Cuando pensamos en la Edad Media, nos viene a la mente la imagen de un monje encorvado sobre un escritorio, iluminado por la luz temblorosa de una vela, copiando pacientemente las palabras de la Biblia o de algún tratado teológico. Esta estampa ha perdurado durante siglos como símbolo de erudición y devoción religiosa. Sin embargo, esa escena, aparentemente tan familiar, omite a un grupo crucial de protagonistas: las mujeres.
Un nuevo estudio, fruto de un análisis exhaustivo de más de 23.000 colofones—esas breves notas que los copistas medievales dejaban al final de los manuscritos—ha revelado un dato que está haciendo tambalear los cimientos de la historiografía tradicional: al menos el 1,1 % de los manuscritos producidos entre los siglos IX y XVII en la Europa occidental católica fueron copiados por mujeres. Y eso es solo el principio.
Un legado escondido a plena vista
A lo largo de más de mil años, se estima que en la Europa latina se produjeron unos diez millones de manuscritos antes de la invención de la imprenta. Aunque la mayoría de estos textos han desaparecido, se conservan aún unos 750.000. El estudio liderado por un equipo interdisciplinar de la Universidad de Bergen (Noruega) ha logrado identificar con certeza unos 254 colofones redactados por mujeres. Extrapolando estos datos, los investigadores calculan que al menos 110.000 manuscritos medievales habrían sido copiados por mujeres, de los cuales unos 8.000 aún existirían.
Este hallazgo no solo pone en duda la narrativa dominante de la Edad Media como un mundo de saber exclusivamente masculino, sino que también sugiere que las mujeres desempeñaron un papel mucho más activo, constante y generalizado en la producción intelectual de lo que se creía.
Los datos proceden de un catálogo benedictino compilado entre los años 1965 y 1982, que registra miles de colofones en latín, algunos firmados por mujeres que se identificaban como scriptrix, soror, o directamente con sus nombres de pila. En muchos de estos textos breves se encuentran expresiones personales, oraciones, confesiones de humildad e incluso autoevaluaciones de su trabajo. Lejos de limitarse a copiar textos, estas mujeres parecen haber estado profundamente implicadas en la cultura escrita de su tiempo.

Una presencia que crece en los márgenes
La cifra del 1,1 % puede parecer modesta, pero tiene implicaciones monumentales. Para empezar, es un mínimo. La realidad es probablemente mucho mayor: muchas escribas optaron por no firmar sus trabajos, o bien lo hicieron de manera ambigua, tal vez por miedo a represalias o por las convenciones de su época. Otras dejaron su nombre no en el colofón, sino en los márgenes o en anotaciones ocultas entre líneas, donde hoy apenas se han rastreado sistemáticamente.
El estudio también revela un aumento notable en la cantidad de colofones femeninos a partir del siglo XV, coincidiendo con el auge de los manuscritos en lenguas vernáculas. A medida que el latín perdía terreno frente al francés, el alemán o el inglés, surgió una nueva demanda de textos accesibles para la población laica. Este cambio de paradigma abrió una ventana de oportunidad para que más mujeres participaran en los talleres de copia de manuscritos, tanto en conventos como en contextos laicos.
La escritura en lengua local no solo hacía los textos más comprensibles, sino que democratizaba el acceso al conocimiento. Las mujeres, tradicionalmente apartadas de la educación formal, encontraron en esta transición lingüística una vía para implicarse activamente en la producción cultural de su tiempo. De algún modo, la necesidad social venció al prejuicio estructural.
Más allá de los conventos
Aunque muchos de los colofones firmados por mujeres proceden de entornos monásticos, los resultados del estudio invitan a pensar en un mapa más amplio y complejo. Existen indicios de que algunas escribas trabajaban en talleres laicos, incluso en contextos urbanos donde la producción de libros era una actividad artesanal con demanda creciente. También hay casos documentados de mujeres ilustradoras, encuadernadoras e incluso autoras que participaban en el proceso completo de creación del libro.
Uno de los descubrimientos más asombrosos relacionados con esta línea de investigación fue el hallazgo, en 2019, de partículas de lapislázuli incrustadas en la placa dental de una mujer enterrada en un monasterio alemán del siglo XI. Este pigmento azul, de origen afgano y valor altísimo, solo se utilizaba para ilustrar manuscritos de lujo. El hallazgo confirmó que aquella mujer, anónima hasta entonces, fue ilustradora de textos sagrados. Sin firma, sin colofón, pero con rastros de azul entre los dientes: una escriba invisible a ojos de la Historia, hasta ahora.

Silencios que hablan
Este tipo de estudios también obligan a repensar por qué tantos manuscritos femeninos han desaparecido. Tras la Reforma protestante y la disolución de muchos monasterios en Europa, las bibliotecas religiosas sufrieron saqueos, pérdidas o destrucciones. Las comunidades de mujeres, con menor poder institucional y sin el respaldo de universidades o catedrales, fueron las más afectadas. La ausencia de continuidad institucional contribuyó a que su legado quedara enterrado, disperso o ignorado.
Lo que ahora emerge no es solo un número. Es un horizonte de posibilidades. Las investigadoras proponen que se realicen estudios geográficos y cronológicos más precisos, que se exploren archivos locales, registros parroquiales y documentación fragmentaria. El objetivo es mapear, por fin, ese territorio de las escribas invisibles.
También se abre una línea de investigación apasionante sobre los géneros textuales más frecuentes entre las mujeres copistas: ¿copiaban más textos devocionales, escolares, jurídicos o literarios? ¿Tenían libertad para seleccionar lo que escribían o simplemente obedecían encargos? ¿Cuántos textos fueron también compuestos por ellas, y no solo copiados?
La historia de la Edad Media no cambia con una cifra. Cambia cuando esa cifra se convierte en relato. Y el relato que ahora se escribe no trata solo de mujeres que copiaron libros. Trata de cómo la Historia las ha borrado y de cómo hoy, poco a poco, estamos logrando encontrarlas entre las líneas.
Referencias
- Ommundsen, Å., Conti, A.K., Haaland, Ø.A. et al. How many medieval and early modern manuscripts were copied by female scribes? A bibliometric analysis based on colophons. Humanit Soc Sci Commun 12, 346 (2025). DOI: 0.1057/s41599-025-04666-6
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: