Cuando el humo prolonga el sabor, Trinidad Villa, el habano que entiende la sobremesa mexicana

En la Ciudad de México, donde la sobremesa es casi una religión y el fuego de la conversación nunca se apaga, llega un Habano diseñado para ese instante en que los sabores no terminan, sino que se transforman. 

Trinidad Villa, la nueva vitola de Trinidad —marca nacida en 1969 y convertida en leyenda por su exclusividad diplomática— hizo su debut mundial en la capital mexicana, reafirmando algo que aquí sabemos bien: el humo del buen gusto siempre aparece después de una gran comida.

La historia tiene memoria. En 1998, Trinidad escogió también esta ciudad para presentar al mundo la vitola Fundadores, un lanzamiento que marcó un hito global y consolidó a México como un territorio privilegiado dentro de la cultura del Habano. Veintisiete años después, el círculo se cierra con elegancia: Villa llega al mundo desde la misma ciudad que vio nacer aquella primera revolución aromática.

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Gastronomía y humo: el arte de continuar el sabor

La noche del lanzamiento, realizada en el Jardín Lambú ante 180 invitados, dejó claro que Trinidad Villa no se fuma: se vive en sobremesa. Está pensado para ese momento que llega después de la comida, cuando los platos se retiran pero el paladar aún conserva ecos, cuando la familia o los amigos bajan el ritmo y la conversación se acomoda en un tempo más lento, cuando los aromas se mezclan con las palabras y la vida sucede sin prisa.

Ese espíritu gastronómico guiaba todo el evento. Eduardo Kohlmann Banquetes elaboró un menú cuya intención no era maridar, sino dialogar con la vitola, acompañarla y prolongar su lenguaje sensorial. La experiencia comenzaba con una Panna Cotta de Queso Azul con Gelée de Pera y Brioche, un arranque sutil que preparaba el paladar y el ánimo para el primer tiro. Después llegaba un Velouté de Ejotes con Vainilla y Pistaches, cuya untuosidad y notas mantecosas marcaban un puente perfecto hacia una evolución aromática suave pero firme.

Habanos y comidaCortesía

El momento más profundo de la noche lo aportó un Short Rib cocinado 72 horas con salsa de café y chocolate amargo, un plato de resonancia larga, oscuro y envolvente, que se conectaba de manera natural con la intensidad final de La Trova y con el carácter más complejo de Trinidad Villa. El cierre dulce, un postre de chocolate, no buscaba concluir, sino abrir espacio para que el paso al humo resultara orgánico, casi inevitable: un tránsito natural del sabor hacia la memoria.

Porque un buen Habano no termina la comida: la continúa. Trinidad Villa entiende esta transición íntima entre el gusto, la conversación y el reposo, y por eso su estructura —cepo 47, 170 mm de longitud, vitola de galera Julieta No. 3— está pensada para fumarse con calma, con introspección y en compañía, como una prolongación del ritual gastronómico que define a la sobremesa mexicana.

El humo que une a la mesa

Trinidad Villa llega como la duodécima vitola del portafolio Trinidad y se presenta en cajas de 12 piezas, con una construcción impecable que permite un desarrollo aromático prolongado, ideal para ese ritual tan mexicano donde el tiempo se suspende después de comer.

Trinidad Villa, la nueva vitola de TrinidadCortesía

Durante el evento, Gabriel Estrada, Hombre Habano 2019, recordó la relevancia histórica de la marca y enfatizó una idea poderosa: el Habano es una extensión del convivio, una forma de honrar la mesa, la conversación y el instante compartido. Ese mensaje se reforzó con un performance estilo Blue Man Group y una subasta silenciosa donde un lote con un Humidor Trinidad Conmemorativo y una caja vintage de Trinidad Fundadores 1998 alcanzó los 281 mil pesos, recordando que el Habano es también memoria material.

Una capital del humo y la sobremesa

Que México haya sido elegido nuevamente para un lanzamiento mundial no es casualidad. Aquí se respira cultura gastronómica, educación sensorial, respeto por el tiempo lento y una profunda comprensión de lo que significa sentarse a la mesa. 

Cortesía de El Economista



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