El 3 de abril de 1939, dos días después del final de la Guerra Civil española, el Alto Mando de las fuerzas armadas alemanas –Oberkommando der Wehrmacht (OKW)– emitió la Parte II de la “Directiva para la Wehrmacht 1939-1940”. Esa parte se titulaba Fall Weiss (Plan o Caso Blanco). El hecho de que la Parte II fuera emitida antes que las partes restantes del documento da idea de su urgencia; seguramente, el discurso del primer ministro británico Neville Chamberlain comprometiendo a su país en la defensa de Polonia en caso de que fuera atacada, pronunciado tres días antes en la Cámara de los Comunes, precipitó la decisión.
Fall Weiss se abría con una breve descripción, redactada por el propio Hitler, del frustrante resultado de las negociaciones con el gobierno de Varsovia, que no se había doblegado a sus exigencias. Según el Führer, la intransigente actitud de Polonia ante las justas reclamaciones germanas obligaba a solucionar el contencioso con este país por la fuerza.
En el documento ya se establecía el 1 de septiembre de 1939 como fecha para “resolver el problema para siempre”, lo que hacía necesario iniciar ya los preparativos. Llegado ese momento, la Wehrmacht tendría la misión de acabar con las fuerzas armadas polacas mediante un ataque sorpresa. Para preservar el secreto, la movilización no debía ordenarse hasta justo antes del ataque. El ejército debía establecer contacto entre Prusia Oriental y el Reich al comienzo de las operaciones, y podría utilizar el territorio eslovaco.
La directiva especificaba que solo unidades activas, previamente concentradas en las zonas fronterizas, serían utilizadas en el ataque de apertura. Por su parte, la Kriegsmarine se encargaría de destruir o neutralizar a la armada polaca y su marina mercante, bloquear los puertos polacos y asegurar las comunicaciones marítimas con Prusia Oriental. La Luftwaffe tendría como misión destruir la fuerza aérea polaca, obstaculizar la movilización de las tropas enemigas y colaborar en las operaciones terrestres.
Fall Weiss también consideraba una posible reacción de los aliados de Polonia, lo que constituía una inquietante preocupación para Alemania, teniendo en cuenta el precedente de la lucha en dos frentes en la Primera Guerra Mundial. Por tanto, la directiva indicaba que debían tomarse medidas para proteger la frontera occidental –pese a que el grueso de las tropas estaría comprometido en el este–, controlar las áreas del mar del Norte y el mar Báltico y defender el territorio germano de posibles ataques aéreos. Polonia debía quedar totalmente aislada, y una rápida conquista era necesaria para no dar tiempo a la llegada de ayuda externa.
La carta que acompañaba esta directiva, firmada por el Comandante en Jefe de la Wehrmacht, el general Wilhelm Keitel, establecía el 1 de mayo como fecha para que las tres ramas del ejército le hicieran llegar sus planes de campaña y recomendaciones. La confección del plan global sería coordinada por el OKW y las diferencias entre las tres ramas se dirimirían en reuniones conjuntas.
Las restantes partes de la directiva, que constaba de un total de seis, se fueron emitiendo a partir del 11 de abril y se centraban en directrices generales y aspectos organizativos. Más interés tenía un anexo especial, emitido el 21 de abril, que insistía en que no habría declaración de guerra al lanzarse Fall Weiss. Sin embargo, Alemania no debía aparecer como agresora, por lo que se buscaría un casus belli, fácil de encontrar en la siempre tensa situación que se vivía en Danzig, cuya temperatura podía regularse con la actividad de los agitadores nazis.
De hecho, la invasión sería conocida como Verteidigungskrieg o “guerra defensiva”. En el anexo se establecía también que una movilización parcial de fuerzas podía ser requerida, pero eso no tenía que suponer una movilización de toda la industria. No obstante, en la eventualidad de una guerra general, tanto las reservas como la industria debían ser movilizadas de inmediato.
Pinza sobre Varsovia
Los alemanes contaban con un aliado decisivo, que no era otro que la geografía, gracias a que su territorio envolvía Polonia por el norte y el oeste (además de por el sur, al sumar la colaboración eslovaca). Así pues, las fuerzas germanas se dividieron en dos Grupos de Ejércitos, uno en el norte, con una parte en Pomerania y otra en Prusia Oriental, inicialmente separadas por el Corredor de Danzig, y otro en el sur, en Silesia. El primer Grupo, con el general Fedor von Bock al mando, estaba compuesto por dos Ejércitos, dirigidos respectivamente por el general Günther von Kluge y por el general Georg von Küchler. El segundo estaría a cargo del general Gerd von Rundstedt.
La esencia del Plan, confeccionado por los generales Günther Blumentritt y Erich von Manstein tomando como base un estudio realizado por el general Werner von Fritsch en 1928, era simple pero efectiva: formar una enorme pinza que convergiese sobre Varsovia. En primer lugar, había que unir las fuerzas del norte procedentes de Pomerania y de Prusia Oriental, cortando el Corredor de Danzig, y avanzar en dirección a Bydgoszcz. De este modo quedaba formado el primer extremo de la pinza, que podría descender ya en dirección a Varsovia, con el flanco izquierdo cubierto por las tropas que saldrían directamente desde Prusia Oriental, con la fortaleza de Modlin como único escollo. El segundo extremo procedería del sur, de Silesia, y se dirigiría hacia Lodz, mientras su flanco derecho se vería protegido por las fuerzas que debían atacar a través de la frontera eslovaca, con la vista puesta en Cracovia y los Cárpatos. La capital polaca quedaba así situada en medio de esa gran tenaza, presta a cerrarse sobre ella.
Los polacos no eran tan ingenuos como para no prever que los alemanes iban a apostar por ese sugestivo Plan, pero se presentaba ante ellos un dilema, en apariencia, irresoluble. La respuesta militar más aconsejable era renunciar a plantear batalla en las fronteras y establecer unas sólidas líneas de defensa en el interior del país, siguiendo el curso de las principales vías fluviales. Sin embargo, esta estrategia conservadora obligaba a entregar casi sin lucha tanto el Corredor de Danzig como las ricas y pobladas provincias occidentales incluyendo la ciudad de Poznan, considerada la cuna de la nación polaca, lo que era difícilmente asumible desde el punto de vista político. Si, una vez lanzada la invasión, Hitler se conformaba con apropiarse de esas provincias a coste cero, se reeditaría el paseo militar que ya había tenido lugar en Checoslovaquia, y el gobierno polaco no estaba dispuesto a humillar a su nación de ese modo.
Así las cosas, los polacos tomaron la peor decisión posible: tratar de defender las fronteras con la intención de ir retrocediendo gradual y ordenadamente hacia las posiciones defensivas del interior. El propósito era alargar la guerra evitando batallas decisivas al oeste del Vístula, permitiendo la movilización de esas provincias y dando tiempo también a la esperada reacción de los aliados occidentales. Pero los alemanes desbaratarían ese planteamiento con un innovador concepto con el que revolucionaron el arte de la guerra.
La Blitzkrieg, estrategia ganadora
El desenlace de la campaña polaca, a tenor de lo explicado, era previsible, pero no así su naturaleza, pues sería la primera demostración práctica de un nuevo estilo de combate popularmente conocido como Blitzkrieg o guerra relámpago. Ese término no sería nunca utilizado oficialmente por la Wehrmacht y tan solo había aparecido en algunas publicaciones militares especializadas, pero tomaría carta de naturaleza al ser empleado por la prensa occidental una vez lanzada la invasión.
Los militares germanos supieron combinar las enseñanzas tácticas extraídas de la Primera Guerra Mundial –sobre todo, el papel jugado por los carros aliados en la derrota de 1918– con las nuevas tecnologías en vehículos acorazados, aviones de combate y comunicaciones por radio para crear una nueva forma de guerra. La doctrina militar imperante constreñía a los carros a un papel de acompañamiento de la infantería, como de hecho había sucedido en la Guerra Civil española. Pero eso estaba a punto de cambiar.
En contraste con los demás ejércitos, los alemanes no iban a destinar ni uno solo de sus batallones independientes de carros al apoyo directo de la infantería. Seguían así los preceptos del general Heinz Guderian, expuestos en su libro de 1938 Achtung Panzer!, en el que defendía que los carros tenían que estar concentrados en divisiones con su propia misión de combate. Esas formaciones tendrían el poder de superar las defensas de la infantería enemiga por sí solas, por choque y potencia de fuego. Una vez superada la línea de resistencia principal, su movilidad les permitiría explotar rápidamente el éxito envolviendo al enemigo por detrás y provocando el pánico, o bien penetrando en profundidad en territorio contrario para atacar los centros de mando y cortar las vías de suministro.
Curiosamente, esas mismas ideas habían sido defendidas en Francia por un teniente coronel entonces desconocido, llamado Charles de Gaulle, quien expuso una teoría similar en un libro publicado en 1934 que sería ignorado por su propio ejército, pero en el que Guderian encontró inspiración. También en Gran Bretaña y en la Unión Soviética surgieron voces que defendían esa nueva táctica, pero solo en Alemania se apostó por un planteamiento tan rupturista.
Carros: la punta de lanza
Fruto de ese nuevo paradigma, Alemania había formado seis divisiones Panzer y cuatro ligeras, mientras que Polonia contaba con una única brigada mecanizada, lo que debía convertir la movilidad en una exclusiva germana. Pese a esa superioridad, los carros alemanes en 1939 no eran tan impresionantes como serían los modelos posteriores. La mayoría eran carros ligeros Panzer I, armados con ametralladoras, y los algo mayores Panzer II. Ambos representaban tres cuartas partes del total, sumando 2.668 unidades. Del Panzer III, un carro medio con un cañón de 37 mm, tan solo había en servicio 98 ejemplares, mientras que del robusto y fiable Panzer IV, el único que sería producido a lo largo de toda la guerra, había para entonces 211 unidades en activo.
A pesar de que el grueso de la fuerza acorazada lo integraban carros que quedarían rápidamente desfasados, se esperaba que su osada utilización como fuerza de combate independiente provocase el colapso de las líneas defensivas polacas. La punta de lanza del ataque germano serían esas divisiones acorazadas, cuya potencia de fuego y capacidad de sorpresa se verían incrementadas por los bombarderos Junkers Ju 87 Stuka. Con sus alas de gaviota invertidas y su pavorosa sirena, que era activada cuando atacaba en picado, el Stuka se convertiría en el icono más reconocible de la Blitzkrieg. No obstante, los alemanes no iban a apostarlo todo al éxito de la nueva táctica, por lo que también reunirían en torno a 9.000 piezas de artillería.
Una victoria previsible
Los polacos no lo sabían entonces, pero la estrategia de disponer sus fuerzas a lo largo de la frontera era la ideal para que los alemanes pudieran obtener el mayor rédito de su todavía no estrenada guerra relámpago. Las divisiones de infantería polacas tendrían así que distribuirse a lo largo de amplios sectores y eso implicaba adolecer de una baja densidad defensiva, lo que permitiría que la línea pudiera ser penetrada por las rápidas e incisivas unidades alemanas, sin dar tiempo a esa retirada ordenada hacia las posiciones del interior prevista por los polacos. Además, el territorio llano favorecía la evolución de los blindados, que no se verían limitados al avance por las carreteras y podrían así desplegarse a placer. De nuevo, la geografía polaca parecía aliarse con el enemigo.
Con todos los ingredientes expuestos, Hitler sabía que Fall Weiss tenía unas altísimas probabilidades de éxito. Para no correr ningún riesgo y asegurarse la consecución de su objetivo, todavía buscaría la connivencia de los soviéticos. Aunque el ejército polaco no estaba tan atrasado como a menudo ha sido retratado, y los alemanes no habían tenido oportunidad de perfeccionar sus nuevas tácticas, el resultado de la campaña difícilmente podría ser otro que la victoria de las armas germanas.
Cortesía de Muy Interesante
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