Dan el último adiós a Libna Mata y Gisela Ceballos, policías viales asesinadas en El Salto


Los policías viales, serios, con un semblante de marcada tristeza, practicaban la formación con la que recibirían los féretros donde ya descansan Libna Mata Villegas y Gisela Ceballos Quezada, agentes asesinadas ayer en el municipio de El Salto. El silencio era sepulcral, aunque de vez en cuando se escuchaban en el aire algunos susurros reprimidos o leves risas entre los asistentes. La explanada de la Academia de la Secretaría de Seguridad de Jalisco recibía a oficiales, comisarios, funcionarios públicos y compañeros, en espera de dar el último adiós a las dos mujeres ultimadas en el cumplimiento de su deber.

Elementos del Ejército Mexicano y de la Policía del Estado resguardaban el perímetro. La banda de guerra de la Policía Vial aguardaba la orden para retomar la posición de firmes. El Sol, ya tenue y grácil cerca de las 17:30 horas, ofrecía cálidos rayos de luz ante el frío que comenzaba a acechar, mientras la sombra del toldo protegía las sillas vacías, destinadas a los familiares de Libna y Gisela.

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El cortejo fúnebre llegó y la solemnidad arreció, como vendaval, en el lugar: los presentes se hundieron en un silencio profundo; allá, tras los pinos y el jardincito de la plancha central, se abrían paso los ataúdes, cargados por policías viales. “Saludar, ¡ya!”, vociferó una voz, como de trompeta, y mecánicamente los uniformados se llevaron la mano a la frente, en reverencia a sus compañeras que pasaban frente a ellos. Más de uno no pudo evitar soltar una honda lágrima que escurría por una de las mejillas. Al unísono, la procesión anudaba la garganta y carcomía los sentidos.

Una vez ambos féretros fueron colocados en sus lugares de honor, fue el turno del Comisario Vial de Jalisco, Jorge Alberto Arizpe, de llevar a cabo el pase de lista: con una férrea voz de mando, ordenó a los agentes a adoptar la posición de guardia que ya habían practicado. Comenzó a nombrar a los policías presentes, quienes uno a uno respondieron al llamado. Pero cuando llegó el turno de Libna y Griselda, los pájaros dejaron de aletear y el viento dejó de soplar para que, con fiereza, su nombre retumbara en la Academia: “Ceballos Quezada Giselda, ¡presente, señor! Ceballos Quezada Gisela, ¡presente, señor! Mata Villegas Libna, ¡presente, señor! Mata Villegas Libna, ¡presente, señor!”. Un eco estruendoso, que hacía temblar el piso y la piel, sonó con cada pase de lista.

Entonces, el coordinador general Estratégico de Seguridad, Roberto Alarcón Estrada, leyó la semblanza de cada una de las oficiales asesinadas.

“La policía Libna nació en Guadalajara, Jalisco. Desde muy joven mostró un gran sentido de la justicia y vocación de servicio a los demás, cualidades que la llevaron a formar parte de la Academia de la Policía Estatal en 2017, egresando con un promedio ejemplar de 9.3. Libna ingresó a las filas de la Policía Vial del Estado el 1 de mayo de 2018, y durante su carrera se distinguió por su compromiso, valentía y profesionalismo, destacándose siempre por su respeto a la comunidad jalisciense, a la que sirvió con la firme convicción de desempeñarse con honor y lealtad. Hija y hermana ejemplar, una gran madre, dedicada a sus hijos. Una compañera excepcional que perdió la vida en un acto de servicio, demostrando hasta el último momento su amor y vocación por su trabajo […].

“De igual manera, la oficial Gisela nació en Guadalajara, Jalisco. También formó parte de la Academia de la Policía Estatal en el año 2017, graduándose con un promedio sobresaliente de 9.2. Ingresó a la Policía Vial del Estado el 1 de mayo de 2018. Desde niña, demostró su interés y vocación, inspirada por el deseo de construir un entorno más seguro para todos y todas. Su disciplina y compromiso fueron ejemplares para sus compañeras y compañeros de servicio, siempre dispuesta a ayudar, de carácter firme y humano para los demás. Gisela también perdió la vida en un acto de servicio, cumpliendo con la promesa de tomar el uniforme: servir a los demás, honrando su vocación y trabajo hasta el último instante. Fue una hija, madre y hermana ejemplar, que se desempeñó con honor, lealtad y compromiso en diversas áreas de su corporación”.

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El secretario de Seguridad de Jalisco, Juan Pablo Hernández González, anotó que todos los policías están expuestos en sus funciones, y reconoció que Libna y Gisela fueron “dos valientes almas”. Indicó que cada familia recibirá un cheque por un millón de pesos, e hizo un llamado a la unidad en memoria de las oficiales caídas “en el cumplimiento de su deber”.

“A sus familias quiero decirles que sabemos que no hay un consuelo suficiente en estos momentos. Sus vidas serán una línea de tiempo marcada por el antes y el después. Por favor, sepan que su dolor es nuestro, y que su pérdida es la pérdida de toda la familia que crearon por elección en esta Secretaría de Seguridad”. Antes de concluir, pidió un minuto de aplausos para Libna y Gisela, y los asistentes se rindieron ante ellas.

Entonces se llevaron a cabo las tres guardias de honor. La primera de ellas encabezada por el gobernador Pablo Lemus, seguido de otros funcionarios y comisarios. La última, la más dolorosa, la hizo su familia, quienes se rendían en lágrimas ante los féretros. El mandatario estatal se acercó con cada una de las familias, visiblemente compungido y con un rostro que pocas veces deja ver ante las cámaras, para dar el pésame y entregarles una bandera del Estado de Jalisco.

Antes de que los ataúdes fueran llevados a las carrozas fúnebres, oficiales realizaron un tiro de salva en honor a las agentes caídas. Libna y Gisela fueron llevadas hasta las camionetas, donde las familias las despidieron con un llanto estremecedor, mientras, de nueva cuenta, los policías se llevaban la mano a la frente, dando el último adiós a sus compañeras.

NA

Cortesía de El Informador



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