Después de meses de espera, este viernes, día 19, el cometa 3i/Atlas alcanzará su punto más cercano a la Tierra, a 270 millones de kilómetros de distancia.
Antes de todo, es importante recordar que este acercamiento no supondrá ningún peligro para nosotros; ni siquiera podremos verlo a simple vista, porque pasará al otro lado del sol.
Sin embargo, es el evento del año más especial para la comunidad científica y los amantes del espacio. Para entendernos, digamos que el acontecimiento es igualable a una Champions League para los fanáticos del fútbol o una Met Gala para los enamorados de la moda.
Optimizar y afinar
Por esta razón, la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN, por sus siglas en inglés) de la ONU ha impulsado una campaña de seguimiento del objeto interestelar con la intención de optimizar y afinar los futuros métodos de rastreo de objetos cercanos a la Tierra (Near Earth Objects, por sus siglas en inglés). Aun así, el operativo será coordinado por la Nasa.
Tal y como explicó James Bauer al noticiario científico ‘Live Science’ -investigador principal del IAWN y profesor de astronomía en la Universidad de Maryland-, si consiguen fortalecer estas capacidades técnicas, las posiciones de los asteroides y los cometas se podrán medir con mayor precisión.
De hecho, los científicos han desarrollado una nueva técnica astrométrica para trazar, específicamente, el recorrido de 3i/Atlas. Sin embargo, también podría utilizarse en futuros visitantes.
Pese a todo, la IAWN ya prepara la coordinación entre más de 80 observatorios internacionales, científicos profesionales y astrónomos aficionados para investigar a 3i/Atlas de forma masiva durante su acercamiento, aunque también servirá como entrenamiento de respuesta global para futuros casos.
El tercer visitante de la historia
Pero antes del acercamiento de 3i/Atlas, y para amenizar la espera, vamos a recordar por qué este cometa es tan especial.
En primer lugar, hay que destacar que es el tercer visitante -que se sepa- que proviene de otro lugar que no sea nuestro sistema solar. En 2017, nos visitó Oumuamua y, dos años más tarde, fue 2i/Borisov quien se aproximó a la Tierra.
Oumuamua, que ocupaba unos 400 metros, era rojizo, seco y curioso, a la par que veloz. En cambio, 2i/Borisov era más parecido a los nuestros. Todo lo contrario al extraño y nunca visto 3i/Atlas.
Conspiraciones esperadas
Y, como no, todo lo desconocido y aquello excepcional causa revuelo, y la máquina de las conspiraciones se enciende a todo trapo.
Es el caso de Avi Loeb, el científico de la Universidad de Harvard que afirmaba que el origen de este objeto era extraterrestre, y con muy malas intenciones. Pero qué casualidad: Loeb siguió el mismo ‘modus operandi’ cuando Oumuamua se aproximaba a la Tierra hace ocho años.
Las conspiraciones fueron infundadas sobre los cementos de una realidad malinterpretada: la aceleración no gravitacional. La aceleración no gravitacional se da cuando un objeto (como 3i/Atlas) experimenta cambios en sus movimientos, pero eso no solo es causado por la gravedad, sino por otras fuerzas.
Mientras Loeb afirmaba que esos cambios se debían a propulsores artificiales -propios de una nave extraterrestre-, los científicos descubrieron que el cometa está formado de hielo. Por su composición, cuando este se aproxima al sol se empieza a derretir y, en consecuencia, se activa un proceso de desgasificación que se traduce en algo muy curioso: 3i/Atlas expulsa materiales helados y volátiles, que también podríamos llamar ‘volcanes de hielo’. Esas erupciones son la explicación física y científica de los pequeños propulsores que modificaban la trayectoria del cometa.
Otras curiosidades
Otra gran curiosidad que detectaron en las investigaciones es que, al aproximarse al sol, 3i/Atlas no solo se derretía, sino que también cambiaba de color.
Desde los telescopios de Chile parecía rojizo -como Oumuamua-, hecho que tampoco parecía muy extraño si el cometa podía estar formado por compuestos orgánicos complejos que enrojecen por la radiación de sol.
Sin embargo, casi cuatro meses después, cuando el objeto interestelar alcanzó su punto más cercano al sol -también llamado perihelio– el cometa parecía más verdoso. Aunque este suceso parecía inexplicable, el telescopio hawaiano Gemini Norte y el observatorio de rayos X XMM-Newton, de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), consiguieron poner luz a este misterio.
Resulta que el carbono diatómico (C2) brilla en verde cuando la luz solar incide en él. La sorpresa es que en los primeros análisis, 3i/Atlas no contenía carbono diatómico, por lo que han terminado deduciendo que el cometa tiene capas -que se han ido desprendiendo-, y por ende, una corteza y un interior que reaccionan de formas diferentes al calor.
Entre otros de sus componentes inusuales, cabe recordar que también se encuentran unas proporciones insólitas de agua, monóxido de carbono y metales.
Un fósil espacial
Lo cierto es que nada de lo que esté haciendo ahora 3i/Atlas debe sorprendernos, porque aquello realmente asombroso es su pasado. Pasado, por cierto, que conocemos gracias a la misión Gaia de la ESA, debido a que ha permitido reconstruir su trayectoria.
Las conclusiones de la misión determinaron que 3i/Atlas se pasea por el espacio desde hace más de 10.000 millones de años. Y eso significa que 3i/Atlas es más antiguo que nuestro propio sol, pero también uno de los primeros habitantes de la Vía Láctea.
Por lo tanto, sus capas, que ahora se derriten frente al sol, son el envoltorio de una cápsula del tiempo que conserva los misterios de la química primitiva del universo.
Si junto a su antigüedad retomamos el hecho de que contiene (y expulsa) grandes cantidades de hidroxilo (unos 40 litros de agua por segundo), también podemos concluir que los ingredientes esenciales de la vida ya existían hace mucho tiempo en la galaxia.
A pocas horas de tomar el punto más cercano a la Tierra, 3i/Atlas se está atenuando, pero también empezando su camino hacia Júpiter, al que se aproximará a unos 53 millones de kilómetros en el mes de marzo.
A mediados de 2030, 3i/Atlas atravesará la órbita de Plutón y no volverá nunca más, porque es tan rápido -ya se mueve a 245.000 km/h- que ni la gravedad del sol puede retenerlo.
Cortesía de El Periodico
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