Durante mucho tiempo, la Carpetania —una región de la Meseta Central de la península ibérica— se ha considerado un territorio periférico en el contexto de la Edad del Hierro. Las narrativas dominantes sostenían que su desarrollo cultural derivaba de procesos de aculturación, imitación y difusión desde zonas organizadas con mayor comple como la Celtiberia o el sureste ibérico. Sin embargo, una reciente investigación publicada en la revista Antiquity desmonta esta visión tradicional al analizar un excepcional hallazgo arqueológico: un relieve de terracota decorado con motivos de la tradición mediterránea hallado en el yacimiento de El Cerrón (Illescas, Toledo). Este novedoso estudio propone que los carpetanos no fueron meros receptores pasivos de influencias externas, sino agentes activos en las dinámicas culturales del Mediterráneo occidental.
El yacimiento de El Cerrón: entre lo local y lo global
Situado sobre un pequeño montículo de aproximadamente una hectárea en el valle medio del Tajo, el sitio de El Cerrón se ha excavado a lo largo de varias campañas entre 1977 y 2006. Las investigaciones han podido identificar tres grandes fases de ocupación continuada entre los siglos IV y II a. C., cuya datación se ha confirmado a través del radiocarbono y los análisis estratigráficos. A pesar de su tamaño modesto, el enclave ha revelado una arquitectura singular. Destacan tres edificios superpuestos con una posible función sagrada, lo que lo distingue de otros asentamientos considerados celtibéricos.
El más relevante de estos edificios, denominado Estructura 2, contenía un banco-altar de adobe adosado al muro occidental. En él, se halló un relieve de terracota decorado con una escena procesional de estilo marcadamente mediterráneo. Su ubicación en la parte superior del montículo sugiere que se trataba de un espacio de gran importancia simbólica, quizás un santuario vinculado a las élites locales.

Un relieve excepcional en el corazón de la Meseta
El relieve, de 1,35 por 0,33 metros, muestra una escena compuesta por un grifo, dos aurigas montados en carros de guerra tirados por caballos y una figura humana de pie que sostiene lo que podría ser una lanza o un bastón de mando. Este repertorio iconográfico, además de resultar inédito en el interior peninsular, remite a modelos artísticos del ámbito mediterráneo, sobre todo de la costa ibérica y del mundo itálico.
El grifo, criatura híbrida de tradición orientalizante, aparece en otras esculturas ibéricas del sur y este peninsular, pero la variante de El Cerrón —con una flor de loto emergiendo de su boca— no tiene paralelos directos conocidos en la región. Este motivo floral recuerda a los de la Situla Art del norte de Italia, lo que sugiere la existecia de una compleja red de transmisión iconográfica facilitada por los intercambios de los comerciantes y artesanos fenicios.
La escena podría interpretarse como un cortejo ritual protagonizado por figuras heroicas o divinas. Los investigadores han sugerido que podría representar una ceremonia de legitimación del poder aristocrático mediante la evocación de ancestros heroizados, práctica común en otras culturas mediterráneas. La posibilidad de que el relieve formase parte de una composición más amplia refuerza la hipótesis de un uso simbólico político y religioso.

El mediterraneísmo como estrategia de poder
El análisis estilístico y contextual del relieve ha llevado a los investigadores a situar su uso dentro de la segunda fase de ocupación del yacimiento (mediados del siglo IV a. C.). No obstante, es posible que el panel ya existiera en la estructura anterior y que fuera reutilizado como forma de mantener la memoria y la legitimidad del lugar. Esta práctica indica una conciencia histórica y una voluntad de continuidad entre generaciones de élites locales.
Junto al relieve, El Cerrón ha proporcionado numerosos materiales que refuerzan su carácter de nodo de intercambio: cerámica ática, imitaciones ibéricas de cerámica de barniz rojo, ungüentarios de tradición púnica, cuentas de vidrio y una fíbula de bronce con forma de caballo de procedencia itálica. Estos hallazgos revelan que el asentamiento estaba integrado en circuitos comerciales y culturales que conectaban la Meseta con el sur peninsular, el Levante y el Mediterráneo central, probablemente a través de rutas como la Vía Salaria ibérica o los ríos Tajo y Guadiana.
En este contexto, es probable que la apropiación selectiva de elementos mediterráneos sirviera a las élites carpetanas como herramienta para consolidar su poder y prestigio. Esta estrategia refleja una participación activa en los procesos de “mediterraneización”, similares a los fenómenos de globalización cultural descritos para el primer milenio a. C. por estudiosos como Ian Morris.

De la marginalidad al protagonismo
El enfoque presentado en la investigación liderada por P. Sánchez de Oro contrasta con las narrativas tradicionales que han descrito a Carpetania como un espacio heterárquico, fragmentado y culturalmente dependiente. Frente a esa visión, los autores del estudio afirman que la comunidad de El Cerrón muestra signos claros de una fuerte agencia cultural, capacidad adaptativa y voluntad de diferenciarse mediante el uso de símbolos foráneos. Así, Carpetania formaría parte de un entramado dinámico de influencias mutuas, donde lo local y lo mediterráneo se entrelazaban en formas complejas.
El propio contexto histórico de la época, marcado por un aumento en la producción agrícola, la densidad poblacional y los conflictos sociales, favoreció la aparición de formas más sofisticadas de organización social. La arquitectura defensiva, la estandarización cerámica y la presencia de productos de lujo reflejan una sociedad en transformación, en la que las élites buscaron legitimar su posición mediante la emulación de modelos culturales prestigiosos.

Un hallazgo que conecta la Meseta Central con la cuenca mediterránea
La reinterpretación del yacimiento de El Cerrón permite reivindicar el papel central de Carpetania en los procesos de interacción mediterránea durante la Edad del hierro. El hallazgo del relieve decorado, junto con otros artefactos importados o de influencia foránea, constituye una prueba elocuente de que las élites carpetanas no solo conocían las corrientes artísticas y simbólicas del Mediterráneo, sino que también las incorporaron de forma consciente en sus propias estrategias identitarias.
Este caso demuestra la necesidad de revisar las categorías interpretativas que han regido el estudio de las periferias en la arqueología mediterránea. Incorporar la voz de comunidades que, tradicionalmente, se han considerado marginales permite construir narrativas más matizadas sobre la complejidad de los contactos culturales antiguos. El Cerrón, con su mezcla única de elementos locales y mediterráneos, representa así un punto de inflexión en nuestra comprensión de las poblaciones de la meseta peninsular durante la Edad del hierro.
Referencias
- Sánchez de Oro, P., F. Saccoccio, M. Torres Ortiz y L. Berrocal-Rangel. 2025. “The relief of El Cerrón: insights into central Iberian elite identity in the Late Iron Age”. Antiquity: 1-18. DOI:10.15184/aqy.2025.48
Cortesía de Muy Interesante
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