Descubren en Francia una figura de 27.000 años con un peinado trenzado que desconcierta a los arqueólogos: podría ser la primera ‘moda’ de la Prehistoria

En el norte de Francia, una pequeña figura tallada en piedra ha abierto una ventana inesperada al mundo perdido de los primeros europeos. No se trata de una herramienta, ni de un arma, ni de un símbolo religioso evidente. Es un rostro humano, minuciosamente esculpido, con un detalle que ha desconcertado a los arqueólogos: una compleja trenza, o quizá una red para el cabello, perfectamente representada. ¿Podría ser esta la representación más antigua de un peinado en la historia del continente?

El arte de los cazadores del hielo

La figura fue hallada en el yacimiento de Amiens-Renancourt 1, al norte de París, una zona donde, hace miles de años, los humanos vivían en condiciones extremas durante los coletazos finales de la última glaciación. Perteneciente a la cultura gravetiense, esta estatuilla de unos pocos centímetros se remonta a unos 27.000 años atrás, y forma parte de un conjunto de objetos artísticos que han comenzado a reescribir lo que sabíamos sobre la estética y la identidad en la Prehistoria europea.

A diferencia de otras representaciones humanas de ese periodo —como las célebres Venus paleolíticas, con sus cuerpos exagerados y cabezas apenas esbozadas—, esta figura dedica una atención sorprendente al cabello. La parte superior del cráneo muestra un patrón entrelazado que recuerda a un trenzado o una malla. No es decorativo al azar: el trabajo técnico que implicó tallar ese detalle sugiere una intención clara de mostrar algo que formaba parte del día a día de aquellas comunidades.

¿Estaban aquellas personas tan pendientes de su aspecto físico como nosotros? ¿Tenía ese peinado un sentido práctico, ritual, simbólico? Las respuestas, como siempre en la arqueología, son más especulativas que definitivas. Pero lo que queda claro es que quienes vivieron durante la última Edad del Hielo no eran seres primitivos centrados únicamente en la supervivencia. Eran humanos con sentido estético, normas sociales y probablemente, una compleja red de significados asociados a su imagen personal.

Figura esculpida de un rostro procedente del yacimiento Amiens-Renancourt 1, en el norte de Francia
Figura esculpida de un rostro procedente del yacimiento Amiens-Renancourt 1, en el norte de Francia. Foto: Stephane Lancelot/Inrap

Moda paleolítica: lo que el hielo no congeló

La aparición de esta estatuilla con cabello detallado no es un hecho aislado. En el mismo yacimiento se han recuperado más de una docena de figurillas humanas, algunas fragmentadas, otras completas, todas ellas con un alto nivel de acabado. Se cree que el lugar funcionó como un auténtico taller prehistórico, donde se enseñaba, transmitía y compartía una técnica de tallado que iba más allá de lo funcional.

El contraste con otras zonas del continente es especialmente significativo. Mientras que en Europa Central y Oriental predominan figuras con cabezas cubiertas, sin rasgos definidos, esta muestra francesa apunta a una tradición local diferenciada. Y es aquí donde los arqueólogos comienzan a hablar de “modas” regionales en la Prehistoria: variantes culturales en la forma de representar el cuerpo humano, y en particular, los elementos que se decidían destacar.

El cabello, o su representación, podría haberse asociado a la edad, al género, al estatus dentro del grupo o incluso a creencias espirituales. En una sociedad donde no existía la escritura, la imagen era una herramienta poderosa para transmitir identidad. Y tallar una trenza en piedra podría ser la forma más duradera de dejar constancia de quiénes eran.

La figura que desafía al hielo

El contexto geológico también tiene un papel fundamental en esta historia. Poco después de que estas figuras fueran creadas, la región quedó prácticamente despoblada durante varios milenios. La llegada del máximo glacial —una fase especialmente fría y árida— obligó a las poblaciones humanas a abandonar el norte de Europa. Durante unos 10.000 años, esa parte del continente quedó sin presencia humana significativa.

Por eso, encontrar una figurilla tan elaborada en ese lugar y momento es todavía más impactante. Se trata de una de las pocas pistas que tenemos sobre cómo era la vida cultural y simbólica de estas comunidades antes del exilio forzado por el hielo. La obra en sí, además, ha resistido los embates del tiempo y las condiciones climáticas extremas, convirtiéndose en una cápsula del tiempo extraordinaria.

Lo más revelador, sin embargo, no es su antigüedad, sino su humanidad. Porque ver un peinado tan detallado nos conecta directamente con quienes lo esculpieron: personas que, igual que nosotros, valoraban su aspecto, cuidaban su estilo y transmitían mensajes a través de su apariencia. En un mundo sin espejos, sin salones de belleza ni redes sociales, aún existía el impulso de expresarse con el cuerpo.

Una figura tallada hallada en el norte de Francia, con una antigüedad de 27.000 años, podría mostrar cómo se peinaban los miembros de una cultura que desapareció durante la última glaciación
Una figura tallada hallada en el norte de Francia, con una antigüedad de 27.000 años, podría mostrar cómo se peinaban los miembros de una cultura que desapareció durante la última glaciación. Fuente: Stephane Lancelot/Inrap

¿Podemos considerar esta figura como una especie de retrato? Es difícil saberlo. Pero lo que sí está claro es que rompe con la visión tradicional de la Prehistoria como una época uniforme, sin matices culturales. Cada nueva figura hallada con estas características suma una hebra más al tejido complejo de las civilizaciones paleolíticas.

Los arqueólogos consideran ahora que estas figuras pueden haber servido para múltiples fines: desde rituales religiosos hasta objetos de enseñanza, pasando por simples objetos decorativos o formas de contar historias. Su distribución, sus detalles, su presencia en talleres como el de Amiens-Renancourt, apunta a una producción organizada y colectiva. No eran simples caprichos individuales. Eran expresiones compartidas.

Y si bien la figura hallada en Amiens podría parecer menor al lado de otras piezas de la Prehistoria europea, como las pinturas rupestres de Lascaux o Altamira, su importancia radica en lo que representa: un gesto íntimo congelado en el tiempo. Una trenza, una red, un patrón que nos recuerda que incluso en la Edad del Hielo, había espacio para la moda, la belleza y la expresión personal.

Más allá del mito de los cavernícolas

Este tipo de hallazgos obliga a revisar nuestros estereotipos sobre la Prehistoria. No todo era crudeza, violencia y escasez. Había también sofisticación, creatividad y redes sociales (aunque no digitales) que influían en cómo las personas querían ser vistas por los demás. Las estatuillas gravetienses, y en particular esta figura con peinado trenzado, nos muestran una dimensión olvidada: la de la identidad individual en un mundo colectivo.

Quizás el gran valor de esta pieza no sea solo lo que nos cuenta del pasado, sino lo que nos revela sobre nosotros mismos. Miles de años después, seguimos obsesionados con el cabello, la apariencia y el estilo. La única diferencia es que ahora lo hacemos con filtros y algoritmos.

Pero al fin y al cabo, todo comenzó con una mano tallando con paciencia una figura de piedra.

El estudio ha sido publicado en Journal of Archaeological Science: Reports.

Cortesía de Muy Interesante



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