Descubre diez relaciones entre maestro y discípulo que marcaron la historia

Los poderosos –emperadores, reyes, notables–, pero también figuras de las artes o el pensamiento, tuvieron muchas veces mentores o guías, que en ocasiones fueron algunos de los hombres y mujeres más sabios y brillantes de su tiempo. Hubo alumnos que aprobaron con nota, otros de resultados tirando a mediocres y hasta alguno que acabó por traicionar a su antiguo tutor.

1. Sócrates y Platón (Siglos V-IV a.C.)

Inventor de un modo dialéctico de razonar conocido, en su honor, como “método socrático”, el gran filósofo ateniense Sócrates (470- 399 a.C.) tuvo varios discípulos insignes en su círculo de allegados: entre otros, el historiador Jenofonte y el escultor Apolodoro. Pero de ellos destaca como ninguno el también filósofo Platón (427-347 a.C.), pues es sobre todo gracias a sus famosos Diálogos –no en vano también llamados Diálogos socráticos– como conocemos hoy en día las ideas y la biografía de su maestro, protagonista de dichos textos.

2. Aristóteles y Alejandro Magno (Siglo IV a.C.)

Platón, a su vez, tuvo por discípulo a otra luminaria de Grecia, el polímata Aristóteles (384-322 a.C.). Y este, en el año 343 a.C., fue convocado por el rey Filipo II de Macedonia para que ejerciera de tutor de su hijo de 13 años, que andando el tiempo se convertiría en el mítico Alejandro Magno (356-323 a.C.). Aristóteles formó intelectualmente al joven príncipe durante al menos dos años, antes de que iniciara su carrera militar, y le transmitió sus muchos saberes: lógica, metafísica, ética, estética, física, astrología, biología

Aristóteles y Alejandro en una copia de un grabado francés del siglo XIX. Foto: Álbum.

3. Séneca y Nerón (Siglo I)

Yendo de Grecia a Roma, encontramos una de las relaciones maestro-discípulo que peor acabarían: la que hubo entre el emperador Nerón (37-68) y el filósofo, político y escritor hispanorromano Lucio Anneo Séneca (4 a.C.- 65), que ejerció de tutor del césar en su niñez y, más adelante, de ministro y consejero suyo.

Según los cronistas, la benéfica influencia de Séneca se hizo notar al principio del reinado de Nerón, pero luego el sabio cayó en desgracia ante su desequilibrado ex pupilo, que lo condenó a muerte con la falsa acusación de haber participado en la conjura de Pisón. Séneca se suicidó (izda., escultura de Eduardo Barrón, 1904).

Séneca y Nerón en una escultura de Eduardo Barrón
Séneca y Nerón en una escultura de Eduardo Barrón, 1904. Foto: Álbum.

4. Hipatia y Orestes (Siglos IV-V)

También tuvo una muerte trágica la sabia neoplatónica Hipatia de Alejandría (hacia 350- 415). Hija del astrónomo Teón, es la primera mujer matemática de la que se tiene noticia segura; además, fue filósofa, astrónoma y maestra de una selecta escuela de aristócratas entre los que destacaron el obispo Sinesio de Cirene y Orestes, prefecto imperial de Alejandría.

Ágora (2009, Alejandro Amenábar) les atribuye un cuasi romance, pero nada se sabe de ello. Sí que Orestes disfrutó del respaldo político de Hipatia y esta de la admiración de él. La científica fue brutalmente asesinada por una turba callejera.

Fotograma de Ágora
Fotograma de Ágora (2009), de Alejandro Amenábar. Foto: AGE.

5. Hildegarda de Bingen y Federico I Barbarroja (Siglo XII)

Ella (1098-1179) fue una abadesa, compositora, escritora, filósofa, mística, médica y profetisa alemana, apodada “la sibila del Rin” y considerada una de las personalidades más fascinantes e influyentes de la Baja Edad Media; él (1122- 1190), el líder del Sacro Imperio Romano Germánico.

La fama de santa y sabia de Hildegarda fue tal que el joven emperador quiso conocerla. Se hicieron amigos e iniciaron una relación epistolar a través de la cual la monja ejerció de consejera y guía de Federico I.

Hildegarda de Bingen en una ilustración de un códice
Hildegarda de Bingen en una ilustración de un códice. Foto: ASC.

6. Leonardo da Vinci y Salai (Siglos XV-XVI)

De la vida privada del gran genio florentino del Renacimiento (1452-1519), autor de una inmortal obra pictórica y ducho en todas las artes y las ciencias, se sabe mucho menos de lo que se especula, aunque parece probable –basándose en su gusto por la compañía de hombres jóvenes, casi adolescentes, del que habla su biógrafo Vasari, y en un registro de 1476 que se conserva y que lo implica en un juicio por sodomía– que fuera homosexual.

De ahí que en su larga asociación con el mucho más joven pintor Gian Giacomo Caprotti (1480-1524), al que el propio Leonardo apodó Salai o Salaino, muchos vean algo más que la relación entre un eminente maestro y su aventajado discípulo y ayudante. Pero el caso es que eso fueron oficialmente el uno del otro entre 1490 y 1517, casi hasta la muerte de Da Vinci. Después de esta, Salai se casó con una tal Bianca; murió de un disparo durante el sitio de Milán. Abajo, el famoso y andrógino San Juan Bautista de Leonardo, cuyo modelo se cree que fue Salai.

San Juan Bautista, de Leonardo da Vinci
San Juan Bautista, de Leonardo da Vinci. Foto: ASC.

7. Conde-duque de Olivares y Felipe IV (Siglo XVII)

El noble Gaspar de Guzmán (1587-1645), más conocido por su título de conde-duque de Olivares, llegó a ser uno de los hombres más ricos y poderosos de España merced a su papel como valido del cuarto monarca de la Casa de Habsburgo, apodado “el Rey Planeta” (1605-1665). Cuando este era aún un niño, fue su gentilhombre de cámara; inteligente e intrigante, supo hacerse con el favor del príncipe, que al llegar al trono en 1621 lo nombró “favorito”, y en 1622, valido (figura política del Antiguo Régimen que tenía en ocasiones más atribuciones que un moderno primer ministro).

Siguió sumando cargos en la corte mientras se mostraba como un muy eficaz administrador que destacó por su lucha contra la corrupción, al tiempo que ejercía de benévolo consejero, mentor y casi amigo del inexperto rey. Sin embargo, acabó cayendo en desgracia y siendo desterrado en 1643: sus muchos enemigos pusieron a Felipe IV en su contra. En este retrato del príncipe Baltasar Carlos, hijo del rey, pintado por Velázquez en 1636, Guzmán aparece al fondo a la derecha.

Retrato del príncipe Baltasar Carlos, de Velázquez
Retrato del príncipe Baltasar Carlos, de Velázquez (1636). Foto: Alamy.

8. Cardenal Mazarino y Luis XIV (Siglo XVII)

En otra corte europea contemporánea a la de los Austrias, la francesa, el diplomático, político, militar y religioso italofrancés Jules Mazarin (1602-1661) jugó un papel semejante al del conde-duque con el entonces jovencísimo “Rey Sol” (1638-1715), que subió al trono con solo 5 años. Por eso, fueron su madre y regente, Ana de Austria, y Mazarino como primer ministro quienes gobernaron al principio. Además, el cardenal instruyó a Luis XIV en las armas y las letras y, a su muerte, le legó su fortuna, considerada la mayor del Antiguo Régimen.

Fotograma de Luis XIV, Niño Rey
Fotograma de Luis
XIV, Niño Rey (1993, Roger Planchon). Foto: AGE.

9. Gustave Flaubert y Guy de Maupassant (Siglo XIX)

Fue tal la amistad entre estos dos grandes de la literatura francesa y universal –se llegaron a intercambiar 286 cartas, de las que se conservan 91–, así como la ayuda que el mayor de ellos, Flaubert (1821-1881), prestó al más joven, Maupassant (1850- 1893), y la veneración de este por quien ejerció de maestro y protector con él, que se ha especulado con frecuencia si el segundo no podría haber sido, en realidad, hijo natural del primero.

Lo cierto es que Alfred Le Poittevin, tío de Guy y gran amigo de Gustave, le encareció a este que se ocupara de su formación literaria e intelectual, ya que apuntaba maneras, y así fue. Y no solo eso: el habitualmente misántropo y reclusivo Flaubert se esmeró en promocionar y alabar públicamente la obra narrativa de su discípulo, que a su vez le dedicó al genial autor de Madame Bovary varios textos bellísimos y críticas apasionadas.

Guy de Maupassant
Guy de Maupassant (1850- 1893). Foto: Getty.

10. Reginald Johnston y Puyi (Siglo XX)

La insólita historia del último representante de la familia imperial china Qing, Puyi (1906- 1967), depuesto al llegar la república, repuesto por los japoneses en la II Guerra Mundial y finalmente purgado por el maoísmo, que lo convirtió en humilde jardinero y archivero, fue magistralmente contada por Bernardo Bertolucci en El último emperador (1987), ganadora de 9 Oscar. En ella Peter O’Toole encarnó con elegancia al académico y diplomático británico R. J. Johnston (1874-1938), que ejerció de tutor y asesor de Puyi en su niñez y adolescencia y siguió siendo su amigo hasta su muerte.

Fotograma de El último emperador
Fotograma de El último emperador
(1987), de Bernardo Bertolucci. Foto: AGE.

Cortesía de Muy Interesante



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