David Lynch, el cineasta que transformó el cine contemporáneo con su mirada singular y perturbadora, murió este jueves 16 de enero a los 78 años a causa de un enfisema pulmonar. La evacuación de su casa en Los Ángeles debido a los incendios forestales deterioró aún más su estado de salud, según informó Deadline Hollywood.
Obras como Blue Velvet, Eraserhead o Twin Peakssiguen siendo esenciales para comprender su visión, pero el documental David Lynch: The Art Life dirigido por Jon Nguyen en 2016, ofrece una mirada reveladora sobre sus orígenes como pintor y los primeros pasos que lo condujeron al cine.
A través de recuerdos personales, imágenes de su juventud y las primeras pinceladas de su perturbadora obra, ofrece una mirada sobre el proceso creativo que dio forma a su cine. Un retrato de un genio cuyo impacto continúa vigente.
David Lynch: The Art Life art of life, el proceso creativo
“Me solía cruzar a una mujer cuando iba a comprar cigarrillos. Un día iba caminando por la calle y la veo con su hijito, su bebé, sobre el regazo. Paso y le digo: ‘¿Hola, qué tal?’. Ella mira al bebé y le dice: ‘Si llegás a salir así, te asesino’”. Contundente comienzo del documental relatado por Lynch. Y esto es solo el principio.
No es difícil imaginar a un habitante estereotípico de Filadelfia reaccionando de esa manera al reparar en David Lynch. El cineasta, que era conocido por su eterna camisa abotonada hasta el cuello, pantalones pinzados y cabellos blancos explotados al cielo no pasaba desapercibido, ni siquiera desde su infancia.
David Lynch: The Art Life comienza en su juventud y culmina con el director tomando Los Ángeles, la ciudad del cine. Es allí donde da forma a su primer filme, marcando el inicio de su transformación de artista a cineasta. La película cierra justo en el momento en que esa metamorfosis cobra vida, con la dirección de su ópera prima, Eraserhead, un film de culto que se convirtió en la película favorita de Stanley Kubrick en sus últimos años
Como señala David Foster Wallace en su artículo “David Lynch pierde la cabeza, Lynch era un artista del Renacimiento. Un poliedro: cineasta, escritor, compositor de música –en colaboración con Angelo Badalamenti para sus películas –, director de publicidad (desde Calvin Klein hasta programas de recolección de basura en Nueva York) y videoclips (de Chris Isaak a Michael Jackson). Además, fue dibujante y guionista.
Pero, por encima de todo, la pintura: Lynch comenzó a pintar desde su adolescencia, y el documental revela su proceso creativo, adentrándose más allá de lo personal para explorar los rincones oscuros e íntimos de su biografía.
Del pintor a Atrapa el pez dorado
El documental, que fusiona géneros como perfil, biografía y retrato fotográfico, es narrado por el propio Lynch. Funciona como una continuación natural de Atrapa el pez dorado, su breve pero revelador libro en el que reflexiona sobre su proceso creativo, inspirado en su descubrimiento de la meditación trascendental.
Es, en esencia, una película sobre las ideas: cómo nacen, se transforman y cobran forma. Una puesta en escena unipersonal que explora el pensamiento abstracto. El libro de Lynch se convirtió en lectura de culto, con su célebre primera línea, “Las ideas son como peces“, que ahora, tras su muerte, resonará aún más como un mantra.
El relato incluye recuerdos de sus extrañas colecciones de juventud: patas de insectos, alas de aves muertas, ratas disecadas y frutas podridas, que guardaba para estudiar su descomposición. Todo un universo de texturas y colores inquietantes, como los de sus películas: el naranja incandescente del fósforo en Wild at Heart, la cerca blanca sobre el césped verde de Blue Velvet o la famosa habitación roja de Twin Peaks. Lynch, con su mirada única, redefinió los colores de Estados Unidos.
David Lynch y la carretera perdida hacia el cine
El descubrimiento temprano de la pintura, impulsado por el padre de un amigo, el pintor Bushnell Keeler, fue clave en la formación del lenguaje visual de Lynch. Algunas de sus obras, como La cuchilla eléctrica le habla a su esposo o Cambia el maldito canal, ser despreciable, evocan imágenes oblicuas que recuerdan tanto al cine negro como al expresionismo alemán.
Una de las relaciones más interesantes de Lynch con la música se encuentra en las fotos fijas del documental, que recuerdan sorprendentemente al trabajo de Simon Larbalestier, fotógrafo de grupos como Pixies. Sus imágenes en sepia y exposición negativa capturan esa estética visual propia de una educación sentimental de los 90. Y, como un guiño al destino, Pixies grabó In Heaven (The Lady in the Radiator Song), compuesta por Lynch.
En un momento, Lynch interrumpe su relato y empieza a describir algo trivial: “Cierta vez, nuestro vecino, el señor Smith, llegó hasta la puerta de casa y…”. Se detiene. Hay cosas que no se atreve a contar. Sueños oscuros y fantásticos. Lynch insinuaba el abismo sin llegar a revelarlo. Este no es solo un documental sobre su proceso artístico; al igual que su cine, el documental también juega con sonidos, ecos y ambientes extraños.
David Lynch: The Art Life no solo captura su proceso creativo, sino que también subraya su singularidad. Tras su muerte, su influencia seguirá viva en sus películas, esos mundos extraños y a menudo incomprensibles. Donde las las texturas a menudo superan al guion. Como él mismo dijo: “Todos mis películas son sobre mundos extraños a los que no podrías ir a menos que los construyas y los filmes”.
Cortesía de Clarín
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