Descubren que ratas cazan murciélagos al vuelo en Alemania: un hallazgo “de película” que inquieta a los científicos

En una pequeña cueva del norte de Alemania, bajo la tranquila fachada de un refugio invernal para decenas de miles de murciélagos, se ha registrado un comportamiento insólito que ha dejado a los científicos perplejos: ratas noruegas cazando murciélagos al vuelo. El hallazgo, recogido en un reciente estudio publicado en Global Ecology and Conservation por investigadores del Museo de Historia Natural de Berlín, documenta por primera vez en la literatura científica cómo estos roedores no solo invaden hábitats ajenos, sino que además se convierten en predadores activos de otras especies, incluso en el aire.

Este descubrimiento no es solo curioso: representa un giro en nuestra comprensión de los ecosistemas urbanos y plantea serias preguntas sobre los equilibrios naturales, la salud pública y la conservación de especies amenazadas.

Una escena inesperada en plena oscuridad

Las imágenes captadas por cámaras de infrarrojos entre 2020 y 2024 en el sistema de cuevas de Bad Segeberg, en el norte de Alemania, muestran a ratas de color pardo (Rattus norvegicus) en una actividad que pocos imaginarían: de pie sobre sus patas traseras, utilizando sus colas como soporte, interceptando murciélagos en pleno vuelo con sus patas delanteras. En otras ocasiones, las ratas aprovechaban para atacar a los murciélagos cuando estos se posaban brevemente a descansar.

Los vídeos, tomados en plena oscuridad, revelan un depredador astuto y oportunista, perfectamente adaptado al entorno urbano, pero también sorprendentemente ágil y estratégico. De hecho, algunas de las ratas mostraban una clara preferencia por patrullar zonas clave, como la plataforma de aterrizaje de la cueva, esperando pacientemente a su presa nocturna.

Una rata parda es captada en el momento exacto en que atrapa a un murciélago en pleno vuelo, una escena insólita registrada por cámaras de visión nocturna en el norte de Alemania
Una rata parda es captada en el momento exacto en que atrapa a un murciélago en pleno vuelo, una escena insólita registrada por cámaras de visión nocturna en el norte de Alemania. Foto: Gloza-Rausch et al., Global Ecology and Conservation (2025)

Los investigadores documentaron 30 intentos de caza y 13 muertes confirmadas. Además, encontraron restos de al menos 52 murciélagos, algunos de ellos almacenados para un consumo posterior, lo que sugiere una conducta metódica, casi planificada.

El estudio plantea una hipótesis inquietante: si una sola rata necesitara alimentarse exclusivamente de murciélagos durante los tres meses del invierno, podría llegar a cazar entre 130 y 150 individuos. Si aplicamos ese cálculo a una colonia urbana media, con entre 15 y 60 ratas, la cifra podría alcanzar entre 2.000 y 8.000 murciélagos muertos por temporada.

En Bad Segeberg hibernan unos 30.000 murciélagos cada invierno. Según las proyecciones del estudio, las ratas podrían estar provocando una pérdida poblacional de hasta el 7% por año. Esto, en un contexto en el que los murciélagos ya enfrentan presiones por la urbanización, la contaminación lumínica y la fragmentación de sus hábitats, podría tener consecuencias significativas a largo plazo.

En Lüneburg, otro sitio de hibernación investigado, aunque no se documentaron ataques en vídeo, se hallaron acumulaciones de cadáveres de murciélago en grietas rocosas similares, lo que refuerza la sospecha de que la caza también ocurre allí, aunque con menos visibilidad.

Depredadores invisibles, riesgos visibles

Más allá del impacto ecológico, el hallazgo tiene implicaciones para la salud pública. Ratas y murciélagos son conocidos reservorios de numerosos patógenos zoonóticos —virus y bacterias que pueden transmitirse a humanos—, y hasta ahora, sus interacciones directas habían sido escasamente documentadas. Esta nueva vía de contacto, a través de la depredación directa, abre una puerta para el intercambio de agentes infecciosos, aunque el estudio deja claro que no hay evidencia de un riesgo inmediato.

Sin embargo, el mero hecho de que estas interacciones existan ya representa un punto crítico a tener en cuenta en la vigilancia epidemiológica urbana. En un mundo donde los brotes de enfermedades emergentes están en aumento y la interfaz entre la vida salvaje y los humanos se estrecha cada vez más, el papel de especies oportunistas como las ratas cobra una nueva dimensión.

Algunas ratas se alzaban sobre sus patas traseras para interceptar a los murciélagos en pleno vuelo
Algunas ratas se alzaban sobre sus patas traseras para interceptar a los murciélagos en pleno vuelo. Foto: Gloza-Rausch et al., Global Ecology and Conservation (2025)

Este tipo de comportamiento no debería sorprendernos del todo. Las ratas son, desde hace siglos, maestras de la adaptación. Su inteligencia, capacidad de aprendizaje y resiliencia les han permitido prosperar en ciudades de todo el mundo, desde las alcantarillas de París hasta los tejados de Nueva York. Lo que sí resulta novedoso es que estén incorporando a los murciélagos —animales ágiles, voladores y nocturnos— a su dieta mediante estrategias de caza que parecen más propias de un depredador especializado que de un carroñero.

La depredación aérea observada en este estudio es un fenómeno sin precedentes en la literatura científica sobre ratas. No se trata de un ataque casual o de una presa herida que cae a su alcance, sino de un patrón de conducta repetido, eficaz y probablemente aprendido.

¿Qué hacer ahora?

La investigación plantea una recomendación clara: controlar las poblaciones de ratas en los puntos clave de hibernación de murciélagos. Esto no solo serviría para proteger a una especie importante para los ecosistemas —por su rol en el control de insectos y la polinización—, sino también para reducir posibles riesgos sanitarios.

Medidas como una gestión más efectiva de residuos, el sellado de entradas a sistemas subterráneos, y campañas de educación pública pueden ser clave. En el fondo, se trata de repensar cómo gestionamos la convivencia con especies urbanas que, aunque molestas, forman ya parte del entramado biológico de nuestras ciudades.

Este hallazgo no solo revela una interacción nueva entre dos especies urbanas. También pone sobre la mesa la fragilidad del equilibrio ecológico en entornos artificiales como las ciudades. Allí, donde el hábitat natural ha sido sustituido por asfalto, hormigón y luces, los animales que logran adaptarse no siempre lo hacen de forma inocua para el resto.

Que las ratas estén cazando murciélagos es una muestra más de cómo la vida, incluso en sus formas más inesperadas, encuentra caminos para persistir. Pero también es una advertencia: cuanto más desdibujamos los límites entre naturaleza y urbanismo, más difícil será predecir las consecuencias.

El hallazgo ha sido publicado en la revista Global Ecology and Conservation.

Cortesía de Muy Interesante



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