Cultivan hongos, su reina mide 30 mm de largo y ahora están cayendo en casi todo México por las lluvias: hormigas chicatanas

Para México, la llegada de las lluvias es algo que, dependiendo de en qué zona vivas, puede traer alegría o preocupación. No solo reverdecen los cerros, sino que también se vuelven frecuentes las inundaciones en algunas ciudades. Sin embargo, hay una cosa que la mayoría nota a la mañana siguiente de una noche lluviosa: el suelo está lleno de hormigas voladoras.

Los más familiarizados con la cocina prehispánica lo celebran, mientras que algunos niños aún se asustan al ver este fenómeno. Pero, ¿qué son estas hormigas y por qué solo las vemos en estas fechas?, ¿son peligrosas?, o mejor aún ¿cuál es la mejor forma de comerlas? Así es, para muchos de nosotros son una botana.

En nuestro país, la temporada de lluvias comienza en junio, coincidiendo con la Fiesta de San Juan, que se celebra el 23 de junio. Es una temporada muy esperada en gran parte de México, en especial en años recientes, en que los meses previos presentan temperaturas cada vez más elevadas.

Durante estas fechas, es común ver por la mañana el suelo lleno de un tipo de hormigas rojas muy particular. Su nombre científico es atta mexicana, pero comúnmente se les conoce como “chicatanas” o como hormiga cortahojas. Se les distingue por tener un gran tamaño, (suelen alcanzar los 30 mm, siento la hembra la más grande), con un prominente abdomen, ser de un color cobrizo brillante y tener la capacidad de volar. 

Algunas variantes de la atta mexicana tienen largas espinas en las extremidades, por lo que, junto con su tamaño y color llegan a ser confundidas con avispas. Aún así, no son insectos agresivos, por lo que su mordedura es muy poco frecuente.  

¿Por qué aparecen en el suelo?

El ciclo de vida de las hormigas chicatanas comienza bajo tierra. Nacen de una misma reina y se dividen en obreras (sin alas), hembras y machos (ambas con alas).  Durante las primeras lluvias, la tierra se vuelve más suave, por lo que machos y hembras aprovechan para salir del hormiguero e iniciar una danza de apareamiento. Aquí, las chicatanas macho intentan encontrar pareja en el aire. 

De manera natural, las chicatanas se sienten atraídas por la luz, por lo que es frecuente ver estas danzas de apareamiento muy cerca del alumbrado público. Al terminar, ambas hormigas caen al suelo y se desprenden de sus alas. Los machos terminan su ciclo de vida aquí, y son los que solemos encontrar por montones por la mañana. Las hembras se entierran, pues cada una construirá un hormiguero del que serán reinas.

Se convierten en agricultoras

Justo antes de iniciar la danza de apareamiento, las hembras se preparan con una mezcla de hongos en su boca. Se trata del Leucoagaricus gongylophorus, una especie crucial para su ciclo de vida y con el que han desarrollado una relación simbiótica.

Si bien las chicatanas son apodadas “hormigas cortahojas”, sucede que no se alimentan del forraje que llevan a sus hormigueros. Requieren de un agente que facilite su digestión. Una vez bajo tierra, la hormiga fecundada expulsa la mezcla de hongos con que salió de su viejo nido, y lo usa como cultivo para el nuevo hormiguero.

La Universidad de Guanajuato explica que el L. gongylophorus se propaga en las hojas recolectadas por las obreras y se encarga de desintegrarlo para el consumo del hormiguero.

Un manjar exclusivo de América

Los registros más antiguos de este insecto son del s. XVI, en el famoso Códice Florentino, aunque no en un apartado sobre zoología prehispánica, sino en el de cocina. Así es, estas hormigas son famosas por ser un manjar desde la época mesoamericana.

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Sucede que debido a la breve temporada en que aparecen estas hormigas, las chicatanas son consideradas ya un lujo gastronómico. Muchos describen su sabor como almendrado o similar al de la nuez. Además, se ha descubierto que son una rica fuente de proteínas.

Para consumirlas, lo primero es sumergirlas en agua para ahogar las que queden vivas, tras esto se les retiran las alas, cabeza y extremidades, pues solo se consume el abdomen. La manera más común de comerlas es a modo de botana, tras ser tostadas al comal o fritas en aceite, pero también es frecuente encontrarlas como ingrediente en la preparación de guisos o salsas.

En zonas indígenas, los platillos con chicatana tienen un valor ceremonial, pues se usan como ofrenda para que la temporada de lluvias sea abundante.

Este insecto es tan cotizado que su precio puede llegar a los $1,000 pesos por kilogramo. Incluso tienen un artículo en la Guía Michellin. La alta demanda ha llevado a que la especie se vea amenazada, pues en muchos casos los recolectores las atrapan mientras siguen en vuelo, lo que impide que las hembras construyan nuevos hormigueros y mantengan su población.

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Algunas empresas exportan las chicatanas

Aunque son propias de las zonas serranas de Oaxaca, Veracruz, Guerrero y Chiapas, su alta adaptabilidad y atracción por la luz artificial les ha permitido dispersarse en casi todo el territorio mexicano. También se les puede encontrar en la zona norte de Centroamérica, como Guatemala y Belice. En Colombia también se consumen, bajo el nombre de tzizim.

Cortesía de Xataka



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