La guerra propagandística que, en formato de pequeños cuadernos impresos y de escasa distribución, libraron españoles, holandeses, franceses, italianos e ingleses desde la organización de la Armada hasta meses después de los sucesos acontecidos en el verano de 1588 se encuentra en el origen de la verdadera historia de la denominación “Armada Invencible”.
El origen de la burla
Así, se atribuye a William Cecil (1520-1598), barón de Burghley y consejero y mano derecha de Isabel I, el haberse mofado de la Armada española con dicho término en uno de estos libelos, llamado La copia de una carta. Esta publicación, que vio la luz a finales de septiembre de 1588 –poco después del paso de la flota española por el Canal–, simula ser la misiva de un clérigo católico inglés al embajador de España en París.

El autor dice que es la “copia de una carta mandada desde Inglaterra a don Bernardino de Mendoza, embajador en Francia del rey de España, declarando el estado de Inglaterra contrariamente a la opinión de don Bernardino y todos los demás partidarios de los españoles”. Este documento ha sido para la historiografía el motivo injustificado de esa acusación.
La copia de una carta tuvo en realidad tres borradores distintos. El primero de ellos, escrito sobre el 25 de agosto, aparenta ser una respuesta directa a los ataques del cardenal católico William Allen (Alano para los españoles) proclamando la unidad de todos los ingleses, católicos y protestantes, ante la amenaza de una invasión.
En el segundo, escrito alrededor del 10 de septiembre y reflejando el miedo ante un posible cambio de viento favorable a la Armada española que le permitiese retomar sus planes, Burghley exagera el plan de preparación y la fortaleza de las defensas de Inglaterra (y particularmente de su fuerza naval) con el objetivo de que, una vez publicada, la carta desanimase a los españoles de intentar de nuevo su misión.
En el tercero, y con la Armada española ya de regreso a sus puertos de origen, sus miras se dirigen a desacreditar al embajador español en París, don Bernardino de Mendoza, que permanecía ocupado intentando reunir a las fuerzas de la Liga Santa contra el rey Enrique III de Francia. Las burlas afiladas contra Mendoza reflejan la gran preocupación de Burghley por la situación en Francia; de hecho, La copia de una carta fue publicada antes en Francia que en Inglaterra.

Frases como “Los españoles ni rompieron ningún mástil ni llevaron a ningún prisionero” o “Cristo había mostrado ser luterano” forman parte del ‘desengaño’ del supuesto autor de La copia de una carta, que nunca muestra una actitud abiertamente hostil a los españoles, llegando incluso a desearle a la Armada española un feliz regreso a sus puertos.
Ciertamente, en el texto –tanto en los borradores como en la edición impresa–, se usa, pero sin ningún énfasis especial, el término “invencible” refiriéndose a la Armada: “La Gran Armada de España estaba preparada para salir de Lisboa, y su fama en la cristiandad era la de ser invencible y así se publicó en los libros”. El ‘éxito’ del epíteto de Burghley –al menos en España, ya que no lo tuvo apenas en Inglaterra– podría considerarse más bien accidental: es prácticamente imposible que él creyese que esa alusión fuera a ser tomada literalmente (y mucho menos que lo siguiera siendo 400 años después).
Ahora bien, historiadores de la talla de Colin Martin y Geoffrey Parker en su magna obra La Gran Armada (The Spanish Armada), Robert Hutchinson en su libro La Armada Invencible (The Spanish Armada) y Luis Gorrochategui en su excelente y imprescindible Contra Armada, lo mismo que el autor de este artículo (antes de elaborar esta investigación), coincidimos en situar a La copia de una carta como origen de la burla que supone ese adjetivo, ya que todos, cuando nos referimos a la carta de Burghley, citamos que al final de la misma se incluye la frase: “Así termina el relato de las desventuras de la Armada española que solían calificar de INVENCIBLE” (enfatizando el término en mayúsculas).
Pues bien: esta es una cita absolutamente falsa, ya que el original de la carta, publicado por J. Vautrollier a finales de septiembre de 1588 en Inglaterra, no termina, de ningún modo, así.
Un término forjado en Italia, no en Inglaterra
Fue en la traducción italiana de La copia de una carta donde el toscano Petruccio Ubaldini, calígrafo e iluminador al servicio de Isabel I, incorporó sentencias de su propia cosecha que no aparecían en el original inglés, como esa frase final que los renombrados historiadores ingleses Martin y Parker atribuyeron, en 1988, al original de Burghley –desconocemos por qué– y que ha seguido siendo falsamente citada como tal por otros historiadores durante los últimos treinta años.

Ubaldini se permitió en la traducción italiana (Commentario del successo dell ‘Armata Spagnola nell’ assalir l’Inghilterra l’anno 1588), aparte de ese final que no aparece en la edición inglesa, este otro comentario inventado por él: “Aunque ese nombre (el de Invencible) solo se le permitió durante el poco tiempo que estuvo en el puerto de Lisboa, pues no pasó mucho tiempo antes de que lo perdiera por el desastre sufrido”. Así pues, tenemos a un italiano de la Toscana (y no a un inglés) enfatizando el apelativo de “invencible” con cierta sorna, algo que no hizo el denostado Burghley.
Fernández Duro, en su obra Armada Española. Historia de la Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón (1895-1903), ya habla de un posible origen italiano del término, pero errando en la fuente, ya que la sitúa en la curia vaticana atendiendo a lo escrito por John Barrow en 1843 en The Life, Voyages, and Exploits of Admiral Sir Francis Drake. Convencido de que el adjetivo “invencible” pudo ser utilizado por el vulgo (algo que ni está demostrado ni tiene visos de ser verdad), Fernández Duro lo rescató en el título de su obra de referencia La Armada Invencible (1885), al igual que lo haría Herrera Oria en La Armada Invencible, publicado en 1929. Sin duda, con ello ambos contribuyeron a una mayor e importante difusión de este apelativo, que se ha mantenido vivo hasta hoy en España.
Una bula papal que añade más leña al fuego
Pero eso no es todo: sería también en septiembre de 1588 cuando apareciese la impresión holandesa de una bula papal –esta vez real, no como otra falsa publicada anteriormente por el cardenal católico Allen– en la que se hace mención a la “Invencible” Armada española.
Sin realmente nada que ver con el conflicto inglés y sin tratar en ningún momento sobre la Armada española de 1588, la bula, sin embargo, incluye en su portada un comentario en el que se dice que ha sido descubierta en las manos de un tal “Armando el español, perteneciente a la Armada Invencible, como así la llaman”. Como hoy sabemos, el comentario se debe al polémico activista protestante Philiph de Marnix de Saint Aldegonge, que añade, también de su propia cosecha, que esta bula demostraba la licencia papal a España en su lucha contra los protestantes.

Muy posiblemente, Saint Aldegonge fue uno de los traductores al neerlandés de la carta de Burghley e incluyó, basándose en el párrafo redactado por este último, el apelativo de “invencible”. A su vez, su versión de la bula fue traducida inmediatamente al inglés y publicada por John Wolfe a finales de 1588 conservando la frase “Armada Invencible (como así la llaman)”. Burghley recibiría una copia el 16 de octubre.
El empeño español por revivir el término “invencible”
Al analizar el éxito de dicha denominación y el modo en que se ha magnificado en nuestro país, a la vista de los hechos constatamos que, si bien es cierto que pudo obtener cierta popularidad, es un término que cayó muy pronto en desuso en Inglaterra –los libelos propagandísticos de esta época, aunque leídos por una élite cultural y política, no tenían una especial difusión– y que fueron nuestros antepasados del siglo XIX quienes lo volvieron a ‘reflotar’.
La realidad es que denominar “invencible” a la Armada española no ha sido, en absoluto, la nota predominante en el mundo anglosajón: desde 1588 hasta hoy, el término Spanish Armada ha sido el más utilizado. Sin embargo, en España se ha dado pábulo a esa creencia durante años. Si bien existen grabados y poemas que exaltan la victoria inglesa sobre la Armada española de 1588 denominando a esta Invincible Armada (como la balada de Archie Armstrong, de 1630), lo cierto es que la cantidad de ellos que se refieren a la misma como Spanish Armada –o incluso, simplemente, The Armada– es abrumadoramente mayoritaria. De hecho, el término “Armada” aparece ya en la Enciclopedia Larousse de la década de 1880 como adoptado en toda Europa para designar a una gran fuerza naval.

Podemos decir que el término “Invencible” se usó, al menos, en un texto español muy poco posterior al desastre de la Armada española de 1588. Se trata del Tratado de la tribulación escrito por el padre Pedro de Ribadeneira en 1589, tan solo unos meses después que la carta de Burghley. En él dice: “Una armada grande y poderosa, y que parecía invencible, aprestada para volver por la causa de Dios y su santa fe católica”.
Con todos los datos anteriormente expuestos, creemos, pues, que el término “Armada Invencible”, si bien fue usado ocasionalmente en Inglaterra, rara vez se utilizó de una manera especialmente irónica o denigrante. Han sido los historiadores españoles los que durante generaciones han hablado de la Armada como “Invencible”, aclarando siempre que se trataba de un adjetivo inglés para nuestro escarnio. Esto ha hecho tal mella en nosotros, que ha acabado por convertirse en nuestra propia denominación.
Así, tal designación para referirse a la flota de 1588 es sobre todo utilizada en España, donde han recurrido a ella autores como Cesáreo Fernández Duro, Carlos Gómez Centurión, Antonio Luis Gómez Beltrán (en su magnífica obra La Invencible y su leyenda negra), Herrera Oria o el duque de Maura, entre muchos otros. Algo que no debería sorprendernos, ya que, en realidad, la Marina Real inglesa no pudo derrotar a la Armada española y esta regresó a España con un 75% de su fuerza operativa.

Aún hoy es el término más usado en nuestro país con notable diferencia, como demuestran los datos de las búsquedas de Google: de aproximadamente 9.000 españoles que buscaron información en la red sobre este suceso histórico, 8.900 optaron por el término “Armada Invencible” y apenas 100 por “Gran Armada”. Sin embargo, de las aproximadamente 20.000 búsquedas mensuales que se realizan desde el Reino Unido, apenas 50 de ellas se buscan por “Invincible Armada”, siendo “Spanish Armada” el término más recurrente.
Por otro lado, resulta particularmente curioso que, aunque la mayor parte de la bibliografía inglesa se refiere a la Armada española de 1588 como Spanish Armada, los títulos son traducidos al español como “Armada Invencible” –es el caso de las obras de Hutchinson, Garret o Carrol– o como “Gran Armada” –así ocurre en las traducciones de Martin y Parker–.
Muletillas como “la mal llamada Armada Invencible” se han usado (y se usan) hasta la saciedad, mientras que se aclara siempre a su vez que, en realidad, su nombre fue Gran Armada o Felicísima Armada o Grande y Felicísima Armada; algo que tampoco es, en absoluto, cierto.
Muchos nombres para la Armada
Solo en uno de los muchos documentos publicados en 1588 –una relación de la gente embarcada en Lisboa– se utiliza la denominación “Felicísima Armada”. Se titula La Felicissima Armada que el Rey don Felipe Nuestro Señor mandó juntar en el puerto de la Ciudad de Lisboa en el Reyno de Portugal, pero en la reedición del documento que se hace en Madrid ese mismo año desaparece el término.
De hecho, el apelativo de “Felicísima” se empleó también para una de las flotas de don Álvaro de Bazán, por lo que ese nombre no es ni mucho menos exclusivo de la Armada española de 1588.
Tampoco la denominación “Gran Armada” lo es, ya que en otras ocasiones, al referirse a la Armada española, Felipe II habla en sus escritos de “una gruesa armada” o de “una gran armada”, apelando exclusivamente a su tamaño. En ningún caso es una denominación privativa de la de 1588. Con este mismo sentido genérico es también utilizada por los ingleses en algunos grabados, que se refieren a ella como The Great Spanish Armada (la Gran Armada española).

En cuanto al apelativo de “Grande y Felicísima Armada”, la realidad es que no aparece en ningún documento original del período que hayamos podido encontrar haciendo alusión al contingente de 1588, por lo que es prácticamente imposible que fuese llamada de esa manera. Sí fue utilizado en la época el apelativo “la empresa de Inglaterra”, pues era habitual utilizar este término para cualquier operativo bélico emprendido, tal y como se refleja, por ejemplo, en “la empresa contra los turcos”.
En realidad, “la empresa de Inglaterra” es una amalgama de acciones diplomáticas, logísticas y operacionales que tampoco hace una alusión intrínseca a la Armada, al igual que los términos “cuestión de Inglaterra” o “jornada de Inglaterra”, también utilizados en la época.
Ateniéndonos a los documentos originales, la Armada española de 1588 es llamada “el Armada” (casi siempre en masculino). Así es como se refieren a ella en toda la correspondencia y en todos los documentos referidos a la Armada española, escritos tanto por Felipe II como por el duque de Medina Sidonia, Recalde, Leyva y todos los participantes españoles en la contienda.
Las cosas claras
Con todos los datos expuestos anteriormente, podemos concluir que el término “Armada Invencible” no fue en absoluto privativo de Inglaterra, donde apenas cuenta con tradición en las fuentes, y si la tuvo ocasionalmente, su fuerza se perdió con el tiempo. Esta denominación, sin embargo, se hizo popular en España a partir del siglo XIX y se ha quedado con nosotros: es nuestra manera absolutamente mayoritaria de referirnos a la Armada española de 1588, mientras que los defensores de los términos “Grande y Felicísima Armada”, “Felicísima Armada” o “Gran Armada” lo argumentan más bien con poco rigor.
Como solución, animo a todos aquellos a los que les chirríe el término “Armada Invencible” a usar simplemente el de “Armada de 1588” o, aun mejor, “Real Armada y ejércitos de Su Majestad”, apelativo que utilizó el duque de Medina Sidonia y que, además, no olvida a los tercios embarcados, los otros grandes protagonistas de esta historia.
Referencias
- Bad Queen Bess? Libels, Secret Stories and the Politics of Publicity in the Reign of Elizabeth I. Peter Lake (OUP Oxford, 2016).
- The Impact of Lord Burghley and the Earl of Leicester’s Spanish-Speaking Secretariats. Hannah Leah Crummé (Sederi, 2011).
- Brags and Boasts: Propaganda in the Year of the Armada. Bertrand T. Whitehead (Alan Sutton Publishing, 1994).
- Armada Myths: The Formative Phase. Felipe Fernández-Armesto (Támesis Books, 1990).
Cortesía de Muy Interesante
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