A lo largo de la historia, el ser humano ha demostrado una notable inclinación por el engaño creativo, ya sea por afán de notoriedad, ánimo de lucro, espíritu crítico o simplemente por diversión. Desde biografías completamente inventadas hasta criaturas imposibles, pasando por obras de arte falsas, bromas a la Marina británica o discos grabados por bandas ficticias, los hoaxes –término inglés para referirse a estas elaboradas farsas– han sabido adaptarse al contexto de cada época, generando confusión, risas, escándalo o incluso reflexión.
Lejos de limitarse al folclore o a la prensa sensacionalista, estos engaños han llegado a involucrar a académicos, gobiernos, instituciones religiosas e incluso al incipiente mundo digital, dejando huella en el imaginario colectivo. Aquí repasamos diez de los más sonados fraudes y bromas de la historia, que demuestran que la realidad, muchas veces, supera con creces a la ficción.
Descripción de Formosa, de George Psalmanazar
1704
Este caballero (hacia 1679-1763) protagonizó a sus 25 años uno de los más exitosos fraudes literario-biográficos de todos los tiempos. Psalmanazar – cuyo nombre real se ignora–, un pícaro francés que ya se había hecho pasar antes por peregrino irlandés y por nipón, aprovechó su ingenio y don de lenguas para convencer a media Inglaterra de que era el primer nativo de la ignota Formosa (hoy Taiwán) que visitaba Europa.

Lo hizo publicando el mentado libro, una gran tomadura de pelo que se convirtió en best seller y le valió la amistad del erudito Samuel Johnson y una vida cómoda para el resto de sus días.
Falso Shakespeare de Samuel Ireland
1794-1795
Para unos, el coleccionista y grabador inglés Samuel Ireland (1744-1800) fue el blanco de la ‘broma’ de su hijo, William Henry Ireland; para otros, habría sido su cómplice. Evidencias documentales parecen dar la razón a los primeros, pero en cualquier caso su reputación de devoto shakespeariano quedó arruinada.

Los hechos: el joven William convenció a su padre –y este a eminencias como James Boswell– de que había hallado en un baúl un tesoro relacionado con Shakespeare (documentos firmados de su puño y letra, una carta dirigida a él por la reina Isabel I, el manuscrito original de El rey Lear, la obra teatral inédita Vortigern y Rowena…), y el entusiasmo se desató (Vortigern… se estrenó, incluso). Las crecientes sospechas de falsificación se vieron confirmadas finalmente por la confesión de William Henry.
Bulo de la calle Berners
27 de noviembre de 1809
Theodore Hook (1788-1841; arriba, grabado), escritor y compositor inglés, ha pasado a la historia, sin embargo, como el autor intelectual y perpetrador de la colosal broma conocida como el “bulo de la calle Berners”. Hook se apostó con su amigo Samuel Beazley a que podía convertir cualquier casa de Londres en noticia y fuente de cotilleos durante una semana. Dicho y hecho: en nombre de la sra. Tottenham, residente en el nº 54 de la calle Berners, envió miles de cartas con requerimientos para el día 27 de noviembre de 1809.

Así, a lo largo del día, se presentaron allí deshollinadores, carros cargados de carbón, pasteleros con tartas de boda, médicos, abogados, sacerdotes para dar la extremaunción, pescaderos, zapateros, transportistas con más de una docena de pianos y hasta altos dignatarios como el alcalde, el arzobispo de Canterbury o el duque de York, causando un gigantesco caos en la zona, la concurrencia de cientos de mirones y un sinfín de habladurías, para deleite de Hook y su amigo.
Gigante de Cardiff
16 de octubre de 1869
Fue uno de los más famosos hoaxes acaecidos en Estados Unidos en el siglo XIX, y lo fue por partida doble. Su ideólogo fue un empresario tabacalero neoyorquino y ateo llamado George Hull, que pretendía gastar una broma a unos metodistas con los que había discutido y que afirmaban que, según el Génesis, los gigantes habían poblado antaño la Tierra.
Hull, que había leído noticias sobre supuestos hallazgos de personas petrificadas, encargó la fabricación de un hombre de yeso de 3,2 metros de altura, razonablemente realista, lo enterró en la granja de su primo en Cardiff, pueblo cercano a Nueva York, e hizo que, con el pretexto de excavar un pozo, lo descubrieran unos obreros el 16 de octubre de 1869.

Pese a lo burdo del engaño para geólogos y expertos, la Iglesia defendió su autenticidad y el Gigante de Cardiff supuso un lucrativo negocio para Newell, el primo de Hull. Tanto, que el promotor circense P. T. Barnum fabricó otro parecido y lo exhibió como si fuera el original.
Engaño del Dreadnought
7 de febrero de 1910
El Grupo de Bloomsbury contó en sus filas con una novelista de la talla de Virginia Woolf (1882-1941) y otros intelectuales de peso, pero ninguno era ajeno al gusto británico por las humoradas y tomaduras de pelo. Fue así como varios de ellos – entre otros, Anthony Buxton, Adrian Stephen y la mismísima Woolf, hermana del anterior– se apuntaron a participar en la broma organizada por su amigo Horace de Vere Cole y conocida como el “engaño del Dreadnought”.
Esta consistió en aprovechar la visita anterior y auténtica del sultán de Zanzíbar a Inglaterra para, disfrazados y maquillados como si fueran una delegación real de Abisinia, lograr que la Royal Navy les procurara una visita guiada al barco de guerra HMS Dreadnought, orgullo de la Armada inglesa fondeado en Weymouth. La broma fue luego revelada a la prensa por el propio De Vere, dando lugar a numerosas burlas hacia la Royal Navy.

Trucha recubierta de pelo
1929
¿Qué tienen en común el folclore de EE. UU., Canadá, Islandia y Escocia? Que en todos ellos aparece esta mítica criatura, la trucha peluda, que supuestamente habría desarrollado un grueso forro de pelo para mantenerse caliente en las frías corrientes de agua. Basándose en dicha leyenda, en 1929 un periodista de la revista Montana Wildlife inventó un avistamiento y captura falsos de un ejemplar de furry trout en un río del estado.
Y, yendo más allá en aras de darle verosimilitud al suceso, un taxidermista fabricó el pez embutiéndolo en un forro de piel de conejo. No sería el único: el taxidermista escocés Ross C. Jobe creó otro que estuvo mucho tiempo expuesto en el Museo Nacional de Escocia como auténtico.

Cuadros de Pierre Brassau
1964
Nunca antes fueron puestos a prueba los críticos de arte en su sinceridad y conocimientos como cuando al periodista sueco Ake Axelsson se le ocurrió esta sangrante broma: montar una exposición en una galería de Gotemburgo (Suecia) con los cuadros pintados por un chimpancé del zoo de Boras llamado Peter, haciéndolos pasar por la obra de un rompedor artista de vanguardia francés llamado Pierre Brassau.

Y casi todos –menos uno que acertadamente escribió que “solo un mono podría pintar así”– picaron, dedicando elogios al simio pintor por “su pincelada poderosa”, “su ejecución, que tiene la delicadeza de un bailarín de ballet”, etc.
The Masked Marauders
Octubre-noviembre de 1969
O lo que es lo mismo, Los Merodeadores Enmascarados. Ese fue el nombre escogido por la revista Rolling Stone, en connivencia con la discográfica Warner Bros, para lanzar una de las más célebres tomaduras de pelo de la historia del rock. En su número de octubre de 1969, la publicación incluyó una falsa reseña de un disco inexistente grabado por este fantasmagórico supergrupo, que formaban nada más y nada menos que Bob Dylan, Mick Jagger, George Harrison, John Lennon y Paul McCartney.
La reseña indicaba que ninguno de estos artistas podía figurar con su nombre en los créditos por cuestiones contractuales. El artículo, lleno de pistas sobre su falsedad, chistes y dobles sentidos, fue tomado en serio no obstante por muchos, lo que llevó a Warner a completar la broma contratando a una banda de imitadores para que grabaran en efecto el disco, también llamado The Masked Marauders, que se publicó en noviembre. Pronto se convertiría, desvelada la verdad, en un objeto de coleccionista, que en 2001 fue remasterizado y relanzado en edición limitada.

Compra de la Iglesia católica por Microsoft
1994
Internet, con su universalidad, inmediatez y anonimato, ha sido y es un magnífico caldo de cultivo para los hoaxes, de los que este se considera el primero que alcanzó una difusión masiva. Consistió en una pretendida nota de prensa de la agencia Associated Press en la que se informaba del acuerdo al que había llegado Bill Gates, fundador y entonces presidente de Microsoft, con el Vaticano, por el que en fechas próximas la compañía adquiriría la Iglesia católica a cambio de una significativa cantidad de acciones de la empresa informática.

A pesar de varias claves de humor –“los recursos combinados de Microsoft y la Iglesia harán más fácil y divertida la religión para un mayor número de personas”; “pronto los católicos podrán comulgar online”–, hubo miles de emails a Microsoft para confirmar la noticia y esta corrió como la pólvora por la red.
Pastafarismo o religión del Monstruo de Espagueti Volador
Junio de 2005
El Monstruo de Espagueti Volador es una deidad satírica descrita por primera vez por el físico estadounidense Bobby Henderson en una carta abierta para protestar contra la intromisión de la religión en la ciencia –en concreto, contra la decisión de la Junta de Educación de Kansas de permitir la enseñanza en las escuelas públicas de la “teoría del diseño inteligente” como alternativa a la teoría de la evolución–.

En la carta, para mostrar lo absurdo de esa decisión, Henderson exigía el mismo trato para la religión del Monstruo de Espagueti Volador o pastafarismo, inventada por él en torno a este ser con forma de espaguetis con ojos y dos albóndigas de carne. Aquello pronto cobró vida propia a través, otra vez, de Internet, convirtiéndose en todo un fenómeno viral y en un símbolo de la oposición a la presencia de las creencias religiosas en las escuelas públicas.
Cortesía de Muy Interesante
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