Varias han sido las campañas de reciclaje que se han implementado a lo largo de las últimas décadas. Y si bien existen contradicciones entre que tales iniciativas resultan contraproducentes o que a pesar de ellas los desechos plásticos aumentan, Corea del Sur encontró una solución para darle un segundo uso a los alimentos: un sistema de pago para reciclar y multas por no hacerlo.
“En Corea del Sur se procesan cada año cerca de 4.56 millones de toneladas de restos de alimentos. De esa cantidad, 4.44 millones de toneladas son recicladas para otros usos, lo que significa un reciclaje del 97.5% de los restos”. Este es un breve resumen del panorama del reciclaje surcoreano, según declaraciones del profesor del Instituto de Agricultura de la Universidad Nacional de Gyeongsang, Jae-Cheol Jang, a la BBC. ¿Cómo lo lograron? Separación de residuos.
Entremos en contexto. Para los años 80, el país atravesó por diversos procesos de industrialización y urbanización, lo que intensificó el problema de gestión de la basura. Fue así que los vertederos citadinos comenzaron a generar molestias en los residentes y se impulsó el erradicarlos.
Fue hasta 2005 cuando se estableció una ley que prohibió tirar restos de comida en vertederos. Para 2013, el gobierno implementó un sistema de pago basado en el peso de los residuos alimentarios, lo que fortaleció su política de administración de desechos.
Ojo, no te pagan por reciclar. Se debe aclarar que tal medida no se basa en recibir un pago como incentivo para reciclar, sino de asumir un costo cada vez que se desechan restos de comida. Esto representa un reto significativo en un país donde, culturalmente, el desperdicio de alimentos es común y estos suelen terminar en vertederos o contenedores.
Lo anterior, dado que dentro de las costumbres surcoreanas a la hora de comer, se suele tener un platillo principal rodeado de guarniciones como verduras, carnes o diferentes salsas salsas para acompañar. A esto se le conoce como banchan. Por ello, al momento de reciclar y procesar se tienen tres opciones.
Bolsas autorizadas. Son bolsas amarillas de aproximadamente tres litros que cuestan alrededor de 300 wones (unos cuatro pesos). Cuando están llenas de residuos, se dejan en la calle para que el servicio municipal se las lleve.
Sistema automatizado. Este método se encuentra en bloques de edificios y utiliza máquinas equipadas con tecnología de identificación. Los usuarios llevan un recipiente de acero con sus residuos, lo colocan en la máquina, ésta lee automáticamente el código de la tarjeta de residencia vinculada a su vivienda. La máquina pesa los residuos, los almacena y deduce el importe correspondiente.
Pegatinas. Sistema está diseñado especialmente para restaurantes. Los establecimientos adquieren pegatinas prepago que colocan en los contenedores para indicar a los servicios de recolección que ya se ha pagado.
¿Y las multas? Para registrar casos de incumplimiento, en edificios de condominios las cámaras de seguridad captan a los vecinos. En caso de que se infrinjan estas normas, las multas pueden alcanzar un equivalente a más de 1,300 pesos mexicanos. Esto dependerá de la recurrencia.
En los restaurantes, también se utilizan cámaras de vigilancia, y las autoridades pueden sospechar si detectan que se desechan menos residuos de lo esperado. En tales casos, las multas pueden superar los 10 millones de wones, (cerca de 140,900 pesos).
¿Esto se puede aplicar en otros países? Respuesta rápida: depende. Rosa Rolle, experta en pérdida y desperdicio de alimentos de la FAO, explicó en el ya mencionado reportaje de la BBC que adoptar el sistema surcoreano puede que no sea la solución adecuada para todos los contextos. Por ejemplo, mencionó que en el caso de Latinoamérica la prioridad es reducir los desperdicios o promover la donación de los excedentes.
“Deben basarse en datos sólidos para una comprensión de dónde, por qué y en qué cantidad se produce la pérdida y desperdicio. Las soluciones deben basarse en la evidencia científica y ser apropiadas al contexto. No hay una medida única que sirva para todos”.
Y aunque en el caso de México una implementación de tal calibre puede significar reinventar la cultura del reciclaje en la población, también conlleva cuestiones monetarias respecto al sueldo promedio y los costos por no reciclar. Como opción alternativa, iniciativas como En México la comida no se tira, se busca concientizar a través de recetas y tips para fomentar la reducción de alimentos desperdiciados.
Como dato adicional, en 2019 se generaron aproximadamente 931 millones de toneladas de residuos alimentarios. Esto tan solo en América Latina. Del total, cerca del 61% provino de los hogares, el 26% de los servicios de alimentación y el 13% del comercio minorista.
Cortesía de Xataka
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