Descubre a los olvidados líderes indígenas de América que se opusieron al dominio colonial desde el principio de la conquista

Stefan Zweig, haciendo referencia a la gesta de Vasco Núñez de Balboa, afirmó que no existe mayor felicidad en el destino de un hombre que la de hallarse en la plenitud de la vida, en los años creadores, y descubrir la propia misión. Y estaba en lo cierto: a inicios del siglo XVI, un puñado de aventureros avanzaron hacia lo desconocido y grabaron con letras de oro –el metal de la ambición y la codicia– sus nombres en la historia de la humanidad.

Hernán Cortés, Francisco de Pizarro, Alonso de Ojeda, Pedro de Alvarado, Ponce de León, Diego de Almagro… La lista es larga. Pero ¿qué fue de los líderes que se les enfrentaron, de sus antagonistas americanos? Moctezuma y Atahualpa son bien conocidos, pero ¿qué ha sido de los demás guerreros indígenas que se rebelaron desde el siglo XVI?

La resistencia inicial

Durante la Nochebuena de 1492, la nao Santa María, en la que viajaba el almirante Cristóbal Colón para entrevistarse con Guacanagarí, un cacique taíno, encalló entre la desembocadura del río Guárico y la punta de Picolet, en la costa de la actual Haití.

Ilustración de la construcción del primer asentamiento español en América, la Villa y Fortaleza de Navidad, destruida por el cacique Caonabo. Es una de las 60 láminas de Vida y viajes de Cristóbal Colón, de Washington Irving (1851). Foto: ASC.

Poco podía hacerse por la embarcación, así que Colón decidió establecer allí el primer asentamiento español en América, la Villa y Fortaleza de Navidad, y retornar a España con las dos embarcaciones restantes, la Pinta y la Niña. En noviembre de 1493, en su segundo viaje, Colón volvió a Villa Navidad y lo que encontró fue devastador: el fuerte estaba completamente destruido y se podían apreciar aun a simple vista los cadáveres de algunos de los primeros pobladores españoles.

Todo indicaba que habían sido atacados, y vencidos, por el cacique Caonabo, el primer líder indígena que plantaba cara a los hombres venidos allende el mar. A él le seguirían otros caciques caribes, taínos, aztecas, mayas e incas. Enriquillo, Agueybaná, Hatuey, Cemaco, Urracá, Tecún Umán, Lempira, Atahualpa o Cuauhtémoc fueron los grandes antagonistas de los Cortés y los Pizarro, pero tan importantes como estos primeros caciques, y menos conocidos, son los que les recogieron el testigo.

Alonso de Ojeda captura a Caonabo
En la ilustración, Alonso de Ojeda se hace con el jefe taíno de La Española. Enviado a España en 1496, murió ahogado durante el viaje. Foto: Alamy.

Rebeldes del siglo XVI

Tras la conquista de buena parte del continente por españoles y portugueses, aún se mantuvieron algunos reductos de resistencia indígena liderados por carismáticos caciques que se negaban a aceptar sin luchar la autoridad europea.

Es el caso, por ejemplo, de Garabito, un rey de la etnia huetar, en la actual Costa Rica, que resistió militarmente durante una decena de años los intentos españoles por dominar su territorio, aunque finalmente fue capturado y convertido al cristianismo. Contemporáneo de Garabito es el cacique Yaracuy, jefe guerrero de los caquetíos, etnia que habitaba precisamente en el actual estado venezolano de Yaracuy. Durante dieciocho años enfrentó a las tropas españolas con enorme éxito y valentía, aprovechando incluso las divisiones de los peninsulares en su territorio, que trataban tanto de vencer la resistencia indígena como de capturar al prófugo –a la par que mítico– Lope de Aguirre, finalmente prendido y ajusticiado en 1569.

Pero los que destacan en su rebeldía contra los españoles durante el siglo XVI son los siempre fieros mapuches. Su resistencia llevó a un prolongado conflicto conocido como la guerra de Arauco, en la que destacó Lautaro. Hecho prisionero con 11 años, sirvió a Pedro de Valdivia como ayudante: cuidaba sus caballos y lo acompañaba a batallas y ejercicios militares.

El líder mapuche Lautaro
La imagen es parte del Tríptico El Joven Lautaro (Homenaje para el pueblo mapuche). Foto: Pedro Subercaseaux / Wikimedia Commons.

Durante tres años, el joven se hizo un buen jinete y aprendió de Valdivia las tácticas militares, y tras escapar enseñó a su pueblo a luchar. Demostró sus dotes militares en la batalla de Tucapel, en la que capturó al mismo Valdivia. Lautaro fue el terror de los españoles en los siguientes años, hasta que en 1557 fue vencido por Francisco de Villagra.

Nadie más llegó a igualar sus condiciones de líder ni su genio militar, que estuvo a la altura de los grandes estrategas de su época, si bien es cierto que hubo otro líder importante, Pelantaro, que protagonizó la segunda rebelión mapuche de 1598 y mató a otro gobernador español de Chile, Martín García Óñez de Loyola.

Calarcá y los pijaos

Ya en el siglo XVII destaca el cacique Calarcá, aguerrido líder de la etnia pijao que combatió valerosamente durante años en el actual departamento de Quindío, Colombia, y murió posiblemente (su historia está rodeada por la leyenda) tras un intento de asalto a un fuerte defendido por el capitán español Diego de Ospina y Maldonado.

Valle de Cocora
Paisaje de palmas de cera en el Valle de Cocora, cerca de Salento, en Colombia. En estos parajes combatió, en el siglo XVII, el aguerrido líder de la etnia pijao Calarcá. Foto: Shutterstock.

En la Pascua de 1607, Calarcá incursionó contra el fuerte Maíto en compañía de Cocurga, Coyara y otros cuarenta guerreros indígenas. El fuerte era defendido por menos de treinta españoles, dirigidos por Ospina. Al parecer, este disparó su arma contra el pecho del cacique pijao, que murió mientras los suyos huían.

El propio Diego de Ospina, en su informe a la Corona sobre los servicios prestados por él y su familia en el Nuevo Mundo (1650), afirma que se encontró a bocajarro con Calarcá y “con una pistola mató al dicho cacique” y que él y sus soldados “mataron a otros muchos indios y prendieron vivos a otros y de los que murieron se pusieron sus cabezas en la cerca de dicho fuerte, con que los demás se redujeron a todo punto, dando obediencia”.

Tras morir el gran líder Calarcá, hubo infinidad de escaramuzas en los años posteriores, entre las que destacó una batalla decisiva en favor de los conquistadores en 1610, pero no acabó ahí el enfrentamiento. Los pijaos solo fueron diezmados después de muchos combates y de que las tropas españolas arrasaran las sementeras indígenas (sus tierras sembradas). Tras su aniquilamiento, subsistieron en parcialidades no belicosas y no volvió a hablarse de ellos en mucho tiempo.

Los olvidados líderes guaraníes

Fue a mediados del XVIII cuando se produjo la mayor sublevación indígena tras la conquista. A partir de principios del siglo XVII, y por más de un siglo y medio, la administración de los grupos guaraníes fue encomendada a los misioneros jesuitas, que fundaron decenas de reducciones –como puede verse en el film La misión (1986)– en lo que administrativamente fue la Provincia Paraguaria (dependiente del Virreinato del Perú hasta que se creó el Virreinato del Río de la Plata) en las gobernaciones pobladas por estos indígenas.

Fotograma de La Misión
Jeremy Irons en el film La misión (1986, R. Joffé). Foto: AGE.

Entrenadas y armadas por jesuitas, las milicias guaraníes fueron el primer gran ejército enteramente indígena al servicio del Imperio español. Pero la que era, de hecho, la fuerza militar más importante en las provincias del Río de la Plata se alzó en armas contra dicho imperio. Y era un enemigo potente: ya se habían enfrentado con éxito tanto a portugueses como a rivales indígenas en numerosas ocasiones. Estaban comandados por tres caciques: Sepé Tiarayú, Nicolás Ñanguirú y Rafael Paracatú.

El primero, Sepé Tiarayú, murió en la batalla de Batoví a manos del comandante español José Joaquín de Viana. Pocos días más tarde, los restos del ejército guaraní eran vencidos en la batalla del Cerro de Caibaté, y con ellos morían los últimos comandantes guaraníes, entre ellos Paracatú y Ñanguirú. Poco más se sabe de estos tres líderes guaraníes, pero su rebeldía tuvo consecuencias importantísimas, entre ellas la expulsión de los jesuitas de España.

Mural dedicado a Sepé Tiarayú
Mural dedicado a Sepé Tiarayú por el artista brasileño Danúbio Gonçalves en el Memorial de la Epopeya Riograndense (Porto Alegre). Foto: ASC.

Virreinato de Perú, zona caliente

La década de 1780 fue una época de enorme conflictividad social y política en la zona andina del Virreinato del Perú. Durante esos años se produjeron una serie de motines, levantamientos y sublevaciones anticoloniales, y los más importantes estuvieron liderados por los hermanos Katari, por Túpac Amaru II y por Túpac Katari.

Estas sublevaciones, a diferencia de la guaraní, tomaron un importantísimo cariz indigenista y fueron en buena parte una reacción a las reformas económicas borbónicas, que habían aumentado enormemente impuestos como la alcabala, aunque pronto incluyeron también demandas más políticas, como el fin del ‘mal gobierno’, la abolición de la mita (obligación de enviar a parte de la población masculina de cada comunidad andina a trabajar durante siete años a las minas de Huancavelica y Potosí), la expulsión de los curacas intrusos o la libertad de los esclavos, además del fin de las exacciones fiscales.

Mapa del Virreinato de Perú en 1803
Mapa del Virreinato del Perú en 1803. Los territorios ocupados por los indios guaraníes fueron objeto de conflictos permanentes entre el Imperio español y el reino de Portugal, que fue avanzando hacia el oeste en detrimento del Virreinato. Foto: ASC.

Este fue el caso del primer gran levantamiento indígena de la década, protagonizado por Tomás Katari y sus hermanos Dámaso y Nicolás en el Potosí. El malestar surgió en el año 1777 a raíz del nombramiento de un curaca intruso, desginado directamente por las autoridades coloniales sin respetar que el cargo le correspondía por legítimo derecho a Katari. Los curacas eran caciques, descendientes de la nobleza indígena que hacían de puente entre las comunidades originarias y las autoridades coloniales y que, entre otras funciones, recaudaban los impuestos de sus comunidades, por lo que el cargo tenía una importancia simbólica, política y económica de primera magnitud.

Katari no tardó en presionar a las autoridades coloniales para que le restablecieran en el cargo, pero el corregidor español Joaquín Alós lo encarceló. Tras ser liberado, lejos de claudicar, Katari viajó más de dos mil kilómetros a pie para entrevistarse con el virrey en Buenos Aires, quien le nombró nuevamente en el cargo de curaca.

Katari, de vuelta en Potosí, es encarcelado de nuevo por Alós aduciendo que el documento virreinal que le ratifica en el puesto de cacique es falso. Es ahí cuando se desata la violencia: una manifestación obliga al corregidor Alós a liberar a Katari, aunque poco después este último es asesinado por algunos españoles y es entonces cuando sus hermanos Dámaso y Nicolas desatan el levantamiento: forman un ejército de miles de indios, asesinan a decenas de curacas leales a las autoridades y a algunos sacerdotes e incluso cercan la ciudad de La Paz. Los Katari serían vencidos y capturados a inicios de 1781, pero ya no estaban solos.

Túpac Amaru II y Túpac Katari

Túpac Amaru II, cacique descendiente de los reyes incas, ideó un levantamiento mucho más premeditado que el de los Katari. El 4 de noviembre de 1780, tras invitar al corregidor español Antonio de Arriaga a un almuerzo en su hacienda, lo hace prisionero y, tras un juicio celebrado seis días después, lo ajusticia. Sus primeras proclamas son contra el ‘mal gobierno’ y los impuestos abusivos, pero pronto reclamará un cambio de régimen y una recuperación del pasado indígena.

Túpac Amaru, junto a Micaela Bastidas Puyucahua, lidera a miles de indígenas, mayoritariamente quechuas, que vencen a las tropas coloniales en la batalla de Sangarará, haciéndose rápidamente con el poder en la mayor parte de la región y amenazando Cuzco, sede del poder colonial español. Finalmente, tropas españolas enviadas desde Lima auxilian a las tropas cuzqueñas y Túpac Amaru es traicionado, capturado y ajusticiado tras la batalla de Checacupe.

Dibujo de la ciudad de Cuzco
Dibujo del siglo XVIII (Archivo General de Indias, Sevilla) del cerro y la fortaleza hecha por los incas en la ciudad de Cuzco. Si bien se mantuvo al principio inmune a la fiebre independentista, el Virreinato del Perú cayó en julio de 1821 por la acción conjunta de Bolívar y San Martín. Foto: Álbum.

No era aquel, sin embargo, el fin de la guerra; buena parte de sus tropas, dirigidas ahora por su sobrino Andrés Túpac Amaru, se unirían en Oruro a Túpac Katari, líder aymara que comandaba una rebelión similar en la región de La Paz.

Pero ¿quién era este nuevo cacique que volvía a poner contra las cuerdas al dominio español en el Alto Perú? Tupac Katari no era más que el nombre de guerra del líder aymara Julián Apaza, un sobrenombre escogido en honor a los dos líderes indígenas que le precedieron. Y, como sus predecesores, estaba decidido a acabar con el dominio colonial.

Las tropas rebeldes, formadas por unos doce mil indígenas, cercaron La Paz durante seis meses, un asedio durísimo en el que murieron centenares de mestizos y criollos. Durante ese tiempo las tropas indias gobernaron la zona a su antojo, y de nuevo quedó patente el importantísimo papel que conservaba el liderazgo femenino en la sociedad indígena: Bartolina Sisa, pareja de Túpac Katari, y Gabriela Apaza, hermana de Katari y a su vez pareja de Andrés Túpac Amaru, se destacaron como brillantes estrategas y guerreras entre los rebeldes.

Bartolina Sisa
Imagen de Bartolina Sisa, pareja de Túpac Katari, en un billete boliviano. Foto: Alamy.

En octubre de 1781, tropas españolas llegaron a la zona, rompieron el cerco a La Paz y capturaron a Tomás Katari y al resto de líderes rebeldes. Todos serían ajusticiados.

Cortesía de Muy Interesante



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