En el competitivo y, a menudo, opaco mundo del mercado de antigüedades, pocos objetos han causado tanta conmoción como la Leona de Guennol. Esta estatuilla de aparente factura mesopotámica apenas 8,3 centímetros de altura rompió, en 2007, todos los récords al ser subastada en Sotheby’s por 57,2 millones de dólares. Se convertía así en el objeto arqueológico de la antigüedad más caro jamás vendido. Exploramos su historia, su contexto arqueológico de procedencia y las controversias que rodearon su venta.
La Leona de Guennol: una joya del arte mesopotámico
Se estima que la pieza se talló hacia el año 3000 a. C., en una región próxima a la actual Bagdad, en el sur de Mesopotamia. La figurilla representa una figura híbrida con un musculoso cuerpo humano y una cabeza de leona, en actitud dinámica. El nombre de la estatuilla proviene de la colección Guennol, propiedad de Alastair Bradley Martin, quien adquirió la estatuilla en 1948 y la cedió en préstamo al Brooklyn Museum hasta el momento de su venta.
A pesar de su reducido tamaño, la Leona de Guennol se distingue por su fuerza estética, su detalle anatómico y su valor simbólico. Algunos especialistas la han interpretado como una deidad o una figura con connotaciones protectoras o mágicas. Para otros, encarna una noción primigenia del poder femenino. Sea como fuere, el consenso arqueológico es claro: se trata de una de las representaciones zoomorfas más refinadas del arte del período protoelamita.
Un récord sin precedentes: la subasta de Sotheby’s
El 5 de diciembre de 2007, la sala de subastas Sotheby’s de Nueva York se convirtió en el escenario de una puja frenética. Catalogada como el lote 30 en la subasta de antigüedades, la Leona de Guennol se adjudicó por 57.161.000 dólares a un comprador anónimo. Se convertía, así, en la pieza más cara del arte de la antigüedad jamás vendida en una subasta pública hasta entonces.
Según el catálogo oficial de Sotheby’s, la figura se había “hallado supuestamente en las proximidades de Bagdad” y presentaba un estado de conservación impecable por haberse mantenido en colecciones privadas desde 1931. Este historial de propiedad, junto a su prolongada exposición en el Brooklyn Museum desde 1949, reforzó su prestigio y su valor en el mercado.
Sin embargo, la falta de información fiables sobre su contexto arqueológico real —es decir, el lugar y las condiciones exactas de su hallazgo— ha impedido conocer su verdadero significado cultural y social. Esta ausencia de contexto se ha criticado duramente dentro de de la comunidad arqueológica, que denuncia el impacto que el comercio de antigüedades tiene sobre el patrimonio.

El valor de lo antiguo: arte, inversión y especulación
La venta de la Leona de Guennol no supone un caso aislado, sino que forma parte de una tendencia creciente que convierte a las antigüedades en objetos de inversión, al margen de su valor histórico o académico. Tal como analiza la arqueóloga Morag M. Kersel en su artículo “The Power of the Press” (2009), la espectacularidad mediática y las campañas azuzadas por la prensa han impulsado el atractivo de estas piezas como activos financieros de alta rentabilidad.
En diciembre de 2007, apenas días después de la subasta, la revistaTime publicaba un artículo que, bajo el titulo “Antiquities: The Hottest Investment” (“Antigüedad: el mercado más en boga”), presentaba la compra de la Leona de Guennol como una inversión brillante. La publicación afirmaba que por menos de 10.000 dólares al año, cualquier inversor podía acceder a piezas de calidad e incluso insinuaba que el mercado estaba abierto incluso al inversor medio.
Esta romantización del coleccionismo privado de objetos antiguos ha generado profundas divisiones entre el mundo académico y el mundo comercial. Mientras que los coleccionistas defienden el derecho a adquirir y preservar piezas como la Leona de Guennol, los arqueólogos denuncian que tales prácticas fomentan el saqueo de yacimientos y la destrucción irreparable del patrimonio cultural.

¿Qué se pierde cuando se pierde el contexto?
Uno de los aspectos más controvertidos de la venta de la Leona de Guennol concierne su contexto arqueológico original. ¿Procede de una tumba, un templo o un hogar? ¿Estaba asociada a otras piezas? ¿Se empleó con funciones rituales o tenía función decorativa?
Estas preguntas no pueden responderse sin un registro arqueológico formal. La pieza, aunque impresionante por su factura, está desconectada de su historia y, por tanto, del conocimiento científico que podría aportar.
Tal como denuncia Kersel, lo que en el mercado del arte se presenta como una pieza de origen certificado —una consideración que se basa en el historial de propiedad— no puede sustituir la procedencia arqueológica ni la excavación sistemática. Sin disponer de información clave como el lugar exacto del hallazgo o sus condiciones estratigráficas, se pierde una parte esencial del conocimiento sobre el pasado.

El papel de los museos y la desaparición del arte público
La Leona de Guennol se expuso en el Brooklyn Museum durante más de medio siglo. En esta institución, pudo ser estudiada, admirada y reproducida en catálogos y manuales. Su presencia en una institución pública, por tanto, garantizaba el acceso de la comunidad académica y del público general.
Tras su venta, sin embargo, la figura pasó a manos de un coleccionista privado cuyo anonimato se mantiene hasta hoy, y que puede —si así lo decide— mantenerla lejos de la mirada público de manera indefinida. En este sentido, la venta no solo implica una transacción económica, sino la potencial pérdida de un bien cultural compartido.
Esta situación ilustra una de las paradojas del llamado “cosmopolitismo cultural”, defendido por ciertos intelectuales y museos, que sostienen que el arte antiguo debe circular libremente en manos privadas para favorecer el acceso global. Sin embargo, la realidad demuestra que estas piezas, una vez adquiridas, a menudo desaparecen del dominio público y, por tanto, contravienen los principios del acceso universal al conocimiento y al patrimonio.

La Leona de Guennol: ¿una buena inversión o una pérdida patrimonial?
La Leona de Guennol sigue siendo una de las piezas más emblemáticas del arte antiguo, tanto por su valor artístico como por su papel en el debate sobre el comercio de antigüedades. Su venta por más de 57 millones de dólares no solo rompió récords, sino que exacerbó las tensiones entre los coleccionistas, el mercado y la arqueología.
Como señala Kersel, el valor de una pieza arqueológica no se limita a su estética o rareza, sino que depende en gran medida del contexto en que fue hallada. Sin ese contexto, se pierde parte de la historia que esa pieza podría contar. En última instancia, la historia de la Leona de Guennol plantea una pregunta fundamental sobre el destino del patrimonio común: ¿debe pertenecer a quien pueda pagar más o a toda la humanidad?
Referencias
- Kersel, Morag. 2012. “The Power of the Press: The Effects of Press Releases and Popular Magazines on the Antiquities Trade”, en Erica M. Meyers y Carol Meyers (eds.), Archaeology, Bible, Politics, and the Media, pp. 73-83. Eisenbrauns.
- Potts, Daniel T. 2021. “The maneless Asiatic lion (Panthera leo persica) of southwestern Iran”. Oriens Antiquus NS, 3: 145-151. DOI: 10.19272/202113401005
- “A Magnesite or Crystalline Limestone Figure of a Lioness, Elam, circa 3000-2800 B.C.”. Sotheby’s. URL: https://www.sothebys.com/en/auctions/ecatalogue/2007/antiquities-n08373/lot.30.html
Cortesía de Muy Interesante
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