Cuán higiénicas son realmente las piscinas públicas

Fuente de la imagen, Getty Images

    • Autor, Jessica Bradley
    • Título del autor, BBC Future

Nadar podría ser uno de los pasatiempos más antiguos de la humanidad.

La piscina más antigua data del año 3000 a. C. y se encontró en el valle del Indo.

Mucho más tarde, en la segunda mitad del siglo XIX, comenzaron a popularizarse en el mundo, primero en Europa y luego en el resto del planeta.

Y con ellas surgió el reto de mantenerlas higiénicas.

Incluso ahora, las piscinas públicas y privadas pueden convertirse en focos de infecciones si no se hace el mantenimiento adecuado.

La natación se considera muy beneficiosa para la mayoría de las personas, ya que proporciona un entrenamiento completo y un refuerzo cardiovascular, a la vez que tiene un bajo impacto en los huesos y las articulaciones.

Sin embargo, en raras ocasiones, las piscinas se han relacionado con brotes de enfermedades gastrointestinales y respiratorias.

Entonces, justo a tiempo para la temporada de natación de verano (en el hemisferio norte, al menos), aquí está lo que podrías encontrar en el agua de la piscina.

¿Junto a qué bacterias nadamos?

Las piscinas han sido el escenario más común de brotes de enfermedades intestinales infecciosas transmitidas por el agua en Inglaterra y Gales en los últimos 25 años. Y el principal culpable es el criptosporidio.

Este parásito puede causar una infección estomacal que puede durar hasta dos semanas.

Los infectados pueden sufrir diarrea, vómitos y dolor abdominal, y alrededor del 40% experimentará una recaída de los síntomas tras la resolución inicial de la enfermedad.

Pero la mayoría de las veces, las enfermedades entéricas (las que causan diarrea y vómitos) en personas sanas se curan por sí solas, dice Jackie Knee, profesora adjunta del Grupo de Salud Ambiental de la Escuela de Medicina Tropical de Londres.

Sin embargo, pueden ser una mayor preocupación para niños pequeños, ancianos y personas inmunodeprimidas, añade.

Los bañistas pueden infectarse de criptosporidio cuando una persona infectada tiene un accidente fecal en la piscina o al ingerir materia fecal residual de su cuerpo, explica Knee.

“E incluso podrían eliminar el parásito después, cuando ya no presenten síntomas”, afirma Ian Young, profesor asociado de la Facultad de Salud Pública y Ocupacional de la Universidad Metropolitana de Toronto, en Canadá.

Puede que se hagan muchos esfuerzos para evitar tragar agua de la piscina, pero la evidencia sugiere que una parte de ella termina en nuestro cuerpo.

Niños nadando bajo la supervisión de adultos en el baño público N° 10 de la ciudad de Nueva York, circa 1897.

Fuente de la imagen, Getty Images

Un estudio realizado en 2017 en piscinas públicas de Ohio, en EE.UU., analizó la sangre de 549 personas, incluyendo adultos y niños, después de nadar en el agua de la piscina durante una hora.

En promedio, los adultos ingirieron alrededor de 21 mililitros de agua por hora, mientras que los niños ingirieron alrededor de 49 mililitros por hora.

Al ingerir agua, la probabilidad de que uno se infecte varía según la concurrencia en la piscina.

Un estudio descubrió que es más probable infectarse con criptosporidio al nadar en horas de mayor afluencia.

Los investigadores analizaron el agua de seis piscinas una vez a la semana durante 10 semanas en el verano de 2017 y detectaron criptosporidio en el 20% de las muestras de las piscinas, y al menos una vez en cada piscina. Dos tercios de estas muestras de agua se obtuvieron durante las horas de mayor concurrencia en la piscina, en las vacaciones escolares.

Pero el criptosporidio no es el único factor a tener en cuenta, asegura Stuart Khan, profesor y director de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universidad de Sídney, en Australia, especializado en la calidad y tratamiento de aguas.

Las bacterias oportunistas, como el estafilococo, pueden infectar la piel, sostiene Khan, y ​​también existe la posibilidad de contraer infecciones fúngicas en los vestuarios de las piscinas, ya que estos patógenos sobreviven más tiempo en ambientes cálidos y húmedos.

Otra infección bacteriana común que se puede contraer en las piscinas es el oído de nadador, señala Khan, que suele ser causada por la permanencia prolongada del agua en el conducto auditivo externo.

Esta afección, sin embargo, no se transmite de persona a persona.

Aunque es poco común, el grupo de parásitos acanthamoeba también vive en el agua y puede causar infecciones oculares muy graves, que pueden incluso provocar ceguera, relata Khan.

También es posible contraer infecciones por inhalación.

Por ejemplo, la bacteria legionela puede estar presente en las piscinas.

Al inhalarse a través de gotitas de aire, puede causar la infección pulmonar conocida como enfermedad del legionario.

Sin embargo, los brotes de la mayoría de las enfermedades infecciosas relacionadas con las piscinas son poco frecuentes.

“No vemos muchos brotes de enfermedades transmitidas por el agua en piscinas públicas, lo que significa que la desinfección con cloro suele ser eficaz, aunque ocasionalmente se producen algunos brotes”, señala Young.

¿Cómo se gestionan las bacterias en las piscinas?

Antes del siglo XX, las piscinas no contaban con un desinfectante químico.

Algunas filtraban o cambiaban el agua con frecuencia, mientras que otras se construían en pendiente para facilitar el drenaje o contaban con algún tipo de canal para eliminar las impurezas visibles.

“Tradicionalmente, los lugares públicos para bañarse se encontraban en el océano, donde el agua se regeneraba naturalmente, o en agua dulce, como la de un río, donde hay movimiento”, recuerda Khan.

Un niño indio nada en el contaminado río Yamuna en medio de un aumento de las temperaturas en Nueva Delhi el 9 de mayo de 2017.

Fuente de la imagen, Getty Images

Se cree que el cloro se usó por primera vez en EE.UU. en 1903 en una piscina de la Universidad de Brown, en Rhode Island, después de que se desarrollara esta sustancia como desinfectante para beber.

En raras ocasiones, es posible contraer infecciones bacterianas en las piscinas, como las causadas por patógenos como campylobacter, shigella y salmonela.

En la mayoría de los casos, estas bacterias causan síntomas gastrointestinales como diarrea y calambres estomacales, además de fiebre.

No obstante, también pueden provocar complicaciones graves. Afortunadamente, el cloro mitiga gran parte del riesgo, afirma Khan.

El norovirus, que puede causar diarrea, náuseas, vómitos y dolor de estómago, entre otros síntomas, es un poco más resistente que la mayoría de las bacterias.

Se han reportado brotes aislados en piscinas, aunque suelen deberse a fallas en el equipo de limpieza o a niveles de cloro demasiado bajos.

El cloro generalmente elimina eficazmente el virus, asegura Khan.

Para mantener este nivel de protección contra virus y bacterias, una piscina debe estar bien controlada, dice Khan.

Esto implica asegurar que el agua tenga el pH y la alcalinidad adecuados para que el cloro sea efectivo, añade.

Además, la cantidad de cloro necesaria depende de cuántas personas haya en la piscina en un momento dado. “Cuanto mayor sea la demanda de cloro, más cantidad hay que añadir. Es una cuestión de ciencia”, indica Khan.

Mujer en traje de baño saliendo de una piscina

Fuente de la imagen, Getty Images

Las normativas sobre el mantenimiento de piscinas públicas difieren entre países.

Pero incluso en piscinas bien mantenidas, el criptosporidio es resistente a niveles normales de cloro.

“El parásito criptosporidio es extremadamente tolerante al cloro”, explica Knee.

La mayoría de los demás patógenos mueren en minutos, pero el criptosporidio permanece vivo y activo durante más de una semana con niveles normales de cloro.

Esto se debe a la estructura del parásito.

“Puede formar esporas, donde se envuelve firmemente e impide que cualquier cosa toque el exterior, lo que lo hace resistente a muchos factores”, cuenta Khan.

El riesgo de infección probablemente sea mayor en accidentes más grandes y evidentes en la piscina, pero este riesgo se puede mitigar si se responde de inmediato, expresa Knee.

Los operadores de piscinas pueden usar un coagulante y filtrar el agua de la piscina (si cuentan con un sistema de filtración adecuado que no filtre el agua demasiado rápido) o usar la “supercloración”, explica Knee. Esta última consiste en añadir niveles mucho más altos de cloro al agua y dejarlo reposar durante un período más largo.

Pero aunque estos incidentes son bastante obvios, las personas pueden eliminar material fecal de forma pasiva sin que se note demasiado, dice Knee.

Decenas de personas refrescándose en un parque acuático en Nanjing, China, el 23 de julio de 2024.

Fuente de la imagen, Getty Images

¿Existen otros riesgos en la piscina?

Quizás te sorprenda saber que el inconfundible olor a cloro que percibes al salir del vestuario y entrar a la piscina no es, técnicamente, olor a cloro.

“Este olor se produce cuando el cloro reacciona con otras sustancias, en particular el amoníaco, presente en el agua y proveniente de la orina y el sudor”, detalla Khan.

Este amoníaco reacciona con el cloro y forma cloramina, que es la causa del olor.

“Por lo tanto, el olor sugiere que hay fluidos corporales en la piscina que reaccionan con el cloro”, apunta Khan.

Estas cloraminas flotan sobre la superficie del agua y su inhalación puede irritar la garganta y los ojos, asegura Young.

“Las sustancias químicas que causan irritaciones y degradan la calidad del cloro en la piscina pueden afectar la salud de todos” y “una exposición breve puede afectarte”, añade.

Un puñado de investigaciones sugieren que las personas expuestas continuamente a la cloramina, como los profesores de natación y los socorristas, podrían tener un mayor riesgo de desarrollar asma.

¿Qué se puede hacer para minimizar el riesgo al nadar?

El riesgo de formación de cloramina sobre el agua se puede reducir si todos se duchan antes de entrar a la piscina, cuenta Young, lo que ayuda a eliminar la materia fecal.

Ducharse puede ayudar a reducir el riesgo de propagación y contagio de infecciones, agrega Knee.

Young también enfatiza la importancia de una buena ventilación en la piscina.

Dos trabajadores comienzan el mantenimiento y las reparaciones en la piscina de la escuela secundaria South Pasadena el 16 de mayo de 2015 en South Pasadena, California.

Fuente de la imagen, Getty Images

Con tantos huéspedes no deseados flotando en el agua de las piscinas, podría ser tentador considerar la natación en aguas abiertas, en un lago, río o el mar.

Pero también allí existen riesgos de infección bien documentados.

Algunos cuerpos de agua contienen aguas residuales sin tratar, por ejemplo, o pueden estar contaminados con heces de animales.

Otra importante manera de evitar infecciones en las piscinas incluye evitar tragar agua, afirma Knee, ya que los patógenos que causan diarrea se transmiten al ingerir agua contaminada con heces.

Knee añade que es importante alertar rápidamente a los operadores de piscinas sobre eventos de contaminación y salir de la piscina inmediatamente.

Los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU. sugieren que quienes tienen piscinas pueden reducir el riesgo de infección vaciando y reemplazando el agua regularmente, manteniendo los niveles de cloro y pH dentro de ciertos rangos, y fregando las superficies de la piscina para eliminar cualquier residuo.

En resumen, Knee y Khan coinciden en que los beneficios para la salud y la sociedad de nadar superan el riesgo de infección.

“Las piscinas con un mantenimiento adecuado, tratadas adecuadamente y con operadores que saben cómo actuar en caso de contaminación representan un riesgo mínimo para la salud, en términos de riesgo de enfermedades infecciosas”, asegura Knee.

Así que hay muchas razones para darte un chapuzón; solo asegúrate de ducharte antes.

línea gris

Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.

Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.

Cortesía de BBC Noticias



Dejanos un comentario: