
El gran desafío contemporáneo de las sociedades modernas es cómo utilizar las nuevas tecnologías de la cuarta revolución industrial para elevar los niveles educativos del ser humano, como se dice, de la cuna a la tumba.
Para tomar buenas decisiones en esta materia, los gobiernos deben contar con información fidedigna de dónde se encuentra el nivel educativo, sobre todo de niños y jóvenes. Esto es muy importante en la situación mexicana, pues tenemos que tener una buena idea de cuál fue el efecto de la pandemia en los diversos niveles. Hay que ser claros al respecto: aún no tenemos una evaluación digna de cuáles fueron las consecuencias de esos años de pandemia en la calidad de nuestros estudiantes.
Uno pensaría que ante este hecho, las autoridades mexicanas buscarían ayuda de quienquiera que pudiera ofrecer datos fidedignos e información útil para conocer el estado de la educación en México.
Lamentablemente, ese no es el caso. Para muestra, basta un botón. En este mes comenzó la aplicación, en cerca de 19 países en América Latina, del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE), organismo que pertenece a una oficina regional de la UNESCO en América Latina.
El objetivo del estudio es monitorear el progreso de estudiantes entre tercero y sexto de primaria en tres dominios básicos: lectura, matemáticas y ciencias. El estudio de 2025 sería su quinta edición. El Gobierno mexicano todavía participó en el estudio anterior realizado en 2019, pero dejó de pagar las cuotas a la UNESCO, alegando que desconfiaban de sus resultados.
La razón parece ser que estos mostraron que había un retroceso en los aprendizajes de lectura y matemáticas en tercer grado de primaria. En otros grados, los estudiantes mexicanos tampoco tuvieron un buen desempeño respecto de varios países de América Latina.
En lugar de haber rechazado el estudio y haber dejado de pagar, el Gobierno mexicano tendría que haber sido autocrítico, aun si fuera razonable no haber aceptado la metodología del estudio. Nos encontramos con otro ejemplo de una conducta que ya va siendo una norma del Gobierno mexicano: rechazar resultados de estudios internacionales si estos muestran que no hay un buen desempeño del país. En lo que se refiere a la educación, altos funcionarios mexicanos han recurrido a una crítica a estudios y protocolos de organismos internacionales, a los que clasifican como “neoliberales”. Suponiendo sin conceder que su juicio sea correcto, el problema es que lo que se propone en su lugar no es algo más eficiente o más virtuoso. El ejemplo paradigmático son los libros de texto, que están llenos de información sesgada, de errores básicos y de prejuicios ideológicos.
Sin estándares internacionales con los que se pueda hacer un juicio sobre el desempeño nacional, México no tiene manera de comparar su actuación. Nos quedamos con lo que digan las autoridades, que siempre van a ser demasiado optimistas a la hora de calificarse a sí mismas.
Parece razonable, entonces, llegar a la conclusión de que el camino que ahora mismo recorre el oficialismo no es el indicado. Por el bien del futuro de la educación en México, esperemos que haya voluntad de cambio. Y rápido.
Cortesía de El Informador
Dejanos un comentario: