Descubre la historia de los elfos, el pueblo oculto en las montañas

Los elfos, con su grácil belleza y su conexión profunda con la naturaleza, han cautivado la imaginación de innumerables lectores y espectadores. Desde Legolas, el ágil arquero del Bosque Negro, hasta Arwen, la elfa enamorada de un mortal, estos seres de Tolkien han establecido un arquetipo que ha sido explorado y expandido por otros autores.

La mitología élfica

Procedentes de los mitos escandinavos, los elfos son una de las razas que nacieron después de que los dioses Odín, Vili y Ve crearan el mundo a partir de los restos del gigante Ymir. Sobre su apariencia y carácter hay múltiples interpretaciones. Algunos autores los asocian con seres como las hadas y los duendes. Precisamente, en su “Libro de los seres imaginarios”, el escritor argentino Jorge Luis Borges los definió así: “Pequeños entes de naturaleza malvada y traviesa que causaban pesadillas cuando se sentaban en el pecho de los durmientes […]. De ahí que la palabra alemana para pesadilla, albtraum, pueda ser traducida como ‘sueño de elfo’”.

Los guardianes del bosque

Autores de antiguas leyendas nórdicas y de modernas novelas de fantasía han retratado a los elfos como seres de extraordinaria belleza, poderes sobrenaturales y sabiduría ancestral. Con sus orejas puntiagudas, su gracia y su dominio de la magia, estos seres han trascendido las fronteras culturales, convirtiéndose en arquetipos universales de la fantasía.

A menudo, se ve a los elfos como los primeros habitantes de mundos fantásticos, guardianes de bosques antiguos y poseedores de una gracia y elegancia que los diferencia de los mortales. Ya sea como guerreros valientes, como sabios consejeros o como seres solitarios que anhelan la mortalidad, los elfos han dejado una huella imborrable en la cultura popular, convirtiéndose en símbolos de belleza, magia y misterio. Su imagen ha evolucionado a lo largo de los siglos, desde los seres oscuros y traviesos de las antiguas leyendas hasta los nobles guerreros y sabios consejeros de la literatura moderna.

En algunas tradiciones, son vistos como seres benévolos y protectores, mientras que en otras pueden ser descritos como criaturas traviesas o incluso malévolas. La obra de J.R.R. Tolkien fue fundamental para popularizar la idea de los elfos como seres nobles y elegantes, estrechamente vinculados a la naturaleza y a la historia del mundo. Sin embargo, autores posteriores han explorado facetas más oscuras y complejas de estos seres, desafiando las convenciones establecidas y ofreciendo nuevas perspectivas sobre su naturaleza.

Oberón, o El juramento del rey de los elfos. Imagen: Sir Joseph Noel Paton.
Oberón, o El juramento del rey de los elfos. Imagen: Sir Joseph Noel Paton.

La leyenda con Adán y Eva

El acerbo popular islandés mantiene la creencia en los elfos, inspirada, por un lado, en las leyendas nórdicas y, por otro, en la tradición cristiana, pues los elfos son también descendientes de Adán y Eva.

De acuerdo con una versión de la leyenda, Eva escondió parte de su prole a los ojos de Dios debido a que no estaban aseados ni arreglados cuando este visitó a la familia en su morada. Aunque sabía de la existencia de los demás niños, al preguntar dónde estaban, Eva negó su existencia. Dios respondió: “Aquellos que se ocultan para mí, serán ocultos también para todos”. Fue así como se hicieron invisibles, y hoy son conocidos como el pueblo oculto –huldufólk, en islandés–, la raza que habita en las rocas y montañas de toda Islandia.

La visión de los elfos en la vida cotidiana

A mediados de 2011 se suscitó una disputa entre humanos y elfos. Esto sucedió en la localidad islandesa de Bolungarvík, cuando los trabajadores de una constructora reportaron una serie de extraños incidentes: máquinas que se descomponían, material dañado e incluso una explosión supuestamente controlada que arrojó varias rocas sobre el pueblo, rompiendo ventanas. Los elfos –relataron periódicos islandeses– estaban molestos por la construcción de un túnel en el lugar. Y pese a que les dedicaron oraciones y se les pidió disculpas, las criaturas persistieron en su enojo.

En Islandia es común que antes de realizar alguna obra se estudie el terreno para evitar destruir moradas élficas, por lo general grandes rocas en las colinas o montañas. De hacerlo –como bien sabe el 60 % de los islandeses, los que creen en la existencia de estos seres–, las consecuencias podrían ser peligrosas. Sin embargo, no siempre son tan traviesos y vengativos; en ocasiones, ayudan a los humanos, como hicieron en 2010 cuando el coche de Árni Johnsen, miembro del Parlamento islandés, volcó y, según su relato, unos elfos lo ayudaron a salir ileso. En agradecimiento, el político decidió trasladar la vivienda de aquellos benefactores seres –una roca de treinta toneladas– a su casa en las islas Vestman.

Dos tipos: los elfos de luz y los de oscuridad

En la Edda prosaica, una de las pocas compilaciones de esa mitología que se conservan, el historiador islandés Snorri Sturluson (1178/1179-1241) se refiere a dos tipos de elfos –álfar, en nórdico antiguo–: los de luz (conocidos como ljósálfar, cuyo singular es ljósálfr) y los oscuros (svartálfar, también llamados dökkálfar, cuyo singular es dökkálfr).

Los ljósálfar eran criaturas de belleza superior a la humana, bondadosas y compasivas, cuyos dominios se extendían por una tierra de bonanza llamada Álfheim –donde también vivía el dios de la fertilidad Freyr– y situada en el cielo, encima del fresno Yggdrasil. Los oscuros, de piel morena y cenicienta, habitaban dentro de las montañas o en el subsuelo, pues se decía que por su naturaleza no eran capaces de soportar la luz del día.

Elfos oscuros en el bosque
Imagen de Ria Sopala en Pixabay.

Una deidad menor

Son escasas las narraciones en las que aparecen estos seres. Su papel en las Eddas nórdicas y otros textos antiguos parece ser de apoyo o incidental, aunque para el escritor islandés Einar Ólafur Sveinsson, autor del libro “The Folk-Stories of Iceland”, se trata del “segundo mayor grupo de espíritus de la naturaleza en el folclore islandés”. Ellos, explica, son reflejo de la raza humana: “Físicamente similares a nosotros en tamaño y apariencia […], capaces de hacerse visibles o invisibles y poseedores de magia. Normalmente no son ni amables ni hostiles con los hombres. Devuelven las gentilezas con generosidad, pero también son extremadamente vengativos”.

A diferencia de otras criaturas, como los enanos y los gigantes, los amables álfar llegaron a ser considerados un tipo de deidad menor, entes sagrados a los que se les rendía culto. Por ejemplo, una de las festividades que se les dedicaba era el Álfablót o sacrificio de elfos, celebrado antes del invierno. Se trataba de un festejo hogareño del que se desconocen sus detalles, pues las familias se encerraban y no dejaban entrar a nadie que no fuera del clan.

Los elfos nobles y mestizos

Otro aspecto que muestra la importancia de estos personajes es la creencia de que, al morir, algunos hombres de gran nobleza llegaron a convertirse en elfos. Asimismo, los mestizos, cruce de sangre élfica y humana, por lo general eran vistos como seres extraordinarios, de gran belleza y habilidad.

En la saga “Heimskringla”, escrita hacia 1225, se hace referencia a una línea de reyes que gobernaban varias provincias de Noruega y Suecia y descendían de esta raza. Otro caso es el de la hechicera Skuld, hija del legendario rey vikingo de Dinamarca Hrólfr Kraki. Por su parte, el príncipe y héroe Högni tenía sangre élfica, heredada de uno de los amantes de su madre.

La relación con el lenguaje

La “fuente más precisa sobre la percepción que las culturas escandinavas tempranas tenían de estas criaturas se halla en el lenguaje”, explica Alaric Hall, experto en literatura medieval inglesa en la Universidad de Leeds, en Inglaterra. Hall se ha dedicado a estudiar los significados de la palabra álfr, con el fin de establecer la importancia de los elfos dentro de la sociedad. Este prefijo fue sumamente común en el nórdico antiguo y dio origen a una gran cantidad de vocablos en ese idioma, muchos de los cuales se exportaron al mundo anglosajón.

En el siglo XVII, álfr todavía era la palabra más utilizada y aún hoy en día persisten nombres y apellidos modernos con dicha raíz. Por ejemplo: Ælfwine o Alvin, ‘amigo de los elfos’; Ælfræd o Alfred, ‘consejo de los elfos’; Ælfric o Elfridge, ‘gobernante de elfos’; y Ælfflæd o Elfleda, ‘belleza élfica’.

De esta manera, en su libro “Elves in Anglo-Saxon England: Matters of Belief, Health, Gender and Identity” (2007), Hall concluye que “la arraigada suposición de los elfos como seres pequeños e incorpóreos resulta infundada e inverosímil”. En cambio, “ellos son ejemplos paradigmáticos de la belleza, peligrosamente seductores y hasta causantes de ciertos tipos de dolencias si se les importunaba”.

Imagen de Jimmy F. en Pixabay
Elfo guerrero. Imagen de Jimmy F. en Pixabay

La pérdida de reputación de los elfos

A partir de la implantación del cristianismo en tierras escandinavas, la reputación de estos entes comenzó a degenerar. Durante la Edad Media se los asoció con los demonios de la tradición judeocristiana. Más tarde, en el siglo XVI, tanto su tamaño físico como su importancia se habían devaluado dentro de las tradiciones europeas hasta transformarlos en los seres invisibles que amenazan a las personas, promotores de malos sueños que roban e intercambian niños humanos con sus propios hijos.

La visión diabólica y traviesa se mantuvo durante cientos de años hasta que, entrado el siglo XX, escritores como Lord Dunsany (1878-1957) y J. R. R. Tolkien (1892- 1973) rescataron parte de la idea original que identificaba a los álfar. Sus obras de literatura fantástica “La hija del rey del país de los elfos” (1924) y “El Señor de los Anillos” (1954), respectivamente, ayudaron a popularizar la figura de estos seres y reivindicaron su mito.

La visión de Tolkien sobre los elfos

J.R.R. Tolkien es, sin duda, la figura más destacada en la reimaginación de los elfos. Tomando como base las antiguas mitologías nórdicas y celtas, Tolkien creó una raza de seres inmortales, de una belleza sobrenatural y una sabiduría ancestral. En sus obras, los elfos son más que simples criaturas mágicas: son portadores de una cultura rica y compleja, con una profunda conexión con la naturaleza y una profunda tristeza por la mortalidad de los hombres. Tolkien los dotó de una nobleza y una elegancia que los convirtieron en los arquetipos de los elfos en la cultura popular contemporánea.

Si bien Tolkien estableció un estándar alto, otros autores han explorado y expandido la figura del elfo de diversas maneras. Algunos, como Neil Gaiman, han mantenido la esencia de los elfos tolkienianos, pero añadiendo elementos más oscuros y ambiguos a sus personajes. Otros autores, como Michael Moorcock, han creado visiones más siniestras y corrompidas de los elfos, explorando las facetas más oscuras de su naturaleza. Esta diversidad ha permitido que la figura del elfo se adapte a múltiples géneros y subgéneros, desde la fantasía épica hasta el terror gótico.

Tolkien y otros autores han demostrado que la figura del elfo es mucho más que un simple arquetipo. Es un lienzo en blanco sobre el que los escritores pueden proyectar sus propias visiones del mundo, creando así una rica y variada mitología que continúa fascinando a lectores de todas las edades.

Referencias

  • Vélez, B. L. B., & Neira, W. G. P. (2010). Elfos, creación literaria y artística en la primera infancia. Cuadernos de Lingüística Hispánica, (16), 157-182. doi: https://revistas.uptc.edu.co/index.php/linguistica_hispanica/article/view/418
  • Moreno, M. L. A. (2016). Elfos, hobbits y ents: el mundo de Tolkien y su traducción. Verbum et Lingua: Didáctica, lengua y cultura, (7), 32-51. doi: https://verbumetlingua.cucsh.udg.mx/index.php/VerLin/article/view/63

Cortesía de Muy Interesante



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