
Snorkels de obsidiana.
Platicaba con unos personajes extranjeros y me di cuenta que los mexicanos y su historia no aparecen en sus libros.
Nuestra historia es invisible para los europeos y norteamericanos comunes.
Al platicarles acerca de las construcciones del Templo Mayor y Tenochtitlan sobre el lago de Texcoco, me dijo muy interesada una de ellas:
—¿Pero cómo le hicieron los mexicas para construir bajo el agua? ¿Cómo se sumergían y juntaban las piedras? ¿Cómo vivían así? ¿Cómo construyeron las pirámides bajo el agua?
(Silencio)
Me quedé mirando las ruinas.
Me vi a mí misma, sumergida también.
—Con snorkels de obsidiana.
Si no hago el chiste, me hundo en un ahogamiento sin salvación. Ya bastante hundida estaba: no sirven los elevadores en el museo del Templo Mayor en el Centro Histórico de México, no hay papel de baño, ni dinero para insumos, una manta de protesta, firmada por los trabajadores del INAH, exige lo básico. La historia se cae a pedazos. Y no sólo la antigua.
Lo peor vino después, cuando les conté que había habido una matanza, la del Templo Mayor, y después la caída final de Tenochtitlán.
Los españoles combatieron contra el ejército de Cuitláhuac, y luego Cuauhtémoc.
Cuitláhuac estuvo al mando apenas cuatro meses —los que tardó en morir de viruela, enfermedad traída de Europa— antes de que Cuauhtémoc tomara el mando.
Se lo dije casi con lágrimas en los ojos, tratando de hacer presente el drama…
Ella abrió los ojos azules, como si descubriera un crimen.
Pero no vio el suyo,,,
—¿Y quién ganó?
—Todavía no sabemos. Están contando los votos desde 1521.
Cortesía de El Economista
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