Descubren que las anacondas alcanzaron su tamaño actual hace 12 millones de años y no volvieron a cambiar: la sorprendente estabilidad evolutiva que intriga a la ciencia

En el corazón fósil de Sudamérica, bajo los sedimentos del tiempo y el barro de antiguos humedales, un equipo internacional de paleontólogos ha desenterrado una historia que llevaba más de 12 millones de años esperando ser contada: las anacondas —sí, las serpientes más pesadas del mundo— ya eran gigantes cuando apenas comenzaban a poblar los ecosistemas tropicales del Mioceno.

El hallazgo, publicado en Journal of Vertebrate Paleontology por un equipo liderado por Andrés F. Alfonso-Rojas (Universidad de Cambridge), no solo documenta los restos más antiguos conocidos del género Eunectes, al que pertenecen las anacondas, sino que demuestra que estos reptiles alcanzaron su tamaño actual —entre 4 y 5 metros de largo, con casos extremos de hasta 7— desde sus primeras apariciones en el registro fósil, y sorprendentemente, nunca se encogieron.

Un linaje de gigantes que desafió al tiempo

Durante millones de años, el tamaño descomunal fue una constante entre varios grupos de reptiles sudamericanos. El Mioceno medio y superior —una época que abarca desde hace unos 16 hasta 5 millones de años— fue una era dorada para la megafauna tropical. Cocodrilos de 12 metros, tortugas del tamaño de un coche y otras criaturas colosales dominaron los ríos, lagunas y estuarios de lo que hoy es la cuenca amazónica.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de climas más fríos y secos, la mayoría de estos gigantes desaparecieron. Purussaurus, el caimán gigante, se extinguió. Lo mismo ocurrió con la tortuga Stupendemys, que medía más de tres metros de largo. Pero las anacondas, contra todo pronóstico, sobrevivieron sin apenas cambiar.

El estudio se basó en el análisis de 183 vértebras fósiles de al menos 32 individuos diferentes, halladas en varias formaciones geológicas de Venezuela, concretamente en los depósitos de Urumaco y Socorro. Estos restos, algunos fragmentados pero aún útiles para mediciones, permitieron a los investigadores estimar el tamaño corporal de las serpientes utilizando modelos estadísticos comparativos.

Los investigadores analizaron vértebras fosilizadas de anacondas para estimar la longitud que alcanzaban estos antiguos reptiles
Los investigadores analizaron vértebras fosilizadas de anacondas para estimar la longitud que alcanzaban estos antiguos reptiles. Foto: Jorge Carrillo-Briceño

El resultado fue claro: las anacondas ya medían entre 4,5 y 5,5 metros hace más de 12 millones de años. Esa cifra coincide casi exactamente con los promedios de sus descendientes actuales, lo que sugiere una estabilidad evolutiva extraordinaria en cuanto al tamaño corporal. Es decir, estas serpientes alcanzaron su forma óptima muy pronto y la han conservado hasta el presente.

Ni el frío ni la competencia las encogieron

Uno de los aspectos más intrigantes del estudio es la razón por la que las anacondas, a diferencia de otras especies gigantes del Mioceno, no redujeron su tamaño ni se extinguieron al cambiar las condiciones ambientales.

Durante el Mioceno, la región norte de Sudamérica estaba dominada por el sistema de humedales de Pebas, un vasto complejo de pantanos, ríos lentos y lagunas que ofrecía un hábitat perfecto para animales semiacuáticos. Este entorno favoreció la evolución de grandes tamaños en reptiles, incluyendo a las anacondas. Sin embargo, cuando este ecosistema empezó a desaparecer, muchas especies gigantes también lo hicieron. Pero Eunectes se mantuvo.

El estudio propone que su éxito a largo plazo no se debió solo al clima favorable del pasado, sino a una combinación de factores ecológicos: la abundancia de presas, la escasa competencia con otros depredadores, y sobre todo, su adaptabilidad a entornos húmedos. Incluso cuando los hábitats se redujeron en extensión, siguieron existiendo zonas donde estas serpientes podían prosperar, como los actuales llanos del Orinoco o la cuenca amazónica.

Además, los investigadores utilizaron técnicas de reconstrucción filogenética para estimar la longitud corporal de los ancestros comunes de las anacondas y sus parientes más cercanos. Los resultados confirmaron que Eunectes nació ya grande, lo cual desafía la idea tradicional de que el gigantismo en reptiles es una respuesta evolutiva a temperaturas elevadas. De hecho, incluso en momentos de enfriamiento global, el tamaño de las anacondas no disminuyó.

El equipo examinó 183 vértebras fosilizadas de anacondas, pertenecientes a un mínimo de 32 ejemplares, halladas en el estado Falcón, al norte de Venezuela
El equipo examinó 183 vértebras fosilizadas de anacondas, pertenecientes a un mínimo de 32 ejemplares, halladas en el estado Falcón, al norte de Venezuela. Foto: Jorge Carrillo-Briceño

Una ventana al pasado en los huesos del presente

Cada vértebra fósil de una serpiente guarda en su estructura las claves para entender cuánto medía en vida. Y las anacondas, con más de 300 vértebras en su esqueleto, ofrecen muchas oportunidades para reconstruir su biología del pasado.

Gracias al trabajo conjunto de instituciones como el Museo Paleontológico de Urumaco y la Universidad de Zúrich, estas vértebras fueron recolectadas durante varias campañas de excavación y cuidadosamente analizadas. El estudio también incluyó fósiles previamente descubiertos en Perú, Brasil y Colombia, integrando así una visión más amplia del linaje en toda Sudamérica.

Este tipo de investigaciones es crucial para entender cómo ciertos grupos animales logran adaptarse —y sobrevivir— a través de cambios ambientales profundos. Las anacondas actuales no son una anomalía aislada, sino la culminación de un éxito evolutivo que comenzó hace millones de años.

Gigantes en un mundo cambiante

Mientras muchas especies desaparecían, Eunectes encontró la fórmula perfecta para mantenerse. No necesitó crecer más. Tampoco se vio forzada a reducir su tamaño para sobrevivir. Su diseño original fue suficiente.

Hoy, las anacondas siguen habitando regiones pantanosas y fluviales de Sudamérica. Se alimentan de presas grandes —desde aves hasta capibaras— y se desplazan con sigilo por las aguas turbias donde son reinas. El estudio demuestra que su éxito no es reciente, sino el resultado de millones de años de estabilidad adaptativa.

Este nuevo trabajo no solo llena un vacío importante en el registro fósil de serpientes sudamericanas, sino que también ofrece una lección sobre resiliencia biológica. Las anacondas no fueron las más grandes del pasado —el título aún pertenece a la Titanoboa de hace 60 millones de años—, pero sí han sido las más constantes. Y eso, en términos evolutivos, es una hazaña aún más impresionante.

Cortesía de Muy Interesante



Dejanos un comentario: