Desde la misteriosa cultura del Valle del Indo hasta el imponente Imperio Jemer, la humanidad ha sido testigo de espléndidas civilizaciones cuyo colapso aún suscita interrogantes. Los olmecas, pioneros de Mesoamérica, y los mayas, maestros de la arquitectura y la astronomía, dejaron huellas imborrables, al igual que la enigmática cultura Clovis, cuyos vestigios redefinieron la historia de América.
Cada una de estas sociedades floreció con logros extraordinarios, pero sucumbió ante guerras, cambios climáticos o crisis internas. Descubramos las razones de su declive y el impacto que aún hoy perdura en nuestro mundo.
Cultura del Valle del Indo
De entre todas las grandes civilizaciones del mundo antiguo es, quizá, la más desconocida. La cultura del Valle del Indo arrastra dos hándicaps determinantes. El primero, la ausencia de edificaciones monumentales emblemáticas, como las pirámides egipcias o los zigurats mesopotámicos; el segundo, que su enigmático sistema de escritura aún permanece indescifrado, lo que en la práctica significa que no disponemos de más fuente de información para desentrañarla que la arqueología.
Ubicada en un territorio que, hoy en día, corresponde a Pakistán y el noroeste de India, esta gran civilización emergió en torno a 3300 a.C. y dio lugar a una extraordinaria constelación de ciudades que, en su momento álgido, llegaron sumar hasta mil cuatrocientos asentamientos. Los dos de mayor dimensión y los mejor estudiados fueron Mohenjo-Daro, en el bajo Indo, y Harappa, ubicada en el curso del río Ravi.
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Se estima que hasta sesenta mil personas pudieron llegar a residir en estas ciudades, que orbitaban alrededor de una gran ciudadela donde se ubicaban los edificios públicos y relacionados con la administración. La existencia de baño en el interior de las viviendas, la red de cloacas y el sofisticado sistema de canalización delatan el alto nivel de desarrollo de sus gentes.
El comercio era uno de los pilares sobre los que descansó la estable prosperidad de esta cultura, que, a juzgar por la sorprendente escasez de armas en el registro arqueológico, debía de ser menos agresiva y beligerante que otras civilizaciones contemporáneas. El comercio con Mesopotamia, vital para la sostenibilidad de su tejido económico, está bien documentado gracias a las tablillas sumerias, en las que se cita con frecuencia a las gentes del Valle del Indo, los meluhhaites.
![Tablillas sumerias](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Tablillas-sumerias.jpg)
La decadencia llegó a comienzos del II milenio antes de Cristo. La escritura desapareció paulatinamente, las ciudades comenzaron a despoblarse y las redes comerciales y culturales que unían la región con Mesopotamia se fueron desintegrando. Las causas de este deterioro y de la desaparición de la cultura del Valle del Indo, que se había completado hacia 1300 a.C., no son del todo claras.
Una presunta invasión militar por parte de los arios (que pudo ser en verdad consecuencia y no causa), la sequía y el posterior secamiento del río Sarasvati o las convulsiones políticas en Mesopotamia, que habrían precipitado la ruptura de las rutas comerciales, son los motivos más probables que explicarían el abrupto final.
Imperio jemer
La marabunta de turistas que hoy en día transita por los espectaculares templos de Angkor, en Camboya, hace difícil imaginar que, hasta hace muy poco tiempo, se encontraban aún ocultos en la frondosidad impenetrable de la selva.
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En el siglo VII, el de los jemeres era solo uno de los múltiples pequeños reinos que se disputaban la hegemonía en el sudeste asiático y en los que convivían el budismo y el hinduismo con ritos animistas ancestrales, pero, a comienzos del siglo IX, Jayavarman II desarrolló una política expansionista que, en poco tiempo, logró subyugar a la miríada de reinos de la región, fundando así un gran Estado territorial hegemónico que sería el germen del Imperio jemer.
Este entró oficialmente en la historia en el año 802, cuando Jayavarman II se proclamó chakravartin (rey de reyes) y fijó en Angkor su capital. En los siglos siguientes, y muy especialmente gracias al empuje de monarcas como Jayavarman VII, que reinó a finales del siglo XII y comienzos del XIII, el Imperio se expandió hacia el norte y el oeste extendiendo sus dominios y sometiendo bajo su yugo un territorio que correspondía a los actuales Camboya, Tailandia, Laos y sur de Vietnam.
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Los extraordinarios templos, redes de canales y carreteras hicieron de Angkor, en su apogeo, la ciudad más grande del mundo, poblada aproximadamente por un millón de personas. Fue el propio Jayavarman VII quien concluyó la construcción de Angkor Wat, obra cumbre de la arquitectura religiosa jemer y pináculo de una civilización que alcanzó extraordinarios hitos de progreso y desarrollo. Las prospecciones aéreas realizadas en el último lustro gracias al lidar han revelado la existencia de un paisaje urbano en el entorno de Angkor Wat mucho más extenso y complejo de lo que nadie hubiera podido imaginar.
Tras su período de esplendor con Jayavarman VII, arrancó el lento pero inexorable declive. Las migraciones siamesas causadas por el empuje mongol, la presión militar de los Estados vecinos de Champa y Ayutthaya, el choque entre hinduismo y un budismo cada vez más pujante y las conjuras dinásticas fueron factores que debilitaron sustancialmente al Imperio.
Esa inestabilidad, sumada a cambios climáticos, habría dañado el sistema de gestión del agua (espina dorsal del Imperio) precipitando la sequía y acrecentando el declive hasta que, finalmente, en 1431 los siameses asediaron y tomaron Angkor e hicieron caer al último emperador jemer, Dharmara Jadhiraja.
Civilización olmeca
Definida por muchos expertos como la raíz del árbol del que brotan todas las grandes civilizaciones mesoamericanas, la cultura olmeca sigue siendo, a grandes rasgos, un formidable enigma. Los olmecas desarrollaron su propio sistema de escritura –que es, de hecho, el más antiguo de América– y prosperaron en el período Preclásico de la historia mesoamericana, desde 1200 hasta 400 a.C., en un área geográfica que se extiende por los estados de Veracruz y Tabasco en México.
![Cabezas de basalto de los olmecas](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Cabezas-de-basalto-de-los-olmecas.jpg)
Lo cierto es que desconocemos cómo esta cultura se denominaba a sí misma, ya que el término olmeca es de origen azteca y, por tanto, muy posterior. Su notable longevidad y no menos sorprendente grado de desarrollo se debe a varios factores: la eficiente explotación de los fértiles suelos de la costa del Golfo de México y la extensa red de rutas comerciales a través de las cuales exportaba sus excedentes hacia territorios tan distantes como el norte de Guatemala.
Maíz, cacao o frijoles son algunos de los productos que forjaron su prosperidad, de tal modo que desde tiempos antiguos desarrollaron una floreciente cultura urbana en torno a la cual tomó forma una sociedad teocrática, en la que los gobernantes estaban directamente emparentados con los dioses.
San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes fueron las tres ciudades más influyentes y poderosas del horizonte cultural olmeca. En La Venta fue erigida la primera pirámide conocida en Mesoamérica, un ejemplo entre muchos otros que pone en evidencia la enorme influencia de los olmecas en civilizaciones precolombinas posteriores, como los mayas o los aztecas.
Las afinidades no terminan ahí: mayas y aztecas tomaron prestados muchos elementos de la civilización olmeca, como el urbanismo, la escultura –especialmente notables son las diecisiete colosales cabezas de basalto que constituyen, de hecho, el elemento más representativo de esta cultura–, los juegos de pelota, la religión o el mito de la serpiente emplumada, que sería asimilada por los primeros como Kukulkán y por los segundos como Quetzalcóatl.
![Serpiente emplumada](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Serpiente-emplumada.jpg)
A partir del año 400 a.C., está documentado un brusco descenso demográfico en los territorios habitados por los olmecas, que ha sido vinculado con erupciones volcánicas, problemas derivados de las sequías y cambios climáticos, lo que afectó drásticamente a su economía agrícola. Con todo, esta civilización dejó una profunda huella en la región y determinó de manera muy intensa la personalidad de las culturas que habían de florecer en el período Clásico.
Los mayas
En 1839, los exploradores John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood redescubrieron para el mundo, entre la impenetrable maleza de la jungla, los extraordinarios vestigios en piedra de la ciudad maya de Copán. Por aquel entonces, nadie creía posible que una civilización capaz de erigir tan grandiosos edificios pudiera vivir y prosperar en el corazón de la jungla y en los rigores de un clima tropical.
Afincados en la península de Yucatán y en los territorios de las actuales Guatemala y Belice, así como en partes de los estados mexicanos de Tabasco y Chiapas y en el oeste de Honduras y El Salvador, los mayas alcanzaron su cénit a partir del siglo VI, si bien la génesis de esta civilización hay que buscarla en torno a 1800 a.C., cuando se documentan sus primeros asentamientos en el transcurso del período Preclásico.
El esplendor maya arranca del año 250, momento a partir del cual se produce la eclosión definitiva de esta civilización, que llegó a contar con más de cuarenta ciudades con poblaciones que oscilaban entre los cinco mil y los cincuenta mil habitantes. Es entonces cuando proliferan milagros urbanísticos como Tikal, Copán, Calakmul o Palenque, entre otros, y sus suntuosos templos, colosales pirámides, sofisticados observatorios…
Aunque se trató de un pueblo eminentemente agrícola, los mayas serían también formidables arquitectos, guerreros, matemáticos y astrónomos. Su sofisticado calendario y el número cero son solo algunas de sus sorprendentes aportaciones a la historia de la ciencia.
![Calendario maya](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Calendario-maya.jpg)
Eran, además, una sociedad jerarquizada alrededor de la religión, en la que la casta gobernante y sacerdotal ocupaba la cúspide de la pirámide, inmediatamente por debajo del k’uhul ajaw (el rey divino). A partir del siglo IX, el mundo maya comenzó a declinar por causas no del todo claras. Una por una, todas las grandes ciudades-Estado fueron abandonadas en un tiempo relativamente corto.
Algunos expertos apuntan a los devastadores efectos de la sobreexplotación de los recursos, otros a las guerras endémicas entre las diferentes Estados, que habrían alterado de manera drástica el modo de vida, el tejido social y las relaciones comerciales. Se especula también con un cambio climático que hubiera provocado largos períodos de sequías, insostenibles para una sociedad tan dependiente de la agricultura.
Con todo, algunas ciudades de Yucatán como Chichén Itzá o Uxmal resistieron al colapso generalizado y siguieron en pie y habitadas durante el período Posclásico. A pesar de ello, los mayas con los que los conquistadores españoles se toparon en la región siglos después no eran sino una sombra de lo que habían sido sus antepasados.
![Templo de Kukulkán](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Templo-de-Kukulkan.jpg)
Cultura Clovis
El hallazgo en 1932 de los primeros vestigios arqueológicos vinculados a la cultura Clovis (así llamada en referencia al lugar donde fueron localizados) revolucionó por completo la historia del continente americano. Fue el arqueólogo estadounidense Edgar Billings Howard quien sacó a la luz un espectacular yacimiento que, gracias al carbono 14, fue datado entre 11250 y 10600 a.C.
En él se recuperaron numerosas puntas de lanza talladas con un nivel de sofisticación técnica notable. La característica principal de estas piezas, que constituían la herramienta principal de estos primitivos americanos que se dedicaban a la caza del mamut –el frecuente hallazgo de huesos de estos animales asociados a las puntas no deja lugar a dudas– y que ocuparon un territorio amplísimo –como prueban los hallazgos de piezas similares en territorio estadounidense (desde Montana hasta Florida), mexicano e incluso venezolano–, es la acanaladura que servía para ubicar el astil (mango). Tan solo se documenta un enterramiento humano vinculado a esta cultura, Anzick-1, un varón de corta edad cuyo ADN reveló parentesco con las poblaciones nativas americanas de la actualidad.
![Puntas de lanza de la cultura Clovis](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Puntas-de-lanza-de-la-cultura-Clovis.jpg)
La teoría más extendida para explicar la presencia de estos grupos en el continente americano sugiere que las gentes de la cultura Clovis llegaron a América a través del Estrecho de Bering –que cruzaron por el Puente de Beringia procedentes de Siberia– durante la Glaciación de Würm, hace unos trece mil años, y se desplazaron luego hacia el sur, donde se instalaron y prosperaron.
Hasta hace pocos años, se pensaba que los clovis eran los habitantes más antiguos de América del Norte, pero hallazgos recientes en las cuevas Paisley (Oregón), Cactus Hill (Virginia) y Gault (Texas), donde se ha documentado presencia humana hace dieciséis o incluso veinte mil años, desacreditan esta hipótesis.
Se ha especulado con la posibilidad de que la caza masiva de mamuts por parte de cazadores pertenecientes a la cultura Clovis fuera la causa que propiciara su extinción en la región, si bien sin evidencias concluyentes. No obstante, la escasez de caza, propiciada por el declive de las poblaciones de megafauna, así como la movilidad cada vez más reducida de los individuos pertenecientes a este horizonte cultural, lo que habría precipitado procesos de diferenciación regional cada vez más acusados, son las causas más probables que justifican su desaparición.
Cortesía de Muy Interesante
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