Descubre Reno, “la ciudad pequeña más grande del mundo”


Grandes casinos en las calles, con anuncios de neón y letreros luminosos donde la noche se posterga más allá de las horas, entre conversaciones, apuestas, azar y música; calles amplias en cuyos edificios los artistas locales dejaron huella de su arte en murales enormes, murales en los que de pronto se asoman entre los ladrillos y las ventanas de los edificios racimos de flores y mujeres gigantescas; enormes figuras de madera provenientes del desierto que decoran las esquinas de la ciudad como un museo vivo y al aire libre, urbe en el fondo del valle, rodeada de cerros del color de oro, con cumbres de pinos, y un horizonte inmenso donde el viento dialoga con el calor.

Reno, Nevada, es una ciudad pequeña en cuanto a dimensiones, pero enorme por su identidad, su carácter urbano, su propuesta gastronómica, cultural y callejera, y por sus posibilidades del azar -es una metrópoli casino, con incontables establecimientos de este giro desperdigados por sus calles, con máquinas de todas formas y colores, neón en todas horas y en todas partes, y hoteles babilónicos dedicados por completo al arte de la diversión, las apuestas y los juegos de azar-. No por nada es llamada “la ciudad pequeña más grande del mundo”, emblema de que Reno ostenta en una de sus arterias principales, una calle bañada de luz, que al caer el atardecer se convierte en un espectáculo incandescente de color en el que parece que todo el mundo se apropia de la noche con el propósito único de vivir. Pero, sobre todo, Reno es una ciudad que tiene sus puertas abiertas para el deleite del viajero y del mundo.

Silver Legacy. Lujo, diversión y entretenimiento en el corazón de Reno. EL INFORMADOR/F. Salcedo

Modernidad, naturaleza y diversión

Localizada en el altiplano largo y arenoso cerca de la Sierra Nevada de los Estados Unidos, Reno se encuentra a poco menos de cuatro horas de distancia de Guadalajara; de nuestra ciudad sale un vuelo de Volaris que, vadeando los obstáculos de las fronteras y del cielo, sitúa sin complicación alguna al visitante en “la ciudad pequeña más grande del mundo”. Reno es una urbe para ser caminada, para andarse en bicicleta, para salir a perderse en la medianoche de sus casinos que dura para siempre. Los espacios públicos de la ciudad son amplios, como la City Plaza, donde los locales se congregan para conversar y patinar en torno a un espacio donde hay esculturas del famoso evento del “Burning Man”, del cual Reno es punto de partida. En City Plaza el turista podrá deleitarse con la escultura de una ballena y de su cría, hecha de mosaicos coloridos que se iluminan de noche, como cetáceos ingrávidos bajo el mar del cielo azul.

Apenas a unos metros de distancia, el tránsito del río Truckee es un murmullo del agua entre las rocas y las cañas, un río que proviene desde el lago Tahoe y con la peculiaridad de que no desemboca en el mar, sino en otro lago. Reno y el río Truckee armonizan como uno mismo, naturaleza y concreto sin estorbarse el uno al otro, y en torno al lecho del agua hay parques y puentes, senderos para hacer ejercicio, restaurantes, bares y establecimientos románticos donde la vida se suspende en un sopor dulce. En el mismo perímetro se encuentra el Museo Nacional del Automóvil y el Museo de Arte de Nevada, con importantes colecciones.

Tahoe es el santuario natural de Nevada y California. EL INFORMADOR/F. Salcedo

La maravilla de la naturaleza del lago Tahoe

Una visita a Reno y al estado de Nevada no puede jactarse de completa sin dedicarle al menos un día a la joya que es el lago Tahoe. Desde donde se le vea, el lago es la representación de la naturaleza en su máximo esplendor: una masa de agua inmensa y cristalina, de azules que no tienen nombre, rodeada de montañas, colinas y laberintos de pinos y árboles gigantescos como titanes verdes y mansos.

Con una extensión de más de 35 km de largo y 19 km de ancho, Tahoe es la frontera paradisíaca entre Nevada y California, y se encuentra a menos de una hora de distancia por carretera manejando desde Reno. Es el lago alpino más grande de Norteamérica y el segundo más profundo de los Estados Unidos, con una profundidad de casi seiscientos metros. Tahoe deslumbra desde la ya de por sí majestuosa Sierra Nevada y se encuentra a 1987 metros sobre el nivel del mar. Es un espectáculo grande, tanto por sus proporciones como por su belleza, de lo que es capaz la naturaleza, con caminos silenciosos y serpenteantes que confluyen a la sombra de los pinos gigantescos, y el rumor del agua relamiendo las rocas, las embarcaciones estáticas y los muelles de madera, el olor penetrante del bosque intacto. Es por medio del río Truckee que las aguas de Tahoe llegan hasta la ciudad de Reno, en su transcurrir prístino por Nevada.

En el lago existen diversas playas públicas en donde la gente nada en sus remansos fríos y transparentes, es posible hacer kayak, surf de remo, pescar o simplemente abordar un catamarán para deleitarse en la visión de la bahía boscosa y montañosa reflejada en el cielo de cabeza del agua. Hay opciones de hospedaje, desde cabañas y lofts hasta complejos hoteleros de lujo, y por supuesto, no pueden faltar tampoco los casinos y la fiesta que es característica de Nevada. A lo largo del lago hay distintas villas y pueblos pequeños pintorescos que parecen sacados del ensueño, y caminar alrededor de los senderos montañosos de Tahoe para admirarlo desde las distancias es otra experiencia imperdible para los que disfrutan del senderismo. Y, para los amantes de la naturaleza, Tahoe es un santuario, con la posibilidad de ver toda clase de aves, castores, venados, águilas calvas e incluso osos.

Durante los meses de invierno, cuando los calores se vuelven algo distantes, Tahoe se convierte también en un importante centro de esquí, con paseos en teleférico y patinaje sobre hielo, cuando la nieve tiñe todo de blanco y el lago se vuelve un espejo.

Esta ciudad es un museo urbano al aire libre. EL INFORMADOR/F. Salcedo

A la vanguardia desde sus inicios

En cuanto a historia, Reno se destaca por haber tenido desde sus inicios un carácter liberal, siendo meca del divorcio en los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo pasado, llegando a tener el título de “la capital del divorcio del mundo”. Miles de mujeres viajaban a esta ciudad para poner fin a sus matrimonios aciagos en una época en la que el divorcio era juzgado y mal visto; una vez libres, las mujeres dueñas de su albedrío tenían la costumbre de arrojar sus anillos de compromiso al cauce del río Truckee. 

Para 1931, Reno legalizó los juegos de azar en un contexto de prohibición nacional, convirtiéndose en un santuario de la noche cuya fiesta de cartas, póker, tragamonedas, azar, suerte y colores persiste hasta nuestros días. 

Reno también es hogar de una importante y numerosa comunidad latina e hispana, siendo el español una lengua común en todas partes y con una presencia decisiva en la ciudad. Es un destino seguro, incluyente, multicultural, con gente de todas partes. Por eso y tantas otras razones, se le acuñó el término certero de “la ciudad pequeña más grande del mundo”.

Hay muchas opciones para hospedarse en Reno, pero una particularmente interesante es el hotel Silver Legacy Resort, un monumento de más de treinta pisos desde cuyas ventanas es posible atisbar todo Reno como un croquis visto desde las alturas, y cuyas torres, al caer la noche, se bañan de neón. No sólo es un hotel, sino también un casino; todas las facilidades del juego y del azar se encuentran dentro del mismo lugar, además de bares, restaurantes, tiendas de souvenirs y baile, todo existiendo en un mismo instante, de manera que no se necesita otra cosa más que salir de la habitación para perderse en la noche perpetua del neón.

Pero el Silver Legacy Resort no sólo es azar y apuestas, sino también descanso y relajación. El hotel ofrece un servicio de spa en el que las manos de sus masajistas lo llevan a uno a sentirse ingrávido; capaces de leer la piel, sus expertos también deshacen los nudos de estrés y tensión que acumulamos en el cuerpo en los desórdenes del día.

Acompañando la experiencia con jacuzzi, sauna, toallas calientes y copas burbujeantes de champaña, uno no tiene que hacer otra cosa más que dejarse llevar, relajarse, sentir y disfrutar.

Louis Basque Corner. En este restaurante vive la tradición vasca en cada bocado, con platos generosos para compartir. EL INFORMADOR/F. Salcedo

Tardes de festines 

En cuanto a la gastronomía, Reno ofrece festines abundantes. Louis Basque Corner, un restaurante de comida vasca, es un banquete desmesurado de sabor, con una manera de servir única en platillos inmensos de los que pueden comer grupos enteros, con manjares como sopas humeantes de mariscos, paella, frijoles vascos, deleites carnívoros de cordero y res, salmón y ensaladas, vino de la casa y otras especialidades para el paladar y el corazón, en un ambiente hogareño y con una sazón de abuela que hacen sentir intimidad en cada bocado. 

Para un ambiente más relajado, el Champagne & Chocolate es una opción donde el placer del chocolate y lo dulce se mezclan con gastronomía de primer nivel, en una atmósfera más libre donde un DJ toca melodías para sazonar las mañanas dominicales, en una especie de fiesta entre desayunos, copas de champaña, meseros que botan los corchos de las botellas con espadas, conversaciones y risas. Para una cena más formal y sabores más sobrios, el Wild River Grille, ubicado a un costado del río Truckee, en pleno centro de Reno, es un restaurante a media luz, donde hasta la clásica hamburguesa con papas se transforma en manjar.

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Cortesía de El Informador



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