En el corazón de Guadalajara existen cuatro plazas públicas, conocidas por todo tapatío, que conforman la llamada Cruz de Plazas. Estas han atestiguado los cambios más profundos de la ciudad y, a la par, también se han transformado para mantenerse vigentes. Desde su trazo original en los años 30, a cargo del arquitecto Aurelio Aceves, este conjunto urbano fue concebido como un punto clave de la ciudad, teniendo como centro la Catedral Metropolitana de Guadalajara, lo que refleja tanto la visión religiosa como la organización social de la época.
A lo largo de los siglos, cada una de estas plazas ha sido clave en el pulso de la vida tapatía como escenario de celebraciones, protestas, intercambios comerciales y expresiones culturales que han marcado la identidad de la capital jalisciense.
Así, el paso de los años trajo consigo transformaciones clave en estas plazas. A medida que Guadalajara creció y se convirtió en una metrópoli, la Cruz de Plazas también experimentó modificaciones en su uso y significado, lo que la volvió un espacio dinámico donde conviven lo histórico y lo contemporáneo, que acompaña el desarrollo y la vida pública de la ciudad.
Desde 1936, 13 años antes de que iniciara la renovación del Centro Histórico, el arquitecto Ignacio Díaz Morales comenzó a trabajar en la Cruz de Plazas por iniciativa propia. Solo conocían del proyecto sus amigos Luis Barragán y Aurelio Aceves, quienes en 1947 se encargaron de darlo a conocer al gobernador entrante, Jesús González Gallo, y lo convencieron para echarlo a andar en 1949.
Y, en general, a 76 años del inicio de su construcción, la Cruz de Plazas permanece como un referente urbano que ha acompañado a Guadalajara en sus distintas etapas. Lo que alguna vez fue un proyecto de modernización, se transformó en un conjunto de espacios cargados de historia y simbolismo, que siguen adaptándose a los nuevos usos de la ciudad. Hoy, entre tradiciones, expresiones culturales y dinámicas sociales, estas plazas continúan siendo un espejo de la transformación de la metrópoli y de la manera en que sus habitantes viven y se reconocen en el corazón de su centro histórico.

Plaza de Armas, recinto de tradiciones
La primera de estas obras es la Plaza de Armas, al sur de la Cruz de Plazas y al frente del Palacio de Gobierno del Estado. Era un espacio ya existente, sitio de ejecuciones del batallón militar a finales del siglo XVIII; sin embargo, al conformarse como parte del proyecto, se consolidó como una plaza pública que se transformó gradualmente a la par de la sociedad tapatía, pasando a ser hoy día un popular punto de encuentro de familias y turistas.
Es conocida por su elegante quiosco francés, que fue traído de París en 1910 durante el mandato de Porfirio Díaz para celebrar el Centenario de la Independencia de México. De estilo ecléctico, destaca por las cariátides en su estructura que representan a “las musas”, cada una con un instrumento musical, que al hallarse semidesnudas, escandalizaron a la sociedad conservadora de aquella época.
La historia cuenta que este quiosco suplió al que se instaló inicialmente a finales de 1800 para celebrar la llegada del ferrocarril a la entidad y que, desde entonces, la sociedad tapatía se reunía ahí para escuchar a la banda militar de aquellos ayeres. El primer quiosco, al ser reemplazado con el que se trajo por encargo de Porfirio Díaz, fue enviado a Etzatlán, donde permanece hasta hoy día.
Y así continuó la tradición de escuchar música por las tardes y fines de semana, interpretada por diferentes orquestas de agrupaciones estatales, siendo también espacio para familias que disfrutan de un helado o de alimentar a las palomas que frecuentan el espacio.
Hoy día la Plaza de Armas de Guadalajara se ha convertido en un “arboretum”, un museo compuesto por 81 árboles de 23 distintas especies de la zona occidente del país. Este museo vivo alberga ejemplares de bosque de pino y encino, árboles de bosque mesófilo, con especies de entre 15 y 35 metros, y bosque tropical subcaducifolio, caracterizado por tener árboles que renuevan su follaje en tiempos de sequía y otros que permanecen con este durante todo el año.

Rotonda de los Jaliscienses Ilustres
La siguiente plaza es la que se ubica al norte de esta cruz y que alberga la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, monumento diseñado por Vicente de Mendiola que se empezó a construir en 1952 (supliendo al Templo de la Soledad que ahí se encontraba) bajo la idea de contar con un panteón civil para honrar a las personalidades ilustres de Jalisco.
Aunque poco ha cambiado este espacio en las últimas décadas, su transformación se muestra en el nombre del monumento: inicialmente llamado Rotonda de los Hombres Ilustres, su denominación se modificó para incluir a mujeres como Irene Robledo y Rita Pérez, hecho que refleja la evolución hacia la equidad de género.
Alrededor del monumento se erigen 24 estatuas de jaliscienses destacados en la historia; entre ellos se encuentran figuras como Luis Pérez Verdía, Pedro Moreno y Manuel López Cotilla, así como, por supuesto, la educadora Irene Robledo, la artista María Izquierdo y la heroína de la Independencia, Rita Pérez de Moreno.

Plaza Guadalajara
Le sigue, al poniente, la Plaza Guadalajara, ubicada frente a la presidencia municipal tapatía. Fue conocida como Plaza del Ayuntamiento, Plaza de la Fundación, Plaza de los Laureles y, desde 1992, como Plaza Guadalajara en conmemoración al 450 aniversario de la fundación de la ciudad.
Destaca por su fuente danzante, ubicada en el centro de este espacio público, y por su vista privilegiada hacia la Catedral, lo que la convierte en uno de los sitios preferidos de locales y foráneos para fotografiar la esencia de la ciudad.
En su era más reciente, la Plaza Guadalajara se renovó para pasar de ser un estacionamiento subterráneo a albergar el conocido Andador Morelos, que por décadas fue el único espacio comercial debajo de esta plaza.
Sin embargo, en 2006 inició una de sus renovaciones más importantes, dando paso a la construcción del complejo subterráneo “Plaza Guadalajara”, con 148 locales, cuyo objetivo era albergar a las y los comerciantes ambulantes de la zona.
Aunque no rindió frutos, hoy este espacio ha sido retomado y rehabilitado para alojar algunas importantes oficinas de trámites de gobierno, como la Oficina Municipal de Enlace de la Secretaría de Relaciones Exteriores para la emisión de pasaportes, de la Secretaría de Transportes para la obtención de licencias de conducir y del INE para tramitar la identificación oficial.
Además, hoy día conecta de manera directa con la estación Guadalajara Centro de la Línea 3 del Tren Ligero, adaptándose así a la vida diaria de la ciudad.

Plaza de la Liberación
Por último, pero no menos importante, está la plaza ubicada al oriente: la Plaza de la Liberación, que gracias a su gran explanada ha sido escenario de diversos espectáculos, eventos y manifestaciones.
Su edificación como parte de la Cruz de Plazas implicó la demolición de dos manzanas completas de construcciones virreinales como parte del proyecto de modernización urbana, incluyendo, por ejemplo, Casa Cañedo, uno de los palacios coloniales más antiguos de Guadalajara, pero que cayó en el olvido. En su momento de gloria, llegó a ser una de las construcciones más prestigiosas de la metrópoli.
En aquel tiempo, había una calle en medio de este espacio que hoy daría continuidad a Pino Suárez y Maestranza, pero desapareció con la realización del proyecto que actualmente adorna la explanada con dos grandes fuentes de cantera al centro, jardineras y bancas a sus alrededores, pues la intención de Díaz Morales era darle una “estancia pública a la gente” de Guadalajara, una gran sala en donde todos pudieran reunirse.
Hoy día la Plaza de la Liberación se ha afianzado como un escenario vivo en el centro de Guadalajara. Su amplia explanada la ha convertido en foro para conciertos, ferias culturales, manifestaciones sociales, mítines políticos y celebraciones multitudinarias, versatilidad que la mantiene como uno de los lugares más representativos de la vida pública tapatía, donde la historia se cruza a diario con la expresión ciudadana.
Cortesía de El Informador
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