrestres, que se desplaza a más de 200.000 kilómetros por hora y que, en los próximos meses, pasará por el Sistema Solar. Su paso representa una oportunidad única para observar un visitante procedente de otro rincón de la galaxia. Lejos de señales hostiles o amenazas invisibles, lo que nos espera es un apasionante episodio de ciencia en tiempo real. Una ocasión para que astrónomos de todo el mundo unan esfuerzos para estudiar este objeto fugaz, ampliar nuestro conocimiento del cosmos y, quizás, resolver otro pequeño misterio del universo. Porque, al final, la verdadera historia no está en una invasión alienígena, sino en el extraordinario privilegio de poder mirar al cielo y descubrir qué hay más allá.

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Cortesía de El Periodico



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