Cuatro mujeres revolucionaron el fotoperiodismo de guerra con sus imágenes y valentía. Gerda Taro, Lee Miller, Marie Colvin y Catherine Leroy se enfrentaron a peligros extremos para retratar los horrores del conflicto. Marcaron un antes y un después en la historia de la fotografía y, al mismo tiempo, en la lucha por la igualdad de género.
Gerda Taro
Gerta Pohorylle, tal como se llamaba, pareció no encontrarse nunca en el lugar y el momento adecuados y a la vez nunca dejó de estar en ellos. Gerta (Stuttgart, 1 de agosto de 1910) fue una joven judía militante de movimientos socialistas y obreros en la Alemania nazi, por lo que en 1933 fue detenida por milicianos nazis con solo 23 años. Al ser puesta en libertad, huyó a París con una amiga dejando atrás a una familia a la que jamás volvería a ver.
En la capital francesa, Gerta conoció a Endre Erno Friedmann, un fotógrafo húngaro judío con el que formó pareja e ideó una exitosa estratagema: serían los ayudantes de un afamado –e inexistente– fotógrafo norteamericano llamado Robert Capa. Con este heterónimo –y con sus ideales antifascistas y revolucionarios–, creado con ánimo de prosperar y evitar la creciente animadversión contra los judíos, se dedicaron como pareja a fotografiar la contienda que se libraba en España en 1936 contra el fascismo. Fue allí donde se forjó la leyenda de Robert Capa.
En 1937, distanciada de Endre, Gerta, ya como Gerda Taro, fotografió la Batalla de Brunete y sobrevivió a ella, pero en la retirada sufrió un trágico accidente con un tanque que provocó su muerte el 26 de julio de 1937, con solo 26 años. Si Robert Capa dijo que “si una foto no es suficientemente buena es porque no estabas suficientemente cerca”, nadie puede negar que las instantáneas de Gerda fueron insuperables: fue la primera fotógrafa de guerra, la única en España, y su muerte tuvo un impacto mundial que ayudó a concienciar sobre la verosimilitud de las informaciones que se recibían desde España.
Por su repentina muerte y su separación de Endre, durante décadas Robert Capa fue asociado solo a Friedmann, pero Gerta siempre supo combatir al destino y en 2008 se revelaron casi 4.000 negativos (“la maleta mexicana”) que demostraron que muchas de las fotografías firmadas por Robert Capa eran en realidad suyas. De Gerda Taro.
Elizabeth “Lee” Miller
Con un sombrero morado, un collar de perlas, un cuello infinito y unos penetrantes ojos azules aparecía Lee Miller (23 de abril de 1907, Nueva York) en una de las portadas Art Déco más relevantes de la historia de Vogue (marzo de 1927). Poco antes había sido descubierta por Condé Nast en una abarrotada calle de Nueva York gracias a la “cualidad intangible del chic”. Siempre en vanguardia, protagonizó uno de los mayores escándalos de la época al anunciar en 1929 compresas Kotex.
Ese mismo año viajó a París para aprender del fotógrafo y pintor Man Ray, del que se convirtió en asistente fotográfica, musa y amante, y se sumergió en el surrealismo junto a Picasso, Dalí o Cocteau. En la capital francesa abrió su propio estudio fotográfico, con el que realizó muchas de las fotografías atribuidas a Ray, hasta que en 1932 regresó a Nueva York al romper la relación con este. Tras su exitoso regreso, con instantáneas de Charles Chaplin o Gertrude Lawrence, decidió cambiar de nuevo el rumbo de su vida en 1934: se casó con Aziz Eloui Bey y se trasladó a Egipto, donde hizo alguna fotografía, como Portrait of Space. Cubrió la II Guerra Mundial como corresponsal de Vogue, una experiencia que, como al resto de fotógrafas de guerra, le cambiaría la vida.
Sus instantáneas desvelaron los efectos del napalm en el asedio de Saint Malo y, sobre todo, el horror de los campos de concentración de Buchenwald y Dachau. Tras la guerra, afectada por estrés postraumático, regresó al Reino Unido para dar el último viraje a su vida: se divorció de Aziz Eloui Bey, se casó con Roland Penrose, al que había conocido en París en 1937, y se retiró a Sussex hasta su fallecimiento, el 21 de julio de 1977, debido a un cáncer.
Marie Colvin
Una granada le arrebató el ojo izquierdo en Sri Lanka en 2001, pero nada consiguió que abandonara su profesión: reportar la guerra. De hecho, Marie Colvin (Nueva York, 12 de enero de 1956) no dejó de informar desde el hospital ni siquiera el mismo día que perdió el ojo. Aquella herida de guerra, que habría traumatizado a cualquier mujer, Marie la cubrió con un parche negro y la convirtió en una seña de identidad que jamás abandonaría.
Como reportera de guerra trabajó desde 1986 cubriendo conflictos en Sierra Leona, Timor Oriental, Kosovo, Zimbabue, Chechenia o el Magreb (Primavera Árabe). Guerras y horrores con los que Marie tuvo que convivir el resto de su vida, lo que también le provocó estrés postraumático y una dura batalla contra el alcohol y el tabaco –llegó a fumar 40 cigarrillos al día–. Se casó varias veces, dos de ellas con el mismo hombre –Patrick Bishop–. Según relata su amiga Lindsey Hilsum, “la atracción entre ellos [Marie y Patrick] era irresistible pero, como los imanes, al girarse se repelían con la misma fuerza”.
En una frase premonitoria, en 2010 afirmó que “los periodistas que cubren combates cargan con una gran responsabilidad, y afrontan decisiones difíciles. A veces pagan el más alto precio”. Y ella lo pagó. Sus valientes decisiones la convirtieron en objetivo del régimen sirio, debido a que decidió informar sobre la represión que este estaba perpetrando contra la población civil en Homs. Por ello, la mataron el 22 de febrero de 2012 en la mencionada localidad siria, solo un día después de haber denunciado que un bebé falleció a causa de un ataque con misiles atribuido a las tropas gubernamentales.
Catherine Leroy
Nacida en París dos días después de la liberación de la capital francesa (27 agosto de 1944), decidió viajar a Vietnam –con solo 21 años (1966), una Leica M2 y 100 dólares– tras quedar conmovida por las imágenes sobre la guerra publicadas en Paris Match. En 1967 fue la primera periodista acreditada para participar en un salto paracaidista de combate en la Operación Junction City, junto a la 173 Brigada Aerotransportada, y en 1968 la capturó el Ejército de Vietnam del Norte en la Ofensiva del Tet. Lo que para otra persona habría supuesto una tragedia, Catherine lo convirtió en una oportunidad: negoció su liberación a cambio de poder fotografiar al Ejército norvietnamita, lo que le valió la portada de Life.
En su foto más famosa (Corpsman in Anguish, 1967), muestra la angustia de un sanitario militar al comprobar que el soldado al que pretendía ayudar está muerto. Trabajó en otros conflictos internacionales del siglo XX (Irlanda del Norte, Chipre, Somalia, Afganistán, Irak, Irán o Líbano), dirigió una película sobre los veteranos de Vietnam (Operación Última Patrulla) y coescribió un libro (God cried, 1983) junto a Tony Clifton sobre el asedio israelí de Beirut Oeste durante la Guerra del Líbano de 1982. Falleció el 8 de julio de 2006 en California víctima de un cáncer de pulmón.
Cortesía de Muy Interesante
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