Australia es tierra de extremos. En su pasado más remoto, esta isla-continente albergó criaturas tan asombrosas como aves gigantes, wombats del tamaño de un coche y marsupiales que rivalizaban en tamaño con un oso polar. Entre ellos, Protemnodon, parientes lejanos de los actuales canguros, fueron durante milenios una presencia dominante en los densos bosques lluviosos de lo que hoy es Queensland.
Sin embargo, un estudio reciente, publicado en la revista PLOS ONE y encabezado por el paleontólogo Christopher Laurikainen Gaete, ha revelado un comportamiento inesperado en estos colosos extintos: eran sorprendentemente sedentarios. A diferencia de otros grandes herbívoros, los Protemnodon apenas se movían de su lugar de residencia, una peculiaridad que, en última instancia, podría haber jugado un papel clave en su desaparición.
Tecnología moderna para seguir los pasos del pasado
El hallazgo se basa en una técnica que está revolucionando la paleontología: el análisis de isótopos de estroncio en dientes fosilizados. Como explica la nota de prensa del estudio, esta técnica permite identificar la procedencia geológica de los alimentos que consumió un animal en vida. Dado que los isótopos de estroncio varían según el tipo de roca del suelo, su presencia en los dientes actúa como una suerte de GPS ancestral.
En este caso, los fósiles analizados proceden de las cuevas de Mt Etna, al norte de Rockhampton. La firma química registrada en los dientes de Protemnodon coincide exclusivamente con la del entorno inmediato de estas cuevas, lo que indica que los animales pasaban toda su vida en un área reducida, sin aventurarse hacia otras zonas con diferentes tipos de suelo.
Resulta especialmente curioso que estos animales, con cuerpos que podían alcanzar los 170 kilos, no siguieran el patrón observado en la mayoría de los grandes herbívoros actuales, donde mayor tamaño suele implicar mayores distancias recorridas en busca de alimento. Al parecer, los Protemnodon no solo eran grandes, sino también físicamente limitados.
Sus esqueletos muestran extremidades anteriores alargadas y un cuerpo que no favorecía el salto ágil y rápido de sus descendientes modernos. Todo apunta a que caminaban a cuatro patas, lo que, unido a su enorme peso, los convertía en criaturas poco móviles.

Una apuesta que salió mal
Durante al menos 220.000 años, los bosques lluviosos de Mt Etna ofrecieron un hábitat estable y abundante en vegetación. Para los Protemnodon, esto era suficiente. Su “pereza geográfica” no era un problema: no necesitaban moverse más allá de unos pocos kilómetros para alimentarse y protegerse.
Pero hace unos 280.000 años, el clima comenzó a cambiar. Las lluvias se volvieron más erráticas, la selva retrocedió y dieron paso a paisajes más secos y abiertos. Para una especie tan ligada a su microhábitat como los Protemnodon, esta transformación fue devastadora. Sin la capacidad de adaptarse o desplazarse en busca de nuevos territorios, su suerte estaba echada.
Este estudio, liderado por investigadores de la Universidad de Wollongong, el Museo de Queensland y la Universidad de Adelaida, no solo resuelve un misterio del pasado. También plantea preguntas relevantes para el presente. ¿Cuántas especies actuales están igualmente ligadas a ecosistemas frágiles y localizados? ¿Cuántas corren el riesgo de desaparecer si ese entorno cambia?
La paleontología moderna, equipada con herramientas como el análisis de isótopos, permite reconstruir estas historias con una precisión inédita. Ya no se trata solo de identificar fósiles y fecharlos, sino de comprender cómo vivieron, se movieron —o no se movieron— y cómo respondieron a los desafíos de su tiempo.

El futuro del pasado
El equipo detrás del estudio ya tiene nuevos objetivos. Aplicarán las mismas técnicas a otras especies de marsupiales halladas en Mt Etna: desde canguros arborícolas hasta pequeños Thylogale y ualabíes que aún tienen descendientes vivos. El objetivo es averiguar por qué unas especies sobrevivieron y otras no ante los mismos cambios ambientales.
La historia de los Protemnodon es la historia de una estrategia evolutiva que funcionó durante cientos de miles de años… hasta que dejó de hacerlo. Una advertencia silenciosa que emerge del subsuelo australiano para recordarnos lo volátil que puede ser el equilibrio entre un ser vivo y su entorno.
Referencias
- Laurikainen Gaete C, Dosseto A, Arnold L, Demuro M, Lewis R, Hocknull S (2025) Megafauna mobility: Assessing the foraging range of an extinct macropodid from central eastern Queensland, Australia. PLoS ONE 20(4): e0319712. DOI: 10.1371/journal.pone.0319712
Cortesía de Muy Interesante
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